Opinión de un teólogo
CADA CIERTO TIEMPO LA PLUTOCRACIA INTENTA UN GOLPE
La
plutocracia brasilera (los 71.440 multimillonarios según el IPEA) tiene poca
fantasía. Usa los mismos métodos, el mismo lenguaje, el mismo recurso farisaico
del moralismo y del combate a la corrupción para ocultar la propia corrupción y
dar un golpe a la democracia para salvaguardar sus privilegios. Siempre que
emerge una democracia con apertura a lo social se llenan de miedo. Organizan
una unión de fuerzas que implica a sectores de la política, del poder judicial,
del MPF, de la Policía Federal y principalmente de la prensa conservadora y
reaccionaria, como es el caso del conglomerado O Globo. Así hicieron con
Vargas, con Jango y ahora con Lula-Dilma.
En una entrevista con Folha de São Paulo (24/04/2016), Jessé
Souza, autor de La estupidez de la inteligencia brasilera (Leya 2015),
un libro que merece ser leído también con cierta crítica, escribió
acertadamente: «Nuestra élite del dinero nunca se ha sentido comprometida con
el destino del país. Brasil es palco de una disputa entre estos dos proyectos:
el sueño de un país grande y pujante para la mayoría y la realidad de una élite
de rapiña que quiere drenar el trabajo de todos y saquear las riquezas del país
para el bolsillo de media docena. La élite del dinero manda por el simple hecho
de poder “comprar” a todas las otras élites» (Quién dio el golpe y contra
quién).
En el actual proceso de impeachment, de destitución contra la
Presidenta Dilma cuentan con un aliado poderoso: el complejo jurídico-policial
del Estado, que sustituye a las bayonetas. El vicepresidente usurpó el título
de presidente y montó un ministerio de pantomima con varios ministros
corruptos, y reduciendo los ministerios de cultura, de comunicación y la
secretaría de los derechos humanos de los negros y de las mujeres, recortando
de forma criminal el presupuesto de sanidad, de educación, atacando los
derechos de los trabajadores, el salario mínimo, la legislación laboral, las
jubilaciones y otros beneficios sociales, inaugurados en los dos mandatos
anteriores.
Detrás del golpe parlamentario están estas fuerzas citadas por Jessé
Souza. Bien lo dijo el Papa Francisco a Leticia Sabatella cuando ésta junto con
una famosa jurista tuvo, hace dos meses, un encuentro con él en Roma, y le
relataba la amenaza que corre la democracia brasileira. El Papa comentó: «ese
golpe viene de los capitalistas».
El hecho es que estamos todos cansados de tanta corrupción, justamente
denunciada y de las prórrogas del proceso de impeachment.
Nadie sabe hacia dónde vamos. Algo parece quedar claro: que el design
social, montado a partir del colonialismo y de la esclavitud con las castas de
adinerados que se afirmaron en el poder, sea en la sociedad o en los aparatos
del Estado, está llegando a su fin.
.
En momentos de oscuridad como los actuales necesitamos un marco teórico
mínimo que nos traiga luz y alguna esperanza. A mí me sirve como orientación
Arnold Toynbee, el último historiador inglés, que escribió diez volúmenes sobre
la historia de las civilizaciones. Para explicar el nacimiento, el desarrollo,
la madurez y la decadencia de una civilización usa una clave extremadamente
simple pero iluminadora: «el desafío y la respuesta» (challenge and response).
Dice Toynbee: siempre hay crisis fundamentales en el interior de las
civilizaciones. Son desafíos que exigen una respuesta. Si el desafío es mayor
que la capacidad de respuesta, la civilización entra en un proceso de colapso.
Si la respuesta ante el desafío es excesiva, surge la arrogancia y el uso
abusivo del poder. El ideal es encontrar una ecuación de equilibrio entre el
desafío y la respuesta de forma que la civilización mantenga su cohesión, se
enfrente positivamente a nuevos desafíos y prospere.
Volviendo al caso de Brasil. Los grupos de dinero y de poder no
consiguen dar una respuesta al desafío que viene de las bases que en los
últimos años crecieron enormemente en conciencia y en reclamación de derechos.
Por más que manipulen datos, saben que difícilmente volverán al poder central
por medio de una elección. De ahí la razón del golpe. Desmoralizados, no tienen
nada que ofrecer al nuevo Brasil que escapa de su control.
El legado de la crisis actual será probablemente el surgimiento de otro
tipo de Brasil, de democracia, de Estado, de formas de participación popular.
Los dolores del tiempo presente no son los dolores de un moribundo a las
puertas de la muerte, sino los dolores de parto de otro tipo de Brasil, más
democrático, más participativo y más sensible para superar la peor llaga que
nos llena de vergüenza: la abismal desigualdad social. Un Brasil finalmente más
humano donde podemos ser sencillamente felices.
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