EL OCASO DE LOS BANCOS CLÁSICOS
Las acciones de Deutsche Bank y de Credit Suisse ya
no figurarán en el STOXX Europe 50, el índice de las cincuenta compañías
europeas con mayor capitalización bursátil. ¿Otro indicio del declive de la
banca tradicional?
En Alemania, el oficio de banquero ha cambiado y,
con él, también su reputación. Hubo un tiempo en que, a la hora de hacer
negocios, se valoraban mucho los buenos contactos personales y no solamente los
balances trimestrales prometedores. Un apretón de manos solía ser tan
vinculante como un contrato firmado. En la esfera pública, los profesionales de
la banca tendían a tener un prestigio casi tan alto como los profesores
universitarios y los médicos. Y el Deutsche Bank era una institución respetada,
casi sagrada…
Hasta que tuvo lugar lo que el semanario germano Die Zeit describió una vez como un
“atraco desde dentro”. Ese asalto comenzó en 1989, cuando la junta directiva
del Deutsche Bank, bajo el mando de Alfred Herrhausen, compró el banco de
inversiones británico Morgan Greenfell. De golpe, la empresa se llenó de
expertos en mercados financieros y vendedores de títulos valores; eran cientos
de ellos. Y éstos alteraron el carácter del banco: de ser un instituto sólido
pasó a ser un quiosco de apostadores, consignó la Deutsche Welle.
Los problemas de Deutsche Bank
El Deutsche Bank, que hasta entonces ganaba su
dinero concediéndole créditos al empresariado, se fue especializando en vender
títulos valores. En 1999 compró el banco de inversiones estadounidense Bankers
Trust y se convirtió, por un tiempo, en la compañía más grande del mundo en su
ámbito. Al mismo tiempo, los tahúres impusieron su hegemonía en el Deutsche
Bank. A diferencia de la junta directiva, los investment bankers tomaron
riesgos mayores sin rendir cuentas por las consecuencias de sus negocios.
Y por ello han ganado bonos altísimos –entre 40 y
50 mil millones de euros en los últimos tres lustros–, a pesar de que, a final
de cuentas, la banca de inversión no generó muchos beneficios. Al contrario: el
Deutsche Bank terminó cayendo de la cima del ranking mundial y quedando casi
fuera del “top 50” de los bancos; la cotización de sus acciones en la bolsa
cayó un 66 por ciento, de 33 euros a 11 euros, en el curso de un solo año; y
sus participaciones en valiosas industrias fueron vendidas. En fin: un “atraco
desde dentro”.
Ominoso preludio
Según la Deutsche Welle, la cultura interna del Deutsche Bank también sufrió
cambios desafortunados; atrás quedó la empresa chapada a la antigua, pero
seria. La imagen que ahora proyecta es la de una cueva de bandidos: alrededor
del planeta se han entablado siete mil procesos en su contra por lavado de
dinero, manipulación de intereses y evasión de impuestos, por ejemplo. A otros
bancos europeos no parece irles mejor. La relevancia perdida de los grandes
institutos bancarios del Viejo Continente salta a la vista en uno de los
barómetros bursátiles más importantes.
Las acciones de Deutsche Bank y de Credit Suisse ya
no figurarán en el STOXX Europe 50, el índice de las cincuenta compañías
europeas con mayor capitalización bursátil. Analistas ven en este estado de
cosas el ocaso de los bancos clásicos. Thomas Mayer, economista en jefe del
Deutsche Bank de 2010 a 2012 y profesor en la Universidad de Witten/Herdeke, ya
había previsto este declive en 2015. Su temor es que el desarrollo técnico, la
política de intereses bajos de los bancos centrales y la tendencia a la
regulación estatal destruyan el modelo de negocios vigente en los bancos.
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