La columna desde el Perú
ANTES QUE LOS INTERESES DE GRUPO ESTÁN LOS QUE EXIGE EL PAÍS
Por Roberto Mejía Alarcón
Pedro Pablo Kuczynski tiene pocas semanas como presidente de
la república, pero ha demostrado ya que cuenta con una personalidad distinta a
las de quienes le han antecedido como huéspedes de la Casa de Pizarro. Un
vistazo panorámico a tal galería confirma lo dicho. Hemos tenido mandatarios
para todos los gustos, unos elegidos por voluntad popular y otros que se
zamparon allí sin más argumentos que el sable desenvainado y la bayoneta en
ristre. Ninguno, sin embargo, con el perfil del susodicho, que baila, toca y le
toma el pelo a sus conocidos y desconocidos, amén de sus conocimientos y
experiencias en la ciencia de la economía, con las que se puede coincidir o no,
según el humor o el color político de cada quien.
No se puede decir que tal personalidad sea del agrado de
todos. Allí tenemos el caso de su ocasional rival en las recientes justas
electorales, más conocida como Keiko, la misma que pasados los días de su
impensada derrota, viene haciendo una vida monacal en casa de sus mayores, sin
encontrar explicación alguna de su catastrófica caída. Y menos, las de los
congresistas del llamado fujimorismo, que demostrando ser más papistas que el
Papa, pretenden “matar” a quien ostenta el mandato del pueblo con el látigo de
su desprecio. La actitud viene de atrás. Basta recordar el comportamiento
díscolo de los mencionados, cuando PPK concurrió al Congreso de la República
para recibir la banda presidencial y luego al pronunciar el discurso de orden.
El irrespeto al protocolo de tan solemne acto, propio en una democracia
verdadera y el silencio sepulcral al escuchar los lineamientos generales de la
futura gestión gubernamental, que careció de la cortesía circunstancial del
aplauso, los pinta de cuerpo entero.
Las encuestas de opinión dadas a conocer en la reciente
semana no han pasado por alto este detalle. El 83 por ciento de la ciudadanía
considera que no es aceptable ese comportamiento y un escaso 14 por ciento que
es aceptable. Pero volviendo al tema de la personalidad de este hijo de un
científico alemán afincado en el país desarrollando la noble tarea médica y de
una maestra francesa, los mismos escrutinios hacen saber que un 71 por ciento
de la gente del país lo quiere a Kuczynski tal como es, sin amaneramientos
verbales, sin poses preparadas y en cambio sí con la espontaneidad que lo
distingue. Que se cubrió con un pañuelo la cabeza durante el desfile militar de
Fiestas Patrias, para calmar las inclemencias del sol, que haya dado unos pasos
de baile mientras se encaminaba a Palacio de Gobierno, que haya tocado la
flauta luego de la juramentación de su gabinete ministerial, que haga
ejercicios con sus ministros para promover la actividad física, que ponga en
rango inferior algunos problemas para destacar otros que requieren atención
inmediata porque se trata de mejorar la calidad de vida de la población, no dan
lugar a la preocupación de la ciudadanía. Esta lo acepta en todos sus extremos,
en la confianza que hará realidad lo que él ha prometido en cuanto a liberar el
país de la inseguridad y delito, liberar el país de la corrupción, llevar agua
y desagüe a todos los peruanos, prestar servicios de educación pública de
calidad, prestar un servicio de salud pública sensible al enfermo, oportuno y
eficaz, formalizar el país, con 60 por ciento de trabajadores en planilla,
liberar el país de la discriminación, construir infraestructura para el
desarrollo.
A juicio del 61 por ciento de la población, tenemos un
presidente que merece el apoyo necesario para lograr la revolución social que
anhela la nación. El porcentaje ha ido creciendo, desde junio que era del 50
por ciento y julio que llegó a 56 por ciento. ¿Descifrará este mensaje el
Congreso de la República, con una mayoría abrumadora de 75 legisladores fujimoristas?
¿Seguirá esta mayoría actuando sin la madurez que se requiere para mantener
estable la seguridad económica y política que exige la gobernabilidad? ¿Le
negará a ese efecto el voto de confianza que espera el gabinete Zavala? ¿Le
bajará el dedo a un gobierno entrante que requiere de facultades legislativas
para llevar al país a la modernidad? En pocas palabras ¿hará uso de su mayoría
para satisfacer el resentimiento de su lideresa o para concertar voluntades y
aportar al bienestar del Perú? Estas esas son algunas de las interrogantes que
flotan en el imaginario de los de abajo en especial y de los peruanos en
general.
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