LA
LOCURA DEL PODER
Por Camilo Escalona
El acto de mayor vesanía y locura del poder es el genocidio y su
instrumento operativo el terrorismo de Estado, pero pueden haber más, muchas
más manifestaciones del descontrol, de la pérdida de las proporciones y del
equilibrio que poseen, en lo esencial, las personas normales y que se extravían por
causa de un agente terrible: el poder.
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En efecto,
individuos grises y aburridos se vuelven habladores y petulantes, otros tímidos
y retraídos pasan a ser patudos y arrogantes, algunos mal vestidos y
descuidados se convierten en señores de trajes a la medida, corbatas de seda y
mocasines italianos.
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Hay también los que nunca viajaron y se transforman en embajadores
itinerantes. Personas modestas se marean de ambiciones. Se ha comprobado
que el poder provoca graves e insólitos delirios de grandeza, trastornando la
conducta de las personas.
En el ámbito de la burocracia, de mañas de menor impacto como saltarse
el
orden de atención del público favoreciendo a alguna persona conocida, se
pasa a conductas de aprovechamiento de las posiciones de poder, las que cuando
se extienden y adquieren un volumen desmesurado causan gran escándalo, enorme
rechazo y vergüenza, como ha ocurrido en el último tiempo.
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Por ejemplo, los viajes de
turismo camuflados como capacitación de buena parte (no todas) de las
comitivas de concejales, en forma benevolente, alguien podría decir que no
están siquiera cerca del daño generado por las coimas destinadas a manipular la
aprobación de la ley de Pesca, o los pagos de SQM u otros escándalos, pero son una flagrante burla a la fe pública
que resulta totalmente inaceptable, por que esos recursos se desvían de su
objetivo en municipios con severas carencias en sus comunidades, donde
modificar prioridades como la pavimentación por viajes al Caribe es un
despropósito total.
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Los Facebook mostrando las barrigas bronceadas de los viajeros,
gozando del sol en una hermosa playa con un buen trago en la mano, o tratando
de llevar el ritmo tropical en una disco, son en el hecho una bofetada al
electorado y a muchos otros concejales que no son frescos ni aprovechadores, y
se esfuerzan en el ejercicio de sus tareas. Es la locura que genera el poder.
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Entre estas conductas licenciosas, que se convierten en corrupción, se
insertan el financiamiento irregular de las campañas y el enriquecimiento
ilegal e indebido que le acompaña, ya que la investigación de los casos Penta,
SQM y Corpesca, confirman que esos flujos de dinero no hacen más que engrosar
el patrimonio individual de los comprometidos en tales componendas.
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De igual
manera, personas que no destacan por afanes de figuración personal, se tientan
en el ejercicio de sus cargos, es decir caen en la locura del poder, cuando se
les agencian o ingenian para tramitar voluminosas pensiones que les enriquecen,
o cuando se asignan grados jerárquicos en las escalas de los servicios públicos
que no les corresponden, o cuando en municipios u otras reparticiones se
favorecen licitaciones o diversas adjudicaciones de servicios para ser
retribuidos con una "coima".
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Asimismo, incrementar de modo artificial la agenda de viajes pagados
institucionalmente, y recibir abultadas retribuciones en pago de viáticos que
aumentan dietas, cuyos montos ya están altamente cuestionados es otro hecho que
indica como se va perdiendo la perspectiva, el abuso de poder parte de modo
ocasional para llegar a ser reiterado después, abriendo el divorcio con la
realidad que afecta a muchos altos cargos o figuras con responsabilidades
políticas de representación popular, parlamentaria o de gobierno.
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Un síntoma de la separación con los mortales de carne y hueso que rodea
estos abusos, es la exigencia de una defensa corporativa hacia las malas
prácticas y los actos de corrupción. Es paradojal como los que meten la pata a fondo, después reclaman apoyo y
si no lo consiguen se enfurecen, culpando a los demás de las ingratas
consecuencias que les acarrean el oportunismo, el aprovechamiento o, lisa y
llanamente, la corrupción.
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En suma, esta probado que sin control ni fiscalización, sin fuerzas
sociales atentas, sin Partidos políticos vigilantes y moralmente habilitados,
las propias defensas de las personas se va adormeciendo y, al final, les
resulta mucho más placentero gozar de este conjunto de demasías, que rectificar
a tiempo las malas prácticas. El poder es una droga poderosa, cuyos excesos
producen un fatal acostumbramiento.
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Por eso, que la reproducción perpetua de los mismos personeros en los
mismos mandatos, funciones y jerarquías conlleva un gran riesgo para mantener
la responsabilidad social y política de las personas y las instituciones, para
no caer en la locura del poder, la que corrompe y trastorna incluso a aquel que
parece el más firme y consecuente servidor público.
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Ya no cabe
duda alguna que tanta trampa para satisfacer la codicia, que el enriquecimiento
indebido de los funcionarios públicos daña y debilita profundamente la
democracia y el sistema político, los que deben responder prontamente tapando y
cerrando las innumerables "cañerías" que se han inventado para
sustraer los recursos fiscales con fines de aprovechamiento individual.
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Hoy, la democracia chilena está ante un desafío sin precedentes, se debe
restablecer la meritocracia, respetar las trayectorias individuales y no
atropellar las personas relegándolas a un rol de menoscabo o subalterno para
beneficiar a algunos por simple amiguismo.
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No se puede seguir una política de ascensos por "pituto"; hay
que cesar privilegios y sueldos desmedidos, se requiere honestidad y
transparencia para vencer la locura del poder, derrotar la corrupción y reponer
el pleno imperio de la probidad en la función pública.
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