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miércoles, 10 de agosto de 2016

Historia del crimen y la tortura
EX AGENTE DE LA DINA MARIANA CALLEJAS FALLECIÓ CON 84 AÑOS EN UNA CASA DE REPOSO EN LAS CONDES

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La escritora Mariana Callejas, ex agente de la DINA de Pinochet, falleció a los 84 años en una casa de reposo en  la comuna de Las Condes de la Región Metropolitana.

Callejas fue acusada de participar directamente, junto a su ex esposo Michael Townley, en diversos crímenes, como el asesinato del general Carlos Prats en 1974 en Buenos Aires y en las muertes de Orlando Letelier y su secretaria Roni Moffit en 1976 en Washington.

De acuerdo a declaraciones realizadas por el fallecido torturador de la DINA Manuel Contreras y también por el mismo Townley, Callejas fue quien apretó el botón de la bomba que causó la muerte del matrimonio Prats.

Por su participación en la muerte del ex comandante en jefe del Ejército, Callejas fue sentenciada a 20 años de presidio en 2008, sentencia que posteriormente fue anulada, beneficiándola con una pena de cinco años sin cárcel.

Callejas también fue acusada de asociación ilícita en el caso del asesinato del diplomático español Carmelo Soria, cuya hija Carmen criticó duramente que la ex agente muriera en impunidad.

"Así ha ido sucediendo con algunos violadores de los derechos humanos, que se van muriendo y no han cumplido condenas. Eso es responsabilidad absoluta de la justicia y del estado chileno. No hay justicia. Los violadores de los derechos humanos reciben pensiones que las pagamos los chilenos. Este país está podrido", afirmó Soria.

El mismo reproche emitió Alicia Lira, de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos: "Ella es la que más puede representar la impunidad que hemos vivido estos 43 años desde el golpe cívico-militar: Una persona que fue parte de la DINA, que es responsable de varios crímenes y jamás estuvo presa".
La escritora
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Una crónica inédita del periodista y escritor Cristóbal Peña relata su último encuentro con Mariana Callejas en 2010. Sus intentos por enterrar las huellas que impedían que sus cuentos se publicaran y el morbo de quienes se acercaban a su casa en Lo Curro, ya solo habitada por conejos y fantasmas,  recordaban el horror que allí se vivió. La muerte, la soledad, ternura y tortura, se mezclaban en una ficción que parece memoria colectiva. El telón de fondo para los últimos años de la mujer marcada por el puño de acero de la DINA.
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En esta crónica se recuerda que en la segunda mitad de los años noventa, cuando era prácticamente una sombra de las letras chilenas, un mito, un fantasma, Mariana Callejas volvió a la carga. Aconsejada por Carlos Iturra, hizo llegar a editoriales una carpeta con un conjunto de cuentos inéditos presentados con el verdadero nombre de la autora y el título New York, New York. La iniciativa generó reacciones encontradas en el mundo editorial chileno.
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Carlos Orellana, quien en ese entonces oficiaba de editor en Planeta (falleció en 2013), recuerda haber recibido los originales de manos de la propia autora. Lo que sintió al verla aparecer por su oficina, fue “una cosa helada, de frío glacial, como si hubiera entrado un ser de ultratumba. En algún momento ella fue atractiva, pero estaba convertida en un despojo humano. Se notaba que se sentía no diré perseguida, pero sí rechazada, como que esperaba de antemano la negativa”.
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En efecto: Orellana no se tomó la molestia de leer los originales. Ni siquiera por curiosidad. Le advirtió de antemano que no había ninguna posibilidad de publicarla en esa editorial, pero como tampoco era su propósito ofenderla, le dio a entender que no era nada personal. “No me sonrojo: la decisión fue política. Para mí era un personaje marcado por la huella de la infamia”.
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A Editorial Sudamericana los originales llegaron por intermedio de un tercero y quien primero los leyó fue el escritor Germán Marín. “Fíjate que no eran nada de malos esos cuentos. Me gustaron. Varios de ellos transcurrían en Nueva York y eran de una ternura infinita”.
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Marín era director editorial y recomendó publicarlos. La decisión quedó en manos de Arturo Infante, gerente general, quien leyó los cuentos y consideró que eran buenos. Pero tenía dudas. Entonces vino el debate, recuerda Infante,  gerente de Catalonia:
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-Germán (Marín), que es un provocador, quería publicarla y me daba decenas de ejemplos. Decía que si es por consideraciones políticas, jamás se habría publicado a Celin. Ante la duda yo releí los cuentos y consideré que eran buenos, que la mujer tenía un talento literario indudable, más que muchos escritores chilenos, pero consideré que ese talento se hacía relevante por las condiciones de ella. Tendría que haber sido genial y no era para tanto. Al final, su caso judicial se complicó y no la publicamos.
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No es fácil separar a la escritora de la agente de la DINA. No hay cómo. Su estigma le ha valido un sello legendario que desafía los límites y despierta curiosidades perversas. Infante, el ex gerente de Editorial Sudamericana, recuerda que en esos días en que debatían con Marín los pro y contra de publicarla se vieron tentados a citarla a la editorial para conocerla en persona. Había un propósito morboso en ese impulso, admite el editor, pero se contuvieron para no comprometerse.
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Tomás Mc Hale, ex editorialista de El Mercurio, supo por ella del libro inédito y le prometió recomendarla ante José Manuel Zañartu, de Editorial Zigzag.
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No fue promesa de una noche. Zañartu recibió los originales y se enfrentó ante un dilema: “Efectivamente me trajo un libro de cuentos muy bien escritos pero espantosamente tristes, de gente muy miserable, y el lector le hace el quite a esos temas. Es el típico libro bueno que no vende nada. Esa fue la única razón por la cual no lo publiqué”.

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