Opiniones de fin de semana
Encrucijada laboral
Por Max Colodro (*)
Junto a la gratuidad universitaria, ha pasado a ser un nudo
decisivo del actual momento político; pero a diferencia de ella, su inminente
desenlace amenaza con fracturar un sedimento todavía más ‘íntimo’ del
imaginario oficialista. En los hechos, la reforma laboral se ha convertido en
una verdadera prueba de fuego para el Ejecutivo, una encrucijada en que no sólo
están presentes compromisos programáticos, sino donde también se juega una
buena dosis de confianza y credibilidad del gobierno frente a los actores
sociales; sobre todo, después de lo que significaron en ese campo la
paralización del Registro Civil y el último reajuste del sector público. Así,
más allá de la retórica que la autoridad utilice a la hora de explicar el
resultado de este trámite legislativo, lo cierto es que aquí, de un lado u
otro, va a haber serios damnificados, y que las secuelas políticas de ello
marcarán de alguna manera el tenor de lo que será la segunda mitad de la
administración Bachelet.
Diligente y silenciosamente, el ministro Valdés ha intentado
en las últimas semanas ponerle un piso de ‘moderación’ al que hoy aparece como
el principal nudo de tensiones de este proyecto, es decir, a la posibilidad de
reemplazo con trabajadores de la propia empresa en caso de huelga efectiva. En
diversas instancias de conversación con actores políticos y empresariales, el
actual titular de Hacienda ha dado señales a favor de la necesidad de asegurar
‘servicios mínimos’, y se ha mostrado abierto a la alternativa de permitir
cierto grado de ‘adecuación’ en las funciones que regularmente cumplen los
trabajadores al interior de su empresa.
Esta visión es la que, entre otros puntos, se plasma en el
conjunto de indicaciones que el Ejecutivo ingresó en los últimos días a la
tramitación ahora en manos del Senado. Dichas indicaciones suponen,
inevitablemente, alterar aspectos medulares del proyecto que ya había sido
aprobado por la Cámara de Diputados, y son estos cambios los que han encendido
las alarmas en sectores políticos y sociales relevantes de la Nueva Mayoría. La
CUT tomó la decisión de suspender todo diálogo con el gobierno y en segmentos
de la izquierda oficialista ya se anticipa un conflicto mayor, que puede
ahondar las espesuras por las que hoy atraviesa el clima de confianzas entre el
gobierno y su coalición.
Las piezas de este ajedrez se han movido hasta aquí con
relativa cautela, reconociendo la complejidad de lo que está en juego tanto al
interior de la Nueva Mayoría, como en la recuperación de expectativas del mundo
empresarial. Con todo, en esta oportunidad no será fácil para el ministro
Valdés lograr acuerdos mínimos ni siquiera en su sector político, y eso es lo
que ya se está anticipando en la reacción que la CUT, el PC y otros actores han
comenzado a hacer públicas. El gobierno y la Nueva Mayoría se encuentran así
ante un desafío decisivo para sus proyecciones futuras, pero donde antes será
puesta a prueba la mano política del titular de Hacienda, la capacidad de
presión tanto de la izquierda como de su base social, y el grado de persuasión
que el mundo empresarial logró inyectar a sus argumentos en el marco de las
escasas conversaciones previas con la autoridad.
En las últimas horas la presidenta de la CUT, Bárbara
Figueroa, ha agregado también una nueva arista a este mosaico: la necesidad de
que sea la propia presidenta Bachelet quien asuma finalmente un “rol claro,
potente y firme”, para zanjar de una vez los disensos que hoy enturbian las
definiciones en el oficialismo. Algo que por razones obvias la Mandataria se
resiste a hacer y que, en las actuales circunstancias, tampoco asegura una
resolución menos complicada de este decisivo capítulo.
(*) La Tercera
(*) La Tercera
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