Ensayo sobre la Cumbre del Clima
LA ENGAÑOSA PROPUESTA DE LA COP 21
Por Leonardo Boff (*)
Los datos científicos más serios y recientes dicen que hemos alcanzado el Earth Overshoot Day, el día de la sobrecarga de la Tierra, es decir, el día en que la Tierra perdió su biocapacidad de atender las demandas humanas. Si tomamos como referencia un año, en agosto ya había gastado su depósito de abastecimientos para el sistema-vida. ¿Cómo quedan los demás meses? Siendo así, ¿todavía tiene sentido hablar con propiedad de desarrollo sostenible para 2030? Si el bienestar de los países ricos fuese universalizado ―esto ha sido científicamente calculado y está en los manuales de ecología― necesitaríamos por lo menos tres Tierras iguales a la actual.
La COP21 que acaba
de concluir sus trabajos el día 12 de diciembre en París con la
autocomplacencia de todos, ha traído innegablemente puntos positivos. Laurent
Fabius, presidente de la COP21, reafirmó que el «texto es diferenciado, justo,
duradero, dinámico, equilibrado y jurídicamente vinculante”. Muy bien. Pero eso
no nos exime de hacer algunas reflexiones críticas, dada la gravedad del tema
que afecta al futuro de todos.
Primer punto positivo fue la cooperación entre los 195
países participantes. Su ausencia fue lamentada en la COP15 de Copenhague por
Nicholas Stern, asesor de la reina Isabel en cuestiones ecológicas, con estas
palabras: «Nuestra cultura no está habituada a la cooperación, excepto en caso
de guerra; en el resto impera la competición entre las naciones. Mientras
perdure este espíritu nunca llegaremos a ninguna convergencia». Ahora la
convergencia se dio, facilitada por el reconocimiento de que no estamos yendo
al encuentro del calentamiento, sino que nos encontramos ya dentro de él;
además «el cambio climático representa una amenaza urgente y potencialmente
irreversible para las sociedades humanas y para el planeta» (introducción).
El segundo punto positivo es la decisión de mantener el calentamiento
por debajo del techo de 2°C, orientándose hacia 1’5° Chasta 2100, como en la
era pre-industrial.
El tercer punto positivo es la convergencia en la necesidad
de la adaptación y de la mitigación que deben ser asumidas por todos los
países, de forma diferenciada según su participación en la emisión de CO2.
El cuarto punto positivo fue la decisión de los países ricos
de pasar a partir de 2021 cien mil millones de dólares al año a los países menos
equipados. Cabe, por cierto, observar que dicha cuantía representa apenas el
0,16% del PIB de las 20 mayores economías mundiales.
El quinto punto positivo es la transferencia de
conocimientos científicos y tecnológicos a los países con carencias en este
área.
El sexto punto positivo es la promoción de la capacitación
para los países más necesitados a fin de implementar la adaptación y la
mitigación.
El séptimo punto positivo es el establecimiento de
«contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional» por cada país para
dejar clara la intención de detener voluntariamente el avance del
calentamiento.
El octavo punto positivo es la creación de un organismo
internacional dedicado a las pérdidas y daños para compensar a los países más
afectados por los cambios climáticos.
No obstante estos puntos positivos, hay que hacer algunas
reflexiones que no admiten espera. La primera de ellas es el horizonte en el
que se elabora cómo enfrentarse al calentamiento global, revelado en el
objetivo de la Conferencia: transformando nuestro mundo: la agenda 2030 para el
desarrollo sostenible.
Como se puede ver, lo que está en cuestión aquí no es el
destino y el futuro de la vida y de la Tierra amenazados por el caos climático,
por lo tanto, la ecología. El centro de interés es la economía bajo el signo de
un desarrollo sostenible. Esta opción encaja perfectamente en la corriente dominante
actual en la cual la macroeconomía mundialmente integrada determina el rumbo de
las políticas mundiales y nacionales.
Es importarte destacar que el mencionado desarrollo se trata
en realidad de crecimiento económico material, medido por el PIB mundial y
nacional. Ese desarrollo/crecimiento es claramente insostenible, como ha sido
mostrado por economistas críticos y por renombrados ecologistas, pues, se funda
en premisas falsas: lo infinito de los recursos naturales y lo infinito de
desarrollo hacia el futuro. Estos dos infinitos son ilusorios: los recursos no
son infinitos porque la Tierra es finita. Y el desarrollo tampoco puede ser
infinito porque un planeta finito no soporta un proyecto infinito. Además no es
universalizable para todos.
Pero lo que causa verdadera indignación es que el texto no
mencione a la naturaleza y la Tierra (sólo una vez al referirse en el nº 140 a
las culturas que llaman Madre a la Tierra). El problema no es el desarrollo y
la naturaleza sino el ser humano y la naturaleza: relación de agresión o de
sinergia. Este es el error imperdonable de la cosmología rudimentaria presente
en el texto. Entendemos la reacción inmediata del mayor especialista en el
calentamiento James Hansen: lo que la COP21 propone «es un fraude, una farsa»
(The Guardian 14/12/2015). Me uno a él.
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La COP 21 pavimenta
el camino hacia el desastre
No puede negarse la buena intención de todos,
solo que esa intención no es buena para la vida, para la humanidad y para la
Casa Común: la forma como se quiere prevenir el techo de 2ºC de calentamiento y
caminar hasta 2100 en dirección a los niveles pre-industriales que eran de
1,5ºC. Todo esto deberá ser alcanzado sin alterar el flujo comercial y
financiero del mundo, según se deduce del lema de la Convención: “transformando
nuestro mundo: la agenda 2030 para un desarrollo sostenible”.
Aquí reside el nudo del problema. El desarrollo que
predomina en el mundo no es en modo alguno sostenible, pues es sinónimo de puro
crecimiento material ilimitado dentro de un planeta limitado. Este es
conseguido mediante la desmesurada explotación de los bienes y servicios
naturales, aunque esto implique una perversa desigualdad social, devastación de
ecosistemas, erosión de la biodiversidad, escasez de agua potable,
contaminación de los suelos, de los alimentos y de la atmósfera.
Después de decenas de años de reflexión ecológica, parece
que los negociadores y jefes de Estado no han aprendido nada. Ellos simplemente
no piensan en el destino común. Solo dan alas a la furia productivista, mercantilista
y consumista, pues esa es la corriente dominante globalizada. Ahora bien, este
es el tipo de desarrollo/crecimiento que produce el caos de la Tierra y la
depredación de la naturaleza.
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Los datos científicos más serios y recientes dicen que hemos alcanzado el Earth Overshoot Day, el día de la sobrecarga de la Tierra, es decir, el día en que la Tierra perdió su biocapacidad de atender las demandas humanas. Si tomamos como referencia un año, en agosto ya había gastado su depósito de abastecimientos para el sistema-vida. ¿Cómo quedan los demás meses? Siendo así, ¿todavía tiene sentido hablar con propiedad de desarrollo sostenible para 2030? Si el bienestar de los países ricos fuese universalizado ―esto ha sido científicamente calculado y está en los manuales de ecología― necesitaríamos por lo menos tres Tierras iguales a la actual.
La COP 21 quiere curarnos dándonos el veneno que nos está
matando. No por casualidad, y esto es vergonzoso y humillante para cualquier
persona que se preocupa de la naturaleza y la Madre Tierra, en ningún lugar del
documento final, aparecen las palabras naturaleza y Tierra.
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Los representantes
son rehenes del paradigma científico del siglo XVI para el cual la Tierra no
pasaba de ser una cosa inerte y sin propósito, antes un baúl de recursos
colocados a nuestra disposición que la Magna Mater. No han valido de nada las
reflexiones de los grandes nombres de la ciencia de la vida y de la Tierra,
como Prigogine, de Duve, Capra, Wilson, Maturana, Swimme, Lutzenberger,
teniendo como antecesores a Heisenberg, Bohr, Schrödinger y especialmente
Lovelock, sin olvidar la encíclica del Papa Francisco “cuidando de la Casa
Común”, entre tantos otros fundadores del nuevo paradigma.
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En el texto
predomina la más descarada tecnocracia (dictadura de la tecnología y de la
ciencia), tan duramente criticada por el Papa en su encíclica, como si
solamente a través de ella nos vinieran las soluciones mesiánicas para la
adaptación y la mitigación de los climas. No hay ningún sentido de ética y de
llamadas a valores no materiales. Todo gira alrededor de la producción y del
desarrollo/crecimiento, en un craso materialismo.
Según el nuevo paradigma, basado en una visión de la
cosmogénesis que ya dura desde hace por lo menos 13,7 millones de años, vemos a
todos los seres inter-retro-relacionados, cada uno con valor intrínseco pero
abierto a conexiones en todas las direcciones, formando órdenes cada vez más
altos y complejos hasta permitir la emergencia de la vida y de la vida humana
inteligente y portadora de creatividad.
Concuerdo con el mayor especialista sobre el calentamiento
global, el profesor de la Universidad de Columbia y antes de la NASA, James
Hansen (cfr. The Guardian de 14/12/2015), que es ilusorio pedir a las
petroleras que dejen bajo el suelo el petróleo, el gas, el carbón, energías
fósiles emisoras de CO2, y las sustituyan por energías renovables. Todas las
energías renovables juntas no llegan al 30% de lo que necesitamos. Las metas de
la COP21 son totalmente irreales, porque las energías fósiles son más baratas y
van a seguirse quemando, especialmente si se mantiene la economía de
acumulación con las consecuencias ecológicas y sociales que acarrea.
Pero habría una posibilidad si realmente quisiéramos
estabilizar el clima entre 1’5º y 2ºC, lo que sería todavía administrable;
deberíamos cambiar de paradigma: pasar de una sociedad
industrialista/consumista a una sociedad de sostenimiento de toda la vida,
orientada por el biorregionalismo y no por el globalismo uniformizador. La
centralidad la tendría la vida en su diversidad y no el desarrollo. La
producción se haría a los ritmos de la naturaleza, en el respeto de los
derechos de la Madre Tierra y de la diversidad de las culturas humanas. Aquí
nos inspira más el Papa Francisco en su encíclica que los tecnócratas de la
COP21. De seguir sus consejos, estaremos pavimentando el camino que nos conduce
al desastre.
(*) Este ensayo fue construido sobre la base de dos artículos publicados por el teólogo Leonardo Boff
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