VENEZUELA EN RIESGO MAYOR
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Hace un año, más menos, decíamos que en Venezuela se aproximaba un choque de trenes. Esta frase se usó porque lo que se veía venir era una confrontación tremendamente peligrosa, que podía llegar a ser un desastre mayor.
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Ahora que se aproximan las elecciones al Congreso, con la posibilidad del triunfo de la oposición, se hace inminente un tiempo de riesgo, avalado por varios argumentos.
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Si la oposición triunfa por margen estrecho, entonces las cosas no variarán mucho, pues seguiría el gobierno de Maduro con margen amplio de maniobra, aunque con el peso de una derrota, lo que sin duda decae los ímpetus de dominio sobre la sociedad sin contrapesos.
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Pero si el triunfo de la oposición es por un margen respetable, entonces las cosas se pondrán en punto de ebullición, pues un régimen como el “chavista”, que está acostumbrado a triunfar sin transar, tendría que aprender a perder y negociar, conversión dificultosa en toda naturaleza humana, demasiado humana, como parece ser la de los bolivarianos.
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Debemos recordar que en un supuesto triunfo de la oposición, se pueden desatar también ímpetus “ultrosos” y precipitados, que intenten transformar una victoria parcial en una total, lo que acarrearía una confrontación de difícil predicción y maniobrabilidad política.
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Los ánimos han ido derivando, con el tiempo, hacia una postura agonal, intolerante y totalista, lo que hace poco favorable el camino del diálogo que es, como se sabe, la única vía razonable para abordar los conflictos, por demás inevitables entre los humanos, desde que abandonamos el Paraíso.
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Maduro ha señalado posturas desafiantes y la oposición va por sus fueros reivindicativos de soberanía ciudadana. Unos se instalan en su proyecto programático revolucionario, al cual le otorgan categoría milenaria y la oposición desconfía del verdadero espíritu democrático que exige asumir las variabilidades en la voluntad popular.
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Así las cosas, cada uno echa mano a sus fortalezas: Maduro al apoyo de las fuerzas armadas y de los sectores populares incondicionales que se han organizado de manera beligerante; mientras que la oposición recurre a las instancias internacionales y a los líderes de diversos países que apoyan una salida democrática para Venezuela.
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Finalmente, todo el mundo espera que impere el sentido común, que aunque se dice que es el menos común de los sentidos, no se puede menos que anhelar que esta vez impere, pues los conflictos productos de la intransigencia y la intolerancias acarrean muchas víctimas inocentes que, finalmente se habrán sacrificado en vano, ya que tarde o temprano el agua deberá volver a un cauce de normalidad y equilibrio, pero los muertos no resucitan y las calamidades dejan cicatrices muy profundas y por mucho tiempo.
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Lo complicado del caso venezolano radica en que el gobierno y su propuesta bolivariana se visibiliza en un estado de impotencia e incompetencia, mientras que la oposición no posee un proyecto visible ni unitario para enfrentar el relevo. Es decir, el país se encontraría sin una viabilidad clara para los tiempos que vendrán, justo cuando lo que más se requiere es una visión lúcida para iluminar el futuro a mediano plazo, que aliente nuevas esperanzas y un nuevo ánimo, bajo un liderazgo inclusivo y unitario, forjado sobre un piso básico programático.
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Porque si se mira la realidad económica, esta se presenta severamente catastrófica, tanto por los precios del petróleo como por la falta de incentivos para recuperar la producción interna.
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Si se mira la realidad social, veremos que la delincuencia sangra a la sociedad civil y trabajadora de una forma tan grave que deja poco espacio al optimismo. La conformación de un Estado asistencialista, sin contar ahora con recursos suficientes, representa un problema de legitimación diaria para cualquier régimen, y para el cual no se ve salida que no sea traumática en términos sociales.
Como se ve, la situación no está para mucho diletantismo ideológico. Se requiere una visión generosa y sensatez por sacos, dos cosas que hasta hou no se encuentran en ningún rincón de esa tierra generosa.
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