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miércoles, 4 de marzo de 2015

MUNDO-CERCANO ORIENTE-KRADIARIO

EE UU: ¿ATRAPADO ENTRE IRÁN Y EL ESTADO ISLÁMICO?

Por Félix Flores

La ofensiva del ejército iraquí y las milicias chiíes sobre Tikrit –la ciudad natal de Sadam Hussein, ocupada por Estado Islámico- va a ser una prueba de fuego, un ensayo para la siguiente, y más importante, sobre la ciudad de Mosul, el gran feudo yihadista en Irak. Sin embargo, al mismo tiempo esta operación militar revela lo complicada que resulta la alianza de facto entre Estados Unidos e Irán para derrotar a Estado Islámico y el peligro de que la batalla degenere en un agravamiento del conflicto entre chiíes y suníes en Irak.

El ataque a Tikrit, a 160 kilómetros al norte de Bagdad, no está acompañado de bombardeos aéreos de la coalición internacional encabezada por EE UU. Es una operación puramente iraquí… con ayuda iraní. Según la prensa estadounidense, está haciendo emerger tensiones entre Washington y Bagdad, además de discrepancias en el alto mando estadounidense, y quien puede capitalizar el éxito –si lo hay- es nada menos que Irán.

Desde hace semanas, la participación del general iraní Qasem Suleimani en la guerra iraquí contra Estado Islámico es una especie de secreto a voces sobre el cual militares y altos funcionarios estadounidenses insisten en disimular.

El jefe de Estado Mayor del Pentágono, general Martin Dempsey, fue preguntado por el comité de Defensa del Senado sobre la presencia del general Suleimani. Según France Presse, Dempsey respondió: “He visto su foto; nuestro servicio de información va a trabajar para determinar si está allí o no”. Otras fuentes señalan, en cambio, que el general Suleimani dirige personalmente el ataque a Tikrit.

Qasem Suleimani era hasta hace poco una figura discreta y oscura. Jefe de la división Al Qods, la fuerza de elite de la Guardia Revolucionaria iraní, está considerado quizás el militar más influyente en Teherán. La periodista Diana Moukalled publicaba ayer martes en el diario panárabe Asharq al Awsat un artículo en el que señalaba cómo Suleimani –de quien dice que extiende su influencia desde Siria y Líbano hasta Yemen- ha pasado de las sombras a la luz pública, dejándose fotografiar en los últimos meses, a veces acompañado de soldados sirios, iraquíes e iraníes.

En efecto, el general Demsey ha visto su foto, como él mismo dijo al Senado. Diana Moukalled hace notar cómo el líder de Hizbulah, el jeque Nasralah, ha afirmado que Suleimani es el único que puede detener a Estado Islámico. Otros también pensarían lo mismo.

El general Lloyd Austin, jefe de la misión estadounidense en Irak, dijo ante la Cámara de Representantes que “no sabemos con exactitud qué hacen” los iraníes en Irak. Durante meses, los norteamericanos han mantenido esta misma versión: tanto ellos como los iraníes están en Bagdad, pero no se coordinan ni se comunican.

Al mismo tiempo, Washington y Bagdad mantienen un largo rifirrafe sobre la esperada ofensiva contra Estado Islámico en Mosul. El Gobierno iraquí quiere lanzarla esta primavera, pero el Pentágono dice que las fuerzas iraquíes no estarán lo suficientemente preparadas hasta el otoño. Esto ha agriado las relaciones.

Abas al Musaui, portavoz del anterior primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, es citado hoy miércoles por The New York Times afirmando que entre norteamericanos e iraquíes “hay una crisis de confianza” y que “si no se resulve este problema tendremos uno mayor en Mosul”.

El mando iraquí, señala el NYT, ha llegado a decir que si los norteamericanos no les apoyan continuarán de todos modos por su cuenta. El ataque a Tikrit cuenta con artillería iraní, por ejemplo. Y la televisión de Hizbulah, Al Manar, llega a afirmar que “Irán se ha convertido ya en el principal aliado de Irak. Cabe señala que la posición norteamericana se ha visto también debilitada por su rechazo a cooperar con Irán y Siria, dos de los principales actores en la guerra contra el Estado Islámico”.

A todo esto se suma otro problema de gran calibre. Dos tercios de la fuerza total de 30.000 hombres lanzada por Bagdad sobre Tikrit está formada por milicias chiíes, entre ellas las brigadas Badr. La organización de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch ha acusado a las milicias chiíes de actos contra la población civil suní tan bárbaros como los que comete Estado Islámico.

Ahora, algunas informaciones apuntan a que las milicias chiíes se toman la ofensiva sobre Tikrit como una venganza por la matanza de cientos –tal vez un millar- de los suyos por parte de los yihadistas, de la cual harían cómplices a los suníes locales.

Según The New York Times, los norteamericanos lamentan que el Gobierno iraquí no ha sido capaz de movilizar fuerzas suníes en esta batalla, lo que serviría para limar el componente religioso de la guerra. De otro modo, los suníes se apegarán a Estado Islámico.

El primer ministro Haider el Abadi pidió el domingo que se respete a los civiles en Tikrit. Pero todo está por verse. Templando gaitas, el general Dempsey ha dicho que el ataque a la ciudad puede ser “positivo”. “Francamente –dijo, según France Presse-, será un problema solo si desemboca” en lo que todos temen.
(*) La Vanguardia de Barcelona

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