OPINIÓN POLÍTICA-KRADIARIO
LA “ARISTA” SOQUIMICH
Por Camilo Escalona
La evolución del caso Penta, que mantiene en prisión
preventiva a los principales controladores de ese enorme conglomerado
económico, cuyos activos, según el periódico inglés The Guardián, alcanzan a
varios miles de millones de dólares, ha instalado en el centro de la atención
pública la llamada arista SQM, en referencia a esa también gigantesca empresa
de la minería no metálica de nuestro país.
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En este nuevo incidente, lo que se agrega a lo ya sabido,
sería que la entrega de boletas “ideológicamente falsas” para el financiamiento
irregular de campañas electorales no sólo habría ocurrido, como en la situación
del grupo económico Penta, con candidaturas casi exclusivamente de la UDI sino
que, se dice y se comenta insistentemente, involucrarían al conjunto del sistema
político del país.
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Este último aspecto, se ratifique o no en los próximos días,
se ha constituido en una certeza para amplios sectores de la ciudadanía. Ya no
se trata de una sospecha sino que para muchos de una realidad incuestionable. A
través de esta percepción, en muchas personas, adquiere veracidad esa ya
antigua idea que en política “todos roban”.
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Por esta razón, como se resuelva el litigio establecido
entre el Ministerio Público, el Servicio de Impuestos Internos y el Tribunal
Constitucional adquiere trascendente importancia. Se trata, ni más ni menos, de
la credibilidad de la institucionalidad democrática y de su capacidad para
hacer valer el principio de igualdad ante la ley, el que constituye la base de
la legitimidad de la gobernabilidad democrática. No se puede tapar el sol con
un dedo.
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Lo que se juega es la dignidad y la respetabilidad de la
política. Y sin política digna, robusta, confiable, la propia estabilidad del
Estado y la correcta marcha del país se ven afectadas muy severamente. Entre
bambalinas se da el paradojal argumento de que sí tantos son los afectados como
son los rumores que circulan, poco menos que se produciría un terremoto
político. Los más alarmistas predicen una “hecatombe”, sin indicar ni menos
precisar cuál sería aquella.
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Sin embargo, esas abultadas predicciones se desvían del tema
de fondo, que surge de la inequívoca realidad de que en democracia no se puede
ocultar ni escamotear a la ciudadanía, ni la información ni la verdad, sobre
una situación de tan grande trascendencia. Por eso, no estamos ante un caso
más; de lo que se trata es que el sistema político tenga el coraje necesario
para enfrentar la situación. Aquel o aquellos que incurrieron en malas
prácticas deben asumir su responsabilidad y las sanciones que los Tribunales
indiquen.
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La lucha contra la desigualdad, por una sociedad que
disfrute de grados crecientes de justicia social y progreso económico, que
afiancen la paz social y la gobernabilidad democrática requiere poner término y
disolver drásticamente la cohabitación de política y negocios, de modo que
exista plena garantía que aquellas malas prácticas no tendrán cabida y serán
enérgicamente sancionadas.
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La fortaleza del Estado así lo demanda. Hoy, la alternativa
no es intentar ocultar lo que es imposible esconder, por el contrario, sabido
lo que se tenga que saber, el país sacara las lecciones que se desprendan y
retomará su marcha como es debido.
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La transparencia será un impulso y no un retroceso. Los
males de la democracia se sanan con más democracia.
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