OPINIÓN-IGLESIA-KRADIARIO
CORRUPCIÓN
CORRUPCIÓN
Por Wilson Tapia Villalobos
Es la palabra de moda. Está de boca en boca y, como ocurre
habitualmente con las modas, se utiliza con liviandad. Y es nada menos que el efecto de corromper,
de echar a perder, depravar, pudrir, dañar. Es posible, también, que por la
gravedad que involucra, la conciencia que la sociedad tome respecto de ella
lleve a reacciones que aún no visualizamos, pero que es posible prever como de
consecuencias profundas. Estamos, sin embargo, en el comienzo del camino. Porque detrás de la corrupción que hoy impera
está el poder.
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Jorge
Bergoglio, el papa Francisco, pronunció el sábado pasado un fuerte discurso en
la ciudad italiana de Nápoles. El tema central que abordó fue la corrupción. La
definió como un mal social “que apesta, como apesta un animal muerto”. Luego,
agregó que “un ciudadano que deja que le invada la corrupción no es cristiano,
apesta”. No es la primera diatriba que Bergoglio lanza contra la corrupción.
Incluso, ha tomado medidas concretas para erradicarla de las prácticas de la
Iglesia que dirige. Está por verse si las tales directrices surtirán efecto.
Por ejemplo, en los turbios manejos que se hacían con el dinero del Vaticano,
o si logrará sanear a la curia romana de este mal tan actual.
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En
cualquier caso, los chilenos somos testigos de que las cosas no caminan con la
velocidad esperada en la casa de Pedro. Al menos no en las derivaciones que nos
llegan. La designación de Juan Barros Madrid como obispo de Osorno, tiene
dividida a esa diócesis. Y el tema ha sobrepasado las murallas regionales, para
asentarse como un problema general del catolicismo chileno. Los
cuestionamientos al nuevo obispo vienen por su cercanía con el sacerdote
Fernando Karadima. Barros era uno de los más cercanos colaboradores de
defenestrado jerarca de la poderosa Iglesia de El Bosque. Karadima fue alejado
de su actividad religiosa por el Vaticano. Lo encontró culpable de actos de pedofilia. Y no fue condenado civilmente sólo porque los
delitos cometidos habían prescrito, según la legislación nacional. Los
detractores de Barros, obispo castrense, afirman que este era uno de los
encubridores de Karadima y partícipe en actos de pedofilia.
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El
nombramiento de Barros es decisión directa del Vaticano. Y en ella tiene participación decisiva el
Consejo de Cardenales. Uno de los ocho miembros de ese cónclave es el cardenal
chileno Francisco Javier Errázuriz. Tal organismo tiene por finalidad ayudar al
Papa en el gobierno de la Iglesia y a reformar la Curia romana. Tal vez allí se
encuentra la razón de que Barros Madrid llegue a comandar la diócesis de
Osorno, pese a la oposición de numerosos sacerdotes chilenos, colegas de sus
colegas.
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Cabe
recordar que Francisco Javier Errázuriz tuvo una importante participación en el
caso Karadima. Mientras él fue jefe de la Iglesia Católica chilena, el juicio
contra el sacerdote pedófilo se retrasó inexplicablemente. Y sólo inició las
acciones eclesiásticas correspondientes cuando la presión en tal sentido se
hizo insostenible.
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Hoy se
sabe, por declaraciones judiciales del propio Karadima, que Errázuriz recibió
denuncias en contra suya. Y que en
conversación privada con él, lo tranquilizó. Le habría dicho que no se
preocupara, que él también había sido acusado de pedofilia mientras ejercía el
cargo de obispo de Valparaíso. Que
incluso se había escrito un libro sobre el particular. Para evitar su edición habría pagado $500
millones, aseguró Karadima.
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La
corrupción daña, pudre, deprava, y las bases en que se asienta el poder son las
vertientes desde donde se expande. El papa Francisco puede seguir predicando
acerca de que la corrupción apesta, pero tiene que afinar el olfato. Uno de los
pilares del poder son las religiones y, entre ellas, la católica. Por lo tanto,
Francisco debiera revisar más acuciosamente lo que hacen sus subordinados. Porque,
siguiendo su metáfora, en el canasto de manzanas la podrida corrompe, deparaba,
pudre, a las demás.
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Es lo
que estamos viendo en la Iglesia, en la política, en el mundo empresarial. Las
tres ramas que se entretejen para ejercer el poder. Y los chilenos aún tenemos mucho que aprender
y saber -si es que nos dejan- acerca de cómo se ha manejado la política, la
Iglesia y el mundo del dinero entre nosotros. Hasta ahora solo hemos olido que
eso apesta, como dijo Francisco, que sí debiera saber de lo que habla.
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