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viernes, 27 de marzo de 2015

OPINIÓN POLÍTICA-CHILE-KRADIARIO

“SER DE LAS DERECHAS, COMO SER DE LAS IZQUIERDAS…….”

Por Hugo Latorre Fuenzalida

El conocido filósofo español Ortega y Gasset, sentenciaba en su libro, no menos famoso, “La rebelión de las masas”, que en política…. “ser de la derecha, como ser de la izquierda es una de las mil formas que tiene el hombre de ser un imbécil”. Esta frase que parece extrema en su conclusión, surge  casi profética, toda vez que un ciudadano cualquiera, con pleno desprejuicio, se da la molestia de analizar químicamente el agua que ha corrido bajo los puentes de  este río turbulento, que es la historia moderna.
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Porque la historia moderna es -como sabemos- la de las grandes promesas ideológicas, de los megarrelatos, de las reivindicaciones refundacionales, de las cortinas de hierro, de los becerros monetaristas y mercadistas, de los batallones como argumento, de las revoluciones proletarias y las revoluciones oligárquicas, del arrasar y el restaurar, de los yihadistas, de los camisas pardas, negras, azules o verde oliva.
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Es decir, todo un enfrentamiento militarizado y enguerrillamiento del alma de los pueblos contra los pueblos (contra los kurdos, contra los palestinos, contra los tutsi, contra los armenios, contra los bosnios, contra los mapuches, contra los selknam, etc., etc.), de los ciudadanos contra los mismos paisanos, de “los de arriba” con “los de abajo”.
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Marx anunciaba de manera profética que con el  capitalismo “…Todo lo sagrado sería profanado y todo lo establecido sería arrasado”. Si consideramos que los regímenes de izquierda, que se dieron cortamente en la historia (conocido como socialismos reales), forman parte de la lucha por el poder bajo la égida del capitalismo como dominación planetaria (Wallerntein), concluimos que estas formas de ejercer el poder como dominación se hacen poco diferenciadas en sus medios y en sus resultados.
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Pero este mundo moderno no ha sido solo puñales, sables y ballonetas, pues también se ha dado una organización universal del trabajo, de la mujer, de la infancia, de etnias, de minorías, es decir de todos aquellos sectores  tradicionalmente explotados y sometidos por un sistema pragmático y despiadado. También se han ido estableciendo “derechos humanos” que abarcan diversas dimensiones: salud, educación, sexuales, de género, de religión, de expresión, de justicia, trabajo, descanso, etc.  Es decir, que a fuerza de padecimientos y horrores es que se fertiliza el derecho en su nobleza pretendida, así como fue exigido el sacrificio de Jesús para el surgimiento del Cristo.
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En consecuencia, este panorama  antagónico, contradictorio y complejo no puede juzgarse desde una postura unidimensional o unilateral. De hecho hay mucho arrasamiento, sangre y violación de derechos elementales, pero también se dan procesos de construcción de nuevas bases de convivencia humana..

Como señala el decir popular: ”la vida no es fácil”, tampoco es simple, de ahí la sentencia  de Ortega y Gasset; porque las derechas como las izquierdas simplifican los diagnósticos y las propuestas; miran al hombre desde una pura dimensión (son necesariamente unidimensionales); ven las sociedades desde un integrismo excluyente, cuando la realidad es siempre matizada y plural; apuntan a soluciones totalistas, que derivan siempre en situaciones totalitarias (sojuzgamiento desde los plutócratas y tecnócratas, por un lado, como de los comisarios del régimen por el otro).
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La “democracia de masas” ha sido propicia para estos regímenes de derecha y de izquierda; para marxistas y para   los fascistas. Lo que se debe buscar como solución, ahora, dado el desastre de estas fórmulas pretéritas, es una “democracia ilustrada”, es decir conformada por ciudadanos integrales, bien formados, con autonomía económica, capacidad de discernimiento e independencia de juicio; pero eso no basta, pues también se debe dar en un clima plural y dialogante, de tolerancia plena y responsable, de respeto humano transversal.
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Nunca la aspiración griega clásica del ciudadano “sabio” se presenta más auspiciosa que en nuestros días, pues el dominio de una tecnología de la información universalizada permitirá saltos culturales imposibles de imaginar en otros tiempos. La tecnología que hoy se usa por las masas como divertimento, pronto se instalará con un uso más serio y disruptivo. El uso seductor de masas,  que se da a estos instrumentos informáticos, pronto se transformará en instrumento de sabio enjuiciamiento crítico de los poderes y sus vicios.
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El Estado y su fórmula organizativa para el futuro deben ser necesariamente participativa, integradora, descentralizada y flexible. El poder debe ser revocable de manera permanente, transparente hasta lo microscópico, rotatorio en su ejercicio (“circulación de las elites”) y revisable en su forma y en su fondo.
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Las derechas y las izquierdas no se pueden sentir cómodas en un sistema abierto, pues sus esquemas son restrictivos; no pueden aceptar la desdogmatización de la política, pues su sustento es el dogma; no pueden querer la integración, pues la exclusión antagónica y la segmentación es su consigna  en el poder; no aceptarían nunca la descentralización a menos que se someta a un centralismo superestructural; no toleran la discusión y cuestionamiento de las ideas, pues eso les deslegitima en su férrea defensa de lo inconmovible; no pueden promover la “ilustración” del ciudadano, pues se aleja de la masa, transformándose  en un ser indómito, crítico y autónomo.
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Es justamente desde esta perspectiva que el mentado filósofo español expresó esa frase memorable, y su vigencia permanece inalterada, incluso cuando nos acercamos al siglo de su manifiesto (1929).
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En consecuencia, para no seguir tropezando en las dos piedras de la imbecilidad –a lo cual somos propensos los humanos-, debemos agudizar la mente y abrirnos a otra propuesta. Es tiempo de hacerlo, ya que luego puede ser muy tarde.

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