SALVANDO A GRECIA-KRADIARIO
GRECIA NO CLAUDICA
Por Adolfo Sánchez Rebolledo (*)
No deja de llamar la atención la facilidad con la cual se
pasa de los elogios a Syriza por su decisión de romper con el viejo modelo
depredador a las expresiones de rechazo por negociar con la cúpula europea
mejores condiciones para volver a empezar.
.
Incluso entre los suyos han
aparecido muestras de desilusión, aunque ni Tsipras ni las fuerzas políticas
que lo apoyan jamás prometieron que el camino sería fácil y se negaron a
visualizar las posibles salidas de la crisis como una ruptura con Europa,
comenzando por el abandono del euro con todas sus consecuencias.
Cierto es que muchos, alentados por el éxito, creyeron que
había llegado la hora de enterrar al capitalismo a partir de una revolución
sostenida por la voluntad popular, pero no era ese el pensamiento de los
artífices de la coalición radical, comenzando por el propio Alexis Tsipras, y
no porque no estuvieran de acuerdo en la necesidad de un cambio profundo en el
sistema” sino porque la situación de Grecia, y la de la misma Europa,
planteaban otras medidas de urgencia, así como la discusión de alternativas
concretas en un marco de intereses y fuerzas imposibles de conjurar sin un
redimensionamiento de la política europea.
Las tensiones de estos meses trepidantes no pasan sin dejar
huella en las filas de la misma izquierda griega, pues como ha escrito Luciana
Castellina, antigua militante italiana, es reconocible que hay perplejidad y
críticas por las posturas de Tsipras y Varoufakis. Es comprensible, dice.
“Creo, sin embargo, que son injustas. Se trata de una guerra de larga duración,
no de una batalla rápida y definitiva. Destinada a registrar retrocesos y
avances, en muchos sentidos una auténtica guerrilla. Pero hace falta tener
nervios templados, los resultados no se pueden medir de inmediato, ya es una
victoria haber impuesto un nuevo discurso, haber abierto contradicciones (que
ya han aparecido, no obstante la aparente unidad del frente de Bruselas), haber
quizás animado, también esto por primera vez, un movimiento popular
verdaderamente europeo en solidaridad con Syriza, sobre una cuestión que
concierne a todos. Ya es mucho. Nos ha dado a todos valor. Damos las gracias
por ello a los compañeros de Syriza y les invitamos a proseguir”.
Más allá de la necesidad de examinar en detalle todos y cada
uno de los compromisos alcanzados en esta etapa, es importante rescatar la
aportación moral que Syryza representa en esta coyuntura, donde los gobiernos
claudican no ya de sus principios ideológico sino de la moral que debía regir
sus conductas. El mismo Tsipras lo frasea así: “La oposición a la austeridad ha
estado en el centro de todos los debates. La crisis humanitaria, las personas
que sufren, a las que representamos en esos debates, ya no son consideradas
como simples cifras sin dimensión humana”.
De ahí que la entrevista entre la canciller Angela Merkel y
Tsipras tuviera distintas lecturas, pero es indiscutible que el gobierno griego
no es más un títere representando intereses ajenos, pues ha conseguido
convertirse en un protagonista activo de su propio destino, aunque la frase
suene cursi. A diferencia de lo que pasaba con sus antecesores, cuya
participación sumisa a favor de la austeridad rayaba la indignidad, ahora “lo
que estamos buscando –asegura Tsipras– es alcanzar un acuerdo con nuestros
socios mutuamente aceptable y que permita liberar definitivamente a nuestro
país de una tutela tan sofocante como humillante, un acuerdo que haga socialmente
sostenibles nuestros compromisos financieros permitiéndonos recuperar la vía
del crecimiento, de la normalidad y de la cohesión social”.
Es verdad que la resistencia europea a otras soluciones que
no sean estrictamente el cumplimiento de los viejos compromisos, justamente
aquellos que convirtieron la crisis en un desastre que trasciende el cálculo
frío de la economía, está vigente, pero el discurso más ortodoxo se ha
erosionado y suscita el creciente resquemor de amplios segmentos de la
ciudadanía europea que busca un respiro a la crisis, relanzar el crecimiento y,
eventualmente, una nueva reinserción en el plano europeo y global. Este camino
no será sencillo, pues están en contra poderosos intereses que apuntan en el
despertar de las derechas proclives al autoritarismo, pero exigirán de los
partidos democráticos y progresistas una visión capaz de rearticular la idea de
Europa, convirtiendo, como dice Castellina, lo que hoy es un mercado en una
verdadera comunidad.
La decisión de profundizar el diálogo como fórmula para
resolver la complicada agenda griego-europea rendirá sus frutos tarde que
temprano, sobre todo si la izquierda griega consigue mantener la unidad y el
apoyo a las reformas impulsadas por el gobierno, a sabiendas de que el cambio
en Europa ya no es un objetivo nacional sino el horizonte estratégico para
alcanzar niveles inéditos de desarrollo social.
(*) Redactor-columnista de La Jornada de México
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