DEL ARCHIVO DE KRADIARIO
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Hace cuatro años...un día como hoy...
¿Qué publicó KRADIARIO el 12 de abril de 2010?
Hace cuatro años...un día como hoy...
¿Qué publicó KRADIARIO el 12 de abril de 2010?
Todos los sectores políticos han reprobado el examen frente a los mapuches
Por Walter Krohne
La crisis de los mapuches ha tenido un mal manejo político de parte de todos los sectores involucrados, llevando el caso a un punto extremadamente peligroso que podría derivar en un conflicto mucho mayor si llegara a fallecer uno de los 34 comuneros que están desde hace 66 días en huelga de hambre.
El ministro de salud Jaime Mañalich, advirtió ya que cuatro o cinco de los huelguistas están en condiciones muy precarias y podrían figurar en la lista de posibles casos fatales si no se toman medidas más urgentes como sería la suspensión inmediata de esta forma de protesta.
En primer lugar, los mapuches no están dispuestos a dejar el ayuno sin que se les de una señal clara de que la ley antiterrorista ha sido reformada y que en el futuro los casos serán ventilados en la justicia civil y no militar, que es el fondo de la actual huelga. La desconfianza que tiene este pueblo en la clase política se debe a un problema histórico de las “promesas incumplidas”. Todos los gobiernos le han hecho a este pueblo grandes promesas que con el tiempo han quedado en la nada misma.
La demostración de esta desconfianza se ha visto reflejada en el hecho de no pronunciarse o no aceptar cuando se mencionan a las Iglesias como intermediarios o mediadores y también en las muestras de rechazo que recibió la presidenta del Partido Por la Democracia (PPD) y vocera de la Concertación, Carolina Toha, quien tuvo que resistir la violencia verbal de los familiares de los presos.
Segundo, ha sido pésima, por no calificar de otra forma, la actitud de los cuatro diputados que no tuvieron mejor idea que plegarse a la huelga de hambre -Hugo Gutiérrez (comunista), Sergio Aguiló (socialista), Tucapel Jiménez (PPD) y Manuel Monsalve (socialista)-. La verdad es que a muchos chilenos les debe dar vergüenza tener representantes que en vez de ayudar a resolver un problema crucial intentan apagar un incendio con gasolina.
En tercer lugar hay que reconocer si en este contexto, que el actual problema de los mapuches es una herencia que le dejó la Concertación al actual gobierno. En veinte años no se preocupó de resolver los problemas más cruciales de este pueblo, limitándose casi únicamente a repartir tierras, que para los expertos en el tema, no es precisamente el punto más importante, porque el 70 por ciento de los mapuches vive hoy en las ciudades y no está interesado en regresar al campo. Por otra parte, la cantidad de tierras devueltas es mínima en relación a la cantidad usurpada, 600.000 hectáreas contra 5.000.000 de hectáreras que les fueron quitadas violentamente, como reconoció el padre Luis Manuel Rodríguez, especialista en el tema, en el programa Estado Nacional de TVN (ver mapa abajo izquierda).
Los mapuches reclaman otras cosas aparte de territorio, como ser reconocidos como nación, porque ellos, como lo han dicho abiertamente, no son ni quieren reconocerse como chilenos, empero no buscan separarse del Estado chileno; persiguen si una nueva relación con este. Buscan ser reconocidos como pueblo-nación, demandan una medida estructural que Chile se reconozca como un estado multiétnico y pluricultural. Hay que recordar que los mapuches tuvieron su territorio propio y que fueron los chilenos los que los desalojaron violentamente.
Para abordar este tema seriamente, debería formarse una mesa de diálogo, porque de acuerdo a estas peticiones será necesario estudiar una reforma constitucional que incluya regiones autónomas como podrían ser el territorio mapuche y también la Isla de Pascua, donde comienzan ya las primeras reivindicaciones independentistas. El único presidente que intentó este reconocimiento fue Patricio Aylwin pero se encontró con una fuerte oposición de los partidos de derecha.
Dijimos que este es un problema heredado en el cual una gran responsabilidad la tendría la ex presidenta Michelle Bachelet, que tuvo en sus manos la posibilidad de reformar la Ley Antiterrorista y no lo hizo porque no le dio al proyecto las prioridades adecuadas o las urgencias necesarias para que la iniciativa fuera despachado con la rapidez necesaria.
El 13 de agosto de 2009, cuando Bachelet estaba aún en el poder, había 37 dirigentes políticos mapuches en prisión en distintos penales del sur de Chile. De ellos 28 eran procesados o estaban ya condenados por la ley antiterrorista (No.18.314.) -heredada de la dictadura de Pinochet-. 60 comuneros estaban en prisión o en libertad condicional por sentencia o medidas cautelares. Tres mapuches tuvieron que buscar refugio político en Argentina y Suiza. Hoy, 42 mapuches se encuentran en prisión preventiva desde hace dos años, porque así lo permite la Ley Antiterrorista.
Sin embargo, el padre Luis Manuel Rodríguez estima que la responsabilidad en este tema no es ni de la Concertación ni de la derecha, sino que es un problema histórico del estado chileno.
El problema actual es que el gobierno de Sebastián Piñera eligió el camino que cree ser el más corto, como reformar la Ley Antiterrorista, pero será difícil hacerlo bajo tanta presión, porque el remedio puede llegar a ser peor que la enfermedad, especialmente para la seguridad nacional chilena en general.
En esta materia se habla del despacho de “una Ley corta” que consiste en aprobar sólo los puntos en lo que hay acuerdo. Así y todo, la discusión puede durar unos diez días, lo que es un tiempo muy largo si se piensa en la delicada situación de salud de algunos comuneros que llevan ya 66 días en huelga de hambre
El gobierno actuó muy lentamente y con atrasos y comenzó a abordar el tema en serio hace algunas semanas y no lo hizo hace dos meses cuando la huelga estaba recién comenzando.
Por Hugo Latorre Fuenzalida
La clase media fue la gran esperanza de este país durante el siglo XX. Hoy parece ser la capa más débil del sándwich, pero la que más nutre al organismo social con sus responsabilidades económicas y culturales.
Respecto a sus aportes culturales, ha sido tradicionalmente este sector el que viene poblando a la sociedad de la capa profesional y también la capa ilustrada. Pero además es sobre esta clase media que se trasmiten, preservan y se crean los valores que soportan la cultura social. Su vecindad con los sectores pobres y su capacidad crítica para con los sectores ricos, genera una contradicción que les lleva a buscar la imitación hacia los de arriba, pero con la mirada puesta hacia los de abajo, derivando esta especie de esquizoide postura en una especial sensibilidad crítica y progresista en la mayoría de sus miembros.
Las clases altas o de elevados ingresos, sostiene posturas muy conservadoras en lo valórico, y de ajena distancia del resto de la sociedad. Su autonomización llega a la prescindencia, justamente porque la hegemonía cultural imperante auspicia una especie de individualismo de ghettos postmodernos, en que la responsabilidad se limita al grupo más próximo, considerando ajeno ya al grupo que se encuentra a mediana distancia.
Acontece en estos tiempos disolutivos de toda estructura social y cultural, también de las económicas, que esta clase media, que fue relativamente homogénea, se vuelva ahora fragmentaria y dispersa.
En Grecia, si bien no se puede comparar el tipo de clases con nuestras sociedades, se dio el empuje de una clase parecida a la media, dentro del estrato de las clases acomodadas: comerciantes, constructores, militares, sabios. Todos ellos fueron un gran soporte de la expansión de Atenas. También en la Roma imperial, la clase militar, los ingenieros y los hombres preparados para la administración del extenso imperio en diversas tareas intermedias, fueron además los cultores de una estructura institucional y jurídica que el bajo pueblo no valoró ni los patricios cuidaron de mantener, demasiado absortos en sus luchas intestinas por acaparar poder, justamente entre bandos antagónicos.
Hoy, la clase media está siendo dividida en segmentos que van perdiendo la fisonomía histórica: a) la clase media, media, es aquella que queda aún atrapada entre las dos fracciones centrífugas; b) una clase media ascendente, que se acopla a las clases ganadoras del sistema y c) una clase media descendente, que ha fracasado en sus estrategias de inserción exitosa en el modelo de libre mercado, evidenciando pérdida de competitividad y caída en los niveles de ingresos.
Esta clase que fue antes un moderador de los antagonismos sociales y forjador de un esfuerzo horizontalizador en el progreso, se ve hoy arrastrada hacia la impotencia, la minusvalía y devaluación como segmento. Los sectores atrapados en la histórica posición de media, media, comienzan a resentir su condición, pues son candidatos a perdedores comparativamente con los de su clase que siguen la trayectoria ascendente; por tanto deberían ir rompiendo sus fidelidades equilibradoras, para avanzar en posturas más contestatarias. Es digno de ver, por ejemplo, los estudios de la Cepal respecto a la pérdida económico social que sufre el sector empleado en el aparato público con respecto a otros sectores de la clase media.
El segmento de los perdedores al interior de la clase media, indudablemente irá adoptando posturas más levantiscas o rebeldes, y ya han dejado de ser parte de ese puente social que antes construyeron.
La sociedad de consumo, con su hedonismo y narcisismo, logra morigerar los impulsos defensivos de una clase que debería tener la claridad crítica ante un sistema que la vulnera.
Es sobre todo en la capa de los más jóvenes donde se aprecia esa contradicción: rebeldes en las etapas de colegio (pingüinos); morigerada en la etapa universitaria, por la exigencia financiera de las familias, y formalmente privatizados en la etapa de ingresar al trabajo.
Debe producirse un acercamiento entre los sectores medios, medios y los descendentes, al interior de la clase media. El segmento más arribista de la clase media está en su tarea de imitar a las clases ricas y ya no volverán la mirada hacia abajo ni hacia atrás.
Pero también es cierto que Chile aún está lejos de instalar organizaciones medianamente combativas en aras de sus intereses de clase: la conciencia de ciudadanía del chileno medio es precaria o menesterosa, por lo que se prevé continuará la dispersión de la clase media y su debilitamiento, pérdida de poder e influencia, justamente por la pérdida de homogeneidad y coherencia como segmento social.
Esta realidad habla de que somos un país cada vez más polarizado y seremos cada vez más extremos en lo social. Ya no habrá ese colchón social que servía de contrapeso, lo que plantea también el peligro de entrar en una ruta de oleaje social bastante agitado y sin mucho timón para conducir la nave hacia puertos seguros y pacíficos.
Por Jessika Krohne
www.psicologiaglobal.cl
Si bien la participación laboral femenina en Chile ha aumentado, destacándose un aumento de la incorporación de la mujer al mundo laboral, especialmente en el período 1986-2005, sigue con cifras muy por debajo de otros países vecinos como por ejemplo Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia, Uruguay y Perú.
De hecho, en 2007 la participación femenina chilena fue de un 39%, mientras el promedio de la región se ubicó en un 50%. Por lo que se puede decir que los cambios no han sido lo suficientemente drásticos como para alinear la tasa de participación del país con la de economías desarrolladas y con muchas de las economías latinoamericanas.
De acuerdo con la especialista regional de Género y Empleo de la OIT, María Elena Valenzuela, los resultados de Chile están dados principalmente por la baja tasa de participación laboral de las mujeres pertenecientes a los quintiles más pobres. Es decir, hay una diferencia muy grande entre el 20 % más pobre y el 20 % más rico.
Una de las conclusiones del estudio "Participación Laboral Femenina" que la directora del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Mariana Schkolnik, le entregara a la ministra del Servicio Nacional de la Mujer, Carolina Schmidt, es que que "a diferencia de los países desarrollados, la participación laboral de las mujeres chilenas es dramáticamente baja, aún cuando las tasas de fecundidad entre Chile y dichos países son similares (1,9%)". Mientras Australia, Canadá, Francia o el Reino Unido, tienen tasas de participación laboral de la mujer de entre un 65 y 71%, en Chile ésta sólo alcanza un 44% (2010).
Esto explica en parte la diferencia de ingresos per cápita entre Chile, 14,5 dólares (PPA =Paridad de Poder Adquisitivo 2008), y los mencionados países, de 35 dólares (PPA 2008).
En el informe se plantea además, que un país no puede mantener altas tasas de crecimiento con una fuerza de trabajo femenina tan baja. La importancia de la participación femenina tiene relación directa con la superación de la pobreza.
En Chile existen varios estudios que intentan encontrar los principales factores que influyen en la decisión de trabajar o no de las mujeres. El número de hijos parece ser uno de estos factores determinantes. Mizala, Romaguera y Henríquez (1999), al estimar una oferta laboral para mujeres, encuentran que en general los hijos (de 0 a 15) desincentivan la entrada al mercado laboral, pero el hecho de tener hijas mujeres entre 19 y 24 tiene un efecto positivo en la participación. Esto se relaciona con el hecho de que las mujeres y no los hombres, pueden más probablemente sustituir a la dueña de casa en los quehaceres domésticos y en el cuidado de los niños pequeños.
Contreras, Bravo y Puentes (1999), distinguen el comportamiento laboral de las mujeres por cohortes o generaciones, concluyendo que la participación es afectada por la edad de las mujeres o la cohorte a la que pertenecen, así mujeres más jóvenes enfrentan el mercado laboral de manera distinta, pues tienen menos hijos y mayores niveles de educación.
Dada la gran necesidad e importancia para el país de aumentar la fuerza laboral femenina, es necesario reflexionar, porqué le ha costado tanto a este país mejorar esas cifras.
Hay muchas razones, entre las que destacan que aún vivimos en un país donde la mayor cantidad de los asuntos domésticos y el cuidado de los hijos es realizado por las mujeres. A eso se suma que las jornadas laborales son muy extensas sin poder flexibilizar en el horario de trabajo, lo que dificulta mucho a las mujeres poder cumplir con una jornada laboral. También es necesario aumentar las salas cunas. Si bien se hizo un trabajo muy importante en ese aspecto en el gobierno anterior, aún falta implementar más plazas para que los pequeños puedan ser cuidados, mientras sus mamás trabajan.
Definitivamente, se hace necesario reflexionar más detenidamente sobre este tema, ya que al mejorar la participación laboral de la mujer, Chile tendría mejores tasas de crecimiento y la pobreza experimentaría una disminución.
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Si bien la participación laboral femenina en Chile ha aumentado, destacándose un aumento de la incorporación de la mujer al mundo laboral, especialmente en el período 1986-2005, sigue con cifras muy por debajo de otros países vecinos como por ejemplo Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia, Uruguay y Perú.
De hecho, en 2007 la participación femenina chilena fue de un 39%, mientras el promedio de la región se ubicó en un 50%. Por lo que se puede decir que los cambios no han sido lo suficientemente drásticos como para alinear la tasa de participación del país con la de economías desarrolladas y con muchas de las economías latinoamericanas.
De acuerdo con la especialista regional de Género y Empleo de la OIT, María Elena Valenzuela, los resultados de Chile están dados principalmente por la baja tasa de participación laboral de las mujeres pertenecientes a los quintiles más pobres. Es decir, hay una diferencia muy grande entre el 20 % más pobre y el 20 % más rico.
Una de las conclusiones del estudio "Participación Laboral Femenina" que la directora del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Mariana Schkolnik, le entregara a la ministra del Servicio Nacional de la Mujer, Carolina Schmidt, es que que "a diferencia de los países desarrollados, la participación laboral de las mujeres chilenas es dramáticamente baja, aún cuando las tasas de fecundidad entre Chile y dichos países son similares (1,9%)". Mientras Australia, Canadá, Francia o el Reino Unido, tienen tasas de participación laboral de la mujer de entre un 65 y 71%, en Chile ésta sólo alcanza un 44% (2010).
Esto explica en parte la diferencia de ingresos per cápita entre Chile, 14,5 dólares (PPA =Paridad de Poder Adquisitivo 2008), y los mencionados países, de 35 dólares (PPA 2008).
En el informe se plantea además, que un país no puede mantener altas tasas de crecimiento con una fuerza de trabajo femenina tan baja. La importancia de la participación femenina tiene relación directa con la superación de la pobreza.
En Chile existen varios estudios que intentan encontrar los principales factores que influyen en la decisión de trabajar o no de las mujeres. El número de hijos parece ser uno de estos factores determinantes. Mizala, Romaguera y Henríquez (1999), al estimar una oferta laboral para mujeres, encuentran que en general los hijos (de 0 a 15) desincentivan la entrada al mercado laboral, pero el hecho de tener hijas mujeres entre 19 y 24 tiene un efecto positivo en la participación. Esto se relaciona con el hecho de que las mujeres y no los hombres, pueden más probablemente sustituir a la dueña de casa en los quehaceres domésticos y en el cuidado de los niños pequeños.
Contreras, Bravo y Puentes (1999), distinguen el comportamiento laboral de las mujeres por cohortes o generaciones, concluyendo que la participación es afectada por la edad de las mujeres o la cohorte a la que pertenecen, así mujeres más jóvenes enfrentan el mercado laboral de manera distinta, pues tienen menos hijos y mayores niveles de educación.
Dada la gran necesidad e importancia para el país de aumentar la fuerza laboral femenina, es necesario reflexionar, porqué le ha costado tanto a este país mejorar esas cifras.
Hay muchas razones, entre las que destacan que aún vivimos en un país donde la mayor cantidad de los asuntos domésticos y el cuidado de los hijos es realizado por las mujeres. A eso se suma que las jornadas laborales son muy extensas sin poder flexibilizar en el horario de trabajo, lo que dificulta mucho a las mujeres poder cumplir con una jornada laboral. También es necesario aumentar las salas cunas. Si bien se hizo un trabajo muy importante en ese aspecto en el gobierno anterior, aún falta implementar más plazas para que los pequeños puedan ser cuidados, mientras sus mamás trabajan.
Definitivamente, se hace necesario reflexionar más detenidamente sobre este tema, ya que al mejorar la participación laboral de la mujer, Chile tendría mejores tasas de crecimiento y la pobreza experimentaría una disminución.
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