PAPA FRANCISCO
ESTRATEGIA PAPAL: FRANCISCO DESEA VISITAR CHINA
Por Carlos Pagni
El País de España
Jorge Bergoglio, el papa Francisco, acaba de realizar un
movimiento de consecuencias misteriosas para el catolicismo y para la política
internacional. Dos miércoles atrás, en su residencia de Santa Marta, frente a
tres laicos argentinos, confesó: “Si fuera por mí, estaría en China mañana
mismo”. Compartían la conversación el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal
Pietro Parolin, y el encargado de Relaciones con los Estados, el obispo
Dominique Mamberti.
Esa tarde se decidió que el jefe de la Iglesia Católica
invitaría a Roma a Xi Jinping, el presidente de China. Y que también le
comunicaría la ambición de viajar a ese país.
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Fondo y forma, todo en este caso es novedoso. Porque la
entrevista se realizó por iniciativa de los compatriotas de Bergoglio, que la
solicitaron para persuadirle de visitar Pekín. Llevó la voz cantante Ricardo
Romano, un dirigente del peronismo que durante años estuvo a cargo de las
relaciones exteriores del partido. Lo acompañaban José Luján, representante de
la Academia de Ciencias china ante el Mercosur, y Mariano Conde, profesor de
Derecho Internacional en la Universidad de Austin.
Según Romano, el Papa escuchó la propuesta sin sacarle la
mirada de encima: “Usted busca una nueva sociabilidad mundial que sólo puede
alcanzarse en un orden multipolar que incluya a China.
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Fue entonces cuando Francisco comentó su ansiedad por
visitar China. Pero aclaró: “Yo soy el médico clínico, los especialistas son
ellos”, señalando a los dos cardenales. En ese momento Romano extrajo del
bolsillo el borrador de una carta en la que el Pontífice invitaba a Xi a Santa
Marta para “meditar y abogar juntos por una paz mundial duradera”, y le
comunicaba el anhelo de “visitar China cuando antes”.
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Parolin tomó el papel y, zarandeando la cabeza, alertó:
“Aquí falta el problema de la Iglesia en China”. Se refería a la clandestinidad
en que ejercen su ministerio los obispos obedientes a Roma, en un país donde
sólo es reconocida la Asociación China Católica Patriótica, que responde al
Estado.
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"Cardenal, lo mejor es enemigo de lo bueno”, respondió Romano. Parolin
asintió. El Papa pidió ver de nuevo el borrador. “Esta carta está bien. Sólo
hay que agregarle un párrafo sobre la situación de los católicos. Usted,
Romano, recibirá una respuesta en las próximas horas”. Dos días después,
Parolin le daba a ese laico un sobre lacrado dirigido al presidente de China.
Los tres argentinos llegaron a Pekín el domingo 6 y entregaron la misiva al
diplomático Xu Yicong, asesor de Xi en las relaciones con América Latina y
exembajador en Buenos Aires, La Habana y Quito.
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Que un jesuita pretenda inaugurar una nueva era en las
relaciones entre la Iglesia y China no debería sorprender. La Compañía de Jesús
llegó a la Corte Imperial en 1582, llevada por el misionero Matteo Ricci, que
en 1610 murió en Pekín, donde está enterrado. Además de predicar el evangelio,
Ricci incorporó África, Europa y América a la cartografía china, y escribió un
tratado sobre geometría euclidiana en mandarín.
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Ricci enfrentó dificultades a raíz del recelo de los chinos
por todo lo extranjero. ¿Correrá la misma suerte su heredero Bergoglio? El
proyecto es ambicioso: atravesar una muralla cultural para demostrar que la
Iglesia no es un fenómeno hemisférico y merece llamarse católica, es decir,
universal.
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China y el Vaticano no tienen relaciones. La Santa Sede
reclama designar a los obispos. Pero el régimen chino considera esa aspiración
muy desafiante. Supone habilitar una corriente de ideas y valores controlados
desde Roma. Es verdad que el catolicismo no tiene en China, con 12 millones de
fieles, la fuerza movilizadora que tenía en Europa oriental cuando Juan Pablo
II se propuso minar al comunismo.
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Pero apenas Francisco declaró a la prensa su
amor por el pueblo chino, el vicepresidente de los Católicos Patriotas aconsejó
al Vaticano no interferir en la vida religiosa nacional. Aun así, el Papa
despierta admiración en muchos chinos. El China International Press Forum, que
reúne a 50 grandes medios del país, lo incluyó entre las 10 personalidades más
importantes de 2013.
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Francisco saludó a Xi para su asunción. Xi le contestó y, en
agosto pasado, le permitió atravesar el espacio aéreo chino para llegar a Corea
del Sur. El ejercicio sutil de la presión es muy propio de Bergoglio, quien
tiene como libro de cabecera un clásico de Liddell Hart, La estrategia de la
aproximación indirecta. Entre las numerosas recomendaciones de Hart figura
ésta: “Hay que evitar el ataque frontal a toda posición establecida por largo
tiempo y habrá que tratar de envolverla con un movimiento de flanco que deje
expuesto un lado más penetrable a la verdad”. Francisco sigue estas lecciones
para acercarse a China. Y también para persuadir a la cautelosa burocracia
vaticana, que se vio sorprendida de costado por tres argentinos peronistas.
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