La columna del periodista Fernández
Evasión en el metro |
EL DÍA EN QUE ESTALLÓ LA
RABIA
Por Enrique Fernández
.
-Debemos cuidar lo que
tenemos –advertía el Presidente Ricardo Lagos, antecesor de Bachelet, cuando los
partidos aliados de la Concertación Democrática se enfrascaban en rencillas
internas que amenazaban con un quiebre. Lagos se refería a los orígenes de esta
coalición que nació para restablecer la democracia y terminar con la dictadura
militar de Augusto Pinochet.
“El Metro te cuida, cuida
el Metro”, pedía hasta hace algún tiempo uno de los mensajes luminosos en las
estaciones del tren subterráneo de Santiago.
Considerado entre los
medios subterráneos de transporte más modernos del mundo, el Metro de la capital
chilena despertó la admiración de los turistas y fue motivo de orgullo para los
habitantes de la capital. Siempre limpio, ordenado, cómodo, puntual y con
atentos anfitriones en los andenes y boleterías.
Cuando en febrero de 2007
nació el Transantiago, con modernos buses que reemplazaron a las micros
amarillas, todo cambió. Y el Metro dejó de ser lo que era, porque una multitud
de inmigrantes decepcionados del transporte de superficie copó las estaciones
subterráneas. Y desaparecieron la limpieza, el orden y la comodidad en los
trenes.
.
Si usted sube hoy a uno
de los sobrecargados vagones, a mediodía o a las seis de la tarde, tendrá que
viajar de pie, tratando de mantener el equilibrio y no caerse por alguna
frenada brusca. También estará en la mira de algún “lanza” o sentirá la presión
de la mochila que lleva en la espalda un desaprensivo pasajero, que sin ningún
respeto ocupa tranquilamente el espacio de dos pasajeros. Y qué decir de los
muchachos y muchachas que se sientan en el suelo… Ellos ocupan más espacios
todavía sin acatar la norma que el conductor repite desde los parlantes,
pidiendo no sentarse en el piso del pasillo.
.
No se sorprenda si ve que una señora obesa viene saboreando un grueso sándwich o un helado, en medio del vagón lleno de gente. Ponga atención si una anciana le pide a una estudiante: “¿Me puede ceder el asiento, por favor?”. Y tampoco se extrañe si la joven sigue jugando con su celular y responde: “No puedo… estoy ocupada”.
.
No se sorprenda si ve que una señora obesa viene saboreando un grueso sándwich o un helado, en medio del vagón lleno de gente. Ponga atención si una anciana le pide a una estudiante: “¿Me puede ceder el asiento, por favor?”. Y tampoco se extrañe si la joven sigue jugando con su celular y responde: “No puedo… estoy ocupada”.
.
Las últimas semanas son
páginas dramáticas en la historia del Metro. El 13 de agosto la línea cuatro
quedó paralizada por fallas en un tramo de la vía. Una semana después, el
miércoles 20, un desperfecto eléctrico paralizó por más de 10 horas la línea 5.
Y en los primeros días de septiembre decenas de pasajeros sobrepasaron los
torniquetes de las estaciones y bajaron a los andenes sin pagar, para protestar
por el alza de los pasajes. Es el mismo procedimiento que utilizan cuatro de
cada diez usuarios de los buses del Transantiago.
.
Pero el atentado explosivo del 8 de septiembre en el recinto comercial de la estación Escuela Militar, que dejó 14 heridos, traspasó las barreras de lo previsto. El Gobierno y la oposición coincidieron en que éste fue un ataque terrorista, la policía de Carabineros desplegó un contingente de 500 hombres para vigilar las 108 estaciones. Y el vespertino La Segunda anunció en su portada “el retorno del miedo”, como en aquellos tiempos en que todas las tardes, al pie de su primera página, pedía: “Junten rabia chilenos”.
.
Pero el atentado explosivo del 8 de septiembre en el recinto comercial de la estación Escuela Militar, que dejó 14 heridos, traspasó las barreras de lo previsto. El Gobierno y la oposición coincidieron en que éste fue un ataque terrorista, la policía de Carabineros desplegó un contingente de 500 hombres para vigilar las 108 estaciones. Y el vespertino La Segunda anunció en su portada “el retorno del miedo”, como en aquellos tiempos en que todas las tardes, al pie de su primera página, pedía: “Junten rabia chilenos”.
Y la rabia estalló hace
41 años, el 11 de septiembre de 1973.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario