9-5-2014-KRADIARIO- Nº896
LA HOSPITALIDAD A LOS HAITIANOS: ¿CUÁN HUMANA ES NUESTRA SOCIEDAD?
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Por Leonardo Boff
El drama de cientos y cientos de haitianos, víctimas del
devastador terremoto, que, vía el Estado de Acre, buscan hospitalidad en
Brasil, representa un test de lo humana que es o no es nuestra sociedad.
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No quiero restringirme solo a los haitianos sino a tantas
personas que son expulsadas de sus tierras, poseros, indígenas, quilombolas y
otros, por el avance del agronegocio o desalojados, como recientemente del
local de la OI en Rio de Janeiro, que tuvieron que refugiarse en la plaza de la
Catedral de la ciudad. Organismos de la ONU nos informan de que existen en el ¡
mundo más de cien millones de refugiados, ya sea por guerras, por situación de
hambre, por problemas climáticos y otras causas similares. Cual Abrahanes andan
por ahí buscando quien los acoja. Y cuántos barcos son rechazados teniendo que
vagar por los mares en medio de todo tipo de necesidades y desesperanzas.
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Basta recordar a los refugiados de África que llegan a la
isla italiana de Lampedusa. Recibieron la solidaridad del Papa Francisco, que
en esa ocasión hizo las más duras críticas a nuestra civilización por ser
insensible y haber perdido la capacidad de compadecerse de la desgracia de sus
semejantes. Todas estas personas padecen por falta de hospitalidad y de
solidaridad..
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En Brasil, en los periódicos y especialmente en los
medios sociales, se desató una fuerte polémica sobre cómo tratar a los
haitianos desesperados y depauperados que están llegando a nuestro país. El
Gobernador de Acre, Tião Viana, mostró profunda sensibilidad y hospitalidad al
acogerlos, hasta el punto de, con los escasos medios de un estado pobre, no
poder hacerse cargo de la situación. Tuvo que pedir socorro al Gobierno
Central. Pero ha sido insultado por muchos de manera descarada en las redes
sociales y en twitter.
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Aquí nos damos
cuenta de cuan inhumanos y sin piedad pueden ser algunos. No respetan la regla
de oro universal de no desear ser tratado de esa forma si se encontrasen un día
en una situación semejante. Según el notable biólogo Humberto Maturana, tales
personas retroceden a un estadio pre-humano, al nivel en el que se encuentran
hoy los chimpancés que son societarios pero autoritarios, no siempre
practicando siempre la mutualidad.Basta recordar a los refugiados de África que
llegan a la isla italiana de Lampedusa. Recibieron la solidaridad del Papa
Francisco, que en esa ocasión hizo las más duras críticas a nuestra
civilización por ser insensible y haber perdido la capacidad de compadecerse de
la desgracia de sus semejantes. Todas estas personas padecen por falta de
hospitalidad y de solidaridad.
.
En Brasil, en los periódicos y especialmente en los
medios sociales, se desató una fuerte polémica sobre cómo tratar a los
haitianos desesperados y depauperados que están llegando a nuestro país. El
Gobernador de Acre, Tião Viana, mostró profunda sensibilidad y hospitalidad al
acogerlos, hasta el punto de, con los escasos medios de un estado pobre, no
poder hacerse cargo de la situación. Tuvo que pedir socorro al Gobierno
Central. Pero ha sido insultado por muchos de manera descarada en las redes sociales
y en twitter. Aquí nos damos cuenta de cuan inhumanos y sin piedad pueden ser
algunos. No respetan la regla de oro universal de no desear ser tratado de esa
forma si se encontrasen un día en una situación semejante. Según el notable
biólogo Humberto Maturana, tales personas retroceden a un estadio pre-humano,
al nivel en el que se encuentran hoy los chimpancés que son societarios pero
autoritarios, no siempre practicando siempre la mutualidad.
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En este contexto la virtud de la hospitalidad gana especial
relevancia. La hospitalidad, dijo el filósofo Kant en su último libro La Paz
Perpetua (1795): es la primera virtud de una república mundial. Es un derecho y
un deber de todos, pues todos somos hijos e hijas de la misma Tierra. Tenemos
el derecho de circular por ella, de recibir y de ofrecer hospitalidad. Uno de
los más bellos mitos griegos se refiere a la hospitalidad. Dos viejitos muy
pobres, Baucis y Filemón, dieron acogida a Júpiter y a Hermes que se
disfrazaron de andariegos miserables para probar cuanta hospitalidad quedaba en
la Tierra. Fueron rechazados por casi todos, pero cálidamente acogidos por esta
pareja de viejitos que les ofrecieron lo poco que tenían. Cuando las
divinidades se deshicieron de sus trapos y mostraron su gloria, transformaron
la choza en un espléndido templo. Los viejitos se prostraron en reverencia.
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Las divinidades les dijeron que hiciesen un pedido que
sería prontamente atendido. Como si lo hubiesen combinado previamente, ambos
dijeron que querían seguir en el templo recibiendo a los peregrinos y que al
final de su vida ambos, después de tan largo amor, pudiesen morir juntos. Y
fueron escuchados. Filemón fue transformado en un enorme carbayo y Baucis en
una frondosa morera. Sus ramas se entrelazaron en lo alto y así siguen hasta el
día de hoy, como cuentan los que pasan por allí. Y se sacó una lección que pasó
a lo largo de todas las tradiciones: quien acoge a un pobre hospeda al propio
Dios.
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La hospitalidad exige una buena voluntad incondicional
para acoger al necesitado y al que se encuentra en gran sufrimiento.
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Exige también escuchar atentamente al otro, más con el
corazón que con los oídos, para captar su angustia y su esperanza.
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Exige además una acogida generosa, sin prejuicios de
color, de religión ni de condición social. Evitar todo aquello que lo haga
sentir un indeseado y un extraño.
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Es importante dialogar abiertamente para captar su
historia de vida, los peligros que pasó y cómo llegó hasta aquí.
Responsabilizarse conscientemente junto con otros para que encuentre un lugar
donde vivir y un trabajo para ganare la vida. La hospitalidad es uno de los
criterios básicos del humanismo de una civilización. La nuestra está marcada
lamentablemente por prejuicios de larga tradición, por nacionalismos, por
xenofobia y por varios fundamentalismos.
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Todos estos cierran las puertas a los
inmigrantes en vez de abrírselas y, compasivos, compartir su dolor. En este
espíritu debe ser vivida y testimoniada la hospitalidad con nuestros hermanos y
hermanas haitianos. Aquí se demuestra si somos verdaderamente un pueblo de
cordialidad y de acogida abierta a todos, cuánto hemos crecido en nuestra
humanidad y mejorado nuestra civilización.
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