16-5-2014-KRADIARIO-Nº897
HOMBRES Y MUJERES: NUEVAS RELACIONES CREATIVAS
Por Leonardo Boff
La creatividad es la dinámica del propio universo. Su estado natural no es la estabilidad sino el cambio creativo. Todo es fruto de la creación natural o humana. La Tierra es fruto de una Energía creadora, misteriosa y cargada de propósito. Un día, un pez primitivo “decidió”, en un acto creador, dejar el agua y explorar la tierra firme. De ese acto creativo, vinieron los anfibios, luego los reptiles, después los dinosaurios, y finalmente los mamíferos y nosotros.
Si no fuéramos creativos, nunca habríamos llegado hasta
aquí. Detengámonos, por un momento, en la relación hombre-mujer, punto central
en las discusiones actuales de la Iglesia. Sabemos que hace diez mil años, la
historia fue marcada por el patriarcado. Este ha supuesto un viacrucis de
sufrimiento para todas las mujeres. Pero lo que ha sido construido
históricamente puede ser también históricamente deconstruido. Esta es la
esperanza que subyace en las luchas de las mujeres oprimidas y de sus aliados
entre los hombres, la esperanza de un nuevo estadio de civilización ya nunca
estigmatizado por la dominación de género.
Los hombres y las mujeres son definidos cada vez más no a
partir de su sexo biológico o factor cultural, sino a partir del hecho de ser
personas. Entendemos aquí por persona todo aquel o aquella que se siente dueño
de sí y que ejercita la libertad para plasmar su propia vida. La capacidad de
autoproducción en libertad (autopoiesis) es la suprema dignidad del ser humano
que no debe ser negada a nadie.
Tras el reconocimiento de la persona como persona, son
decisivos los valores de la cooperación y de la democracia como valor
universal, en el sentido de participación en la vida social, de la cual las
mujeres históricamente fueron privadas.
Su ausencia ayudó a instaurar la dominación y la
subordinación histórica de las mujeres. Hoy, mediante la cooperación de ambos,
dentro de una ética de la solidaridad y de cuidado mutuos, es cuando se
construirán relaciones inclusivas e igualitarias.
La cooperación supone confianza y respeto mutuo en una
atmosfera donde la coexistencia se funda en el amor, en la proximidad, en el
diálogo abierto, como ha insistido y mostrado el Papa Francisco.
Bien resaltaba el gran biólogo chileno Humberto Maturana: la
permanencia del patriarcalismo representa el intento de regresión a un estadio
pre-humano que nos remite al nivel de los chimpancés, societarios pero
dominadores.
Por eso la lucha por la superación del patriarcalismo es una
lucha por el rescate de nuestra verdadera humanidad. Las mujeres por ser
mujeres reciben menos salario haciendo el mismo trabajo. Y ellas componen más
de la mitad de la humanidad.
La democracia participativa y sin fin, fundamentalmente,
quiere decir participación, sentido del derecho y del deber y sentido de
corresponsabilidad. Antes que una forma de organización del Estado, la
democracia es un valor a ser vivido siempre y en todo lugar donde los seres
humanos se encuentran. Esta democracia no se restringe solo a los humanos, sino
que se abre a los demás seres vivos de la comunidad biótica, pues reconoce en
ellos derechos y dignidad. La democracia integral posee, pues, una
característica socio-cósmica.
La superación de la ancestral guerra de los sexos y de las
políticas opresivas y represivas contra la mujer se da en la misma proporción
en que se introduce y se practica la democracia real y cotidiana. En nombre de
esta bandera, la gran escritora y feminista Virginia Woolf (1882-1941) podía
proclamar: “Como mujer no tengo patria, como mujer no quiero patria, como mujer
mi patria es el mundo”.
La lucha contra el patriarcado supone un re-generación del
hombre. En esa tarea el hombre seguramente no conseguiría dar el salto por sí
mismo. De ahí la importancia de la mujer a su lado. Ella podrá evocar en los
hombres lo femenino escondido bajo cenizas seculares y podrá ser co-partera de
una nueva relación humanizadora.
Lo primero que hay que hacer es privilegiar los lazos de
interacción mutua y la cooperación igualitaria entre hombre y mujer. Aquí se
impone un proceso pedagógico en la línea de Paulo Freire: nadie libera a nadie,
pero juntos, hombres y mujeres, se liberarán en un proceso compartido de
libertad creadora.
En este nuevo contexto se deben recuperar aquellos valores
considerados antiguos y propios de la socialización femenina, pero que ahora
deben ser gritados a los oídos de los hombres y junto con las mujeres procurar
vivirlos. Se trata de un ideal humanitario para ambos. Me permito rescatar
algunos:
- Las personas son más importantes que las cosas. Cada
persona debe ser tratada humanamente y con respeto.
- La violencia nunca es un camino aceptable para la solución
de los problemas.
- Es mejor ayudar que explotar a las personas, dedicando
especial atención a los pobres, a los excluidos y a los niños.
- La cooperación, la asociación y el compartir son
preferibles a la competencia, la autoafirmación y el conflicto.
- En las decisiones que afectan a todos cada persona tiene
derecho a decir su palabra y ayudar en la decisión colectiva.
- Estar profundamente convencido de que lo cierto está del
lado de la justicia, de la solidaridad y del amor, y de que la dominación, la
explotación y la opresión están del lado equivocado.
Tales valores, tenidos en otro tiempo por femeninos, fueron
manipulados por la mentalidad patriarcal para mantener a las mujeres
subordinadas y dóciles. Hoy, al cambiar el cuadro del mundo y de la sociedad,
tales valores son los que nos pueden salvar. Es la razón por la que los hombres
y mujeres deben ser creativos en sus relaciones, pues así se humanizan.
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