26-5-2014-KRADIARIO-Nº899
¿PROFUNDIZAR O CAMBIAR?
Por Wilson Tapia Villalobos (*)
Ese parece ser el dilema que en
estos días ronda a la presidenta Michelle Bachelet. Seguramente ella no se lo
plantea así, pero el lenguaje dice más que el simple significado de las
palabras. En su mensaje del 21 de mayo,
habló de fomentar el diálogo, pero con el objetivo del cambio. Obviamente se
refería a la salud, a la educación, a los tributos. Pocos de sus contrincantes
se sintieron estimulados por tal visión.
Prefirieron hilar fino. Decir, por ejemplo, que a ella le interesaban
más las mascotas que la vida humana. Sin duda, una reflexión muy -muy, muy-
profunda, acerca de la idea de legalizar nuevamente el abortó terapéutico. Lo dijo el ex presidente Piñera. Eso, estaba hasta dentro de lo previsto. Un postulante a la reelección, aunque sea a
cuatro años plazo, puede darse esos lujos. Pero que, entre sonrisas
mefistofélicas, se pronunciara así el cardenal arzobispo de Santiago, Ricardo
Ezzati, es otro cuento. Definitivamente, el poder no acepta ni siquiera un
rasguño al statu quo que lo favorece. Y el malestar que produce una amenaza más
vale cubrirlo con el tan tironeado manto valórico.
El panorama político actual da
muestras de que sus actores están llegando a conclusiones. Algunas son muy obvias. Otras, las menos, son creaciones que parecen
dictarlas los nuevos aires que remozan el pensamiento de los pueblos. Entre las
obvias, está que la sociedad chilena cambió y que ya no está dispuesta a
aceptar que los políticos sean, en realidad, meros ilusionistas. Entre las
inéditas se encuentra asumir que la realidad nacional debe enfrentar cambios estructurales. No sólo remozar lo que ya existe. O, en otras palabras, la gente parece algo
aburrida de más de lo mismo, aunque tenga un color diferente.
Y sobre esto pueden recogerse
pruebas concretas. Una de ellas es la salida de la Concertación del poder,
luego de la anterior administración de Bachelet. Posiblemente en eso haya influido el escaso
atractivo del candidato para reemplazarla, Eduardo Frei Ruiz Tagle. Pero es indesmentible que el electorado
prefirió otear hacia la derecha antes de seguir, por otros cuatro años,
escuchando la misma monserga que le repitieron durante dos décadas. De alguna
manera, eso fueron los veinte años de la “democracia de los acuerdos”. Que, en
realidad, resultó ser un afianzamiento, lo más profundo posible, de un régimen
neoliberal inédito en el mundo. Y que
era la herencia de una dictadura que se sirvió de la ausencia de contrapeso
para imponerlo a sangre y fuego, literalmente. De allí viene nuestra Constitución Política. Y en ella están las bases de nuestra
democracia y, por tanto, los lineamientos centrales que rigen la educación, la
salud, la preservación de los recursos naturales, el trato en materia
tributaria y…un amplio etc. Es el punto de apoyo en que se sustenta esa especie
de ícono sacrosanto que es el mercado y que aquí lo rige todo. Responsable, por
tanto, de que Chile sea uno de los países que muestra mayor desigualdad en el
mundo en materia de reparto de su riqueza.
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Pues hoy, la presidenta parece
haber comprendido que es necesario hacer cambios a las estructuras. Es lo que
está anunciando. Sus palabras resuenan claras, pero los ecos que producen son
dispares, incluso en su propia coalición. Ya un sector de la Democracia
Cristiana ha salido a frenar ímpetus en cuanto a la Reforma en la Educación. Y
advierte contra la gratuidad y el pretendido término del lucro en esta área
fundamental.
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El argumento esgrimido:
amenaza a la libertad de enseñanza. Y
sus voceros lo han hecho de manera contundente.
La ex ministra del ramo, Mariana Aylwin, trajo a la memoria las
desastrosas consecuencias del Transantiago. El disparo fue cuidadosamente
calculado, ya que la presidenta Bachelet, en su anterior mandato, fue la responsable
de tal medida y debió pedir disculpas públicas por sus lamentables resultados.
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Otro ex ministro, esta vez de
Hacienda, Andrés Velasco, también abrió fuego. Su campo de acción fue la
Reforma Tributaria. El ex candidato
presidencial como abanderado de su Movimiento Fuerza Pública, afirmó que está
de acuerdo con cambiar las reglas en matera tributaria. Pero advierte que lo que se está proponiendo
carece de estudio de impacto en la inversión, en el ahorro, en el empleo.
Velasco pertenece, al igual que Aylwin, a la Nueva Mayoría, coalición que apoya
el gobierno de Bachelet. Ambos, también,
formularon sus declaraciones a través de una de las caras visibles de la
oposición en materia periodística: el diario El Mercurio.
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Otra
coincidencia. Pese a estar de acuerdo en
la necesidad impostergable de reformas en las áreas en que se desempeñaron en
el Gobierno, durante sus períodos nada hicieron en tal sentido.
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Las discrepancias al interior de
la base de apoyo de la coalición gobernante ya son evidentes. Algunos preferirían hablar de profundizar la
visión con contenido social. Otros
prefieren evocar la imagen de cambios estructurales. La presidente pretende
ponerse entre ambos. En su cuenta a la
nación, el 21 de mayo, dijo que sus reformas “no partían de cero”. Un intento tranquilizador para los sectores
de centro.
Pero el partido recién comienza.
Habrá que ver si la mandataria cuenta con la decisión necesaria para seguir
adelante con sus reformas, asumiendo un rol de conducción política que hasta
ahora se le desconoce. O si opta por ubicarse en el estrado de los
ilusionistas.
(*) Periodista y profesor universitario
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