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jueves, 22 de mayo de 2014

22-5-2014-KRADIARIO-Nº898
EL DISCURSO DE BACHELET VISTO 
POR CARLOS PEÑA:
PARA LA DERECHA, DEMASIADO; PARA LOS ESTUDIANTES, POCO

Lo más llamativo del discurso de la Presidenta fue la obvia disonancia entre las expectativas de cambio radical (que anhela el movimiento estudiantil y teme la clase empresarial, cada uno a su modo, un Jeremías) y el tono sencillo, pragmático y definitivamente socialdemócrata de su discurso y de su proyecto.
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Sin efluvios retóricos, adornos o excesos, su discurso tuvo la misma sobriedad de lo que se propone hacer: cambios incrementales, que se espera enderecen poco a poco el tronco torcido de la modernización, pero sin abandonarla en sus aspectos fundamentales. El discurso supo mezclar el dibujo de un horizonte halagüeño, pero lejano (especialmente en educación e igualdad), con medidas inmediatas (nuevas universidades, nuevos centros de salud, deportivos, biblioteca, programas populares, etcétera).
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Los ambiciosos tics lingüísticos de estos días (cambio de paradigma, fracaso del modelo, etcétera) brillaron por su ausencia y, en cambio, proliferaron los viejos temas de la modernización (responsabilidad social, desarrollo, aumento del capital humano, sociedad civil, etcétera).
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Como quien dice, lo mismo; pero mejor.
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Para probarlo, baste recordar que la premisa fundamental del discurso y la orientación estratégica del Gobierno -la educación como la llave maestra de la igualdad- es plenamente consistente con las teorías del capital humano que cualquier economista neoclásico compartiría.
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Durante los gobiernos de la Concertación se emprendió un exitoso proyecto de modernización capitalista con una retórica anticapitalista. A la luz de este discurso, no será el caso de Bachelet. Ella parece dispuesta a emprender un programa de mejora incremental de esa misma modernización, pero sin adornos escatológicos, ni quejas retóricas.
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Una sencilla sobriedad en las palabras y en los proyectos.
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Esa contención sensata de la Presidenta, ni calmará el temor de la clase empresarial, ni apagará el radicalismo de parte del movimiento estudiantil. A la derecha le parecerá demasiado, a los estudiantes, poco. Lo más probable, sin embargo, es que el punto de vista de la Presidenta acabe sintonizando con las grandes mayorías. Aquellas que cambiaron su vida estas últimas décadas y que no anhelan abandonar el curso de la modernización sino, simplemente, que ella se ponga a la altura de las promesas que la legitiman.
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Como tarea pendiente para el análisis sociológico e histórico, quedará, sin embargo, explicar qué pudo haber ocurrido en el espacio público chileno para que en él pudieran coexistir, con tal vigor, la retórica contraria al modelo que tantos se apresuraron a seguir, por una parte, con un programa gubernamental que consolida y mejora a este último, por la otra.

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