13-5-2014-KRADIARIO-Nº897
PIKETTY Y LA REFORMA TRIBUTARIA
Por José Antonio Viera-Gallo
Me sorprendí mucho al leer la editorial de El Mercurio del
domingo pasado sobre las desigualdades y la reforma impositiva. No por su
argumentación bien conocida, sino por sus críticas referencias a la obra de
Thomas Piketty “El Capital en el Siglo XXI”, que ha cobrado una súbita fama en
Europa y EE UU.
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El economista francés haciendo un análisis histórico del
capitalismo, llega a una conclusión poco novedosa: el mercado produce riqueza, pero sin reglas
aumenta las desigualdades pues las rentas del capital están menos distribuidas
que las del trabajo. El Mercurio se esforzaba por argumentar – como antes lo
hicieron The Econmist y el Finantial Times – para demostrar que las afirmaciones
de Piketty eran erradas.
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Lo que me llama la atención es la facilidad con que unos y
otros recurren a un autor poco conocido entre nosotros para respaldar sus
posiciones contra las desigualdades o para refutarlas, defendiendo o atacando
la reforma tributaria.
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La obra de Piketty todavía no ha sido traducida al español.
Existe en francés e inglés en libros de 900 y 700 páginas respectivamente. No
niego que algunos economistas o cientistas sociales hayan podido estudiarla con
inusitada rapidez en esas lenguas, pero dudo que sea un número significativo. Más
bien resulta probable que hayan leído los comentarios a su obra en alguna
publicación o en la red. Y lo mismo me imagino habrá hecho el editorialista del
diario decano.
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Es que Piketty ha saltado al éxito porque ha tocado la tecla
justa cuando la economía mundial viene saliendo de una gran crisis y las
políticas de austeridad han aumentado las desigualdades entre los más ricos y
los que viven de su trabajo. Sus conclusiones ponen en cuestión los pilares de la
escuela neoliberal. No es de extrañar porque él es un socialista. Lo novedoso
es que haya encontrado tanto eco en las universidades anglosajonas.
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Se ha convertido en el gurú de las desigualdades, como lo
fue un tiempo – aunque con menor impacto mediático – otro intelectual francés: Pierre Rosanvallon.
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Piketty ha propuesto que los países se pongan de acuerdo
para establecer un impuesto de un 80% a las rentas de los sectores más
adinerados del mundo. Lo que no deja de ser algo ingenuo si tenemos en cuenta
que la llamada tasa Tobin a las transacciones financieras propuesta en los años
70 hasta ahora no ha sido adoptada (*).
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Existe entre nosotros, como mal endémico, más comprensible
en la juventud cuando el espíritu inquieto anda suelto, la tentación de apropiarse
de ciertas obras o pensadores extranjeros desconociendo el contexto en que han
sido publicadas y la verdadera intención de sus autores. Con facilidad se los
transforma en “maitres à penser”. ¿No ocurrió así hace pocos años con F.
Fukujama o M. Friedmann? Me pregunto, ¿cuántos los leyeron? Es más fácil
aferrarse al péndulo de la moda que oscila entre la derecha y la izquierda.
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Cada quien esgrime en la arena política los autores que le
sirven de apoyo y, por cierto, no leerá jamás a aquellos que considera como
ideólogos del adversario. Se saldría de “lo correcto”. Ello resulta más absurdo
cuando hoy existe un consenso muy amplio sobre la necesidad de la reforma
tributaria, incluso sobre el monto de recursos a lograr ( 3% del PIB).
Recuerdo que en los movidos años 60 en la UC., varios
estudiantes de Sociología hablaban de la obra de R. Dahrendorf “La lucha de clases en la sociedad industrial”
haciendo referencia al capítulo en que el autor hacía referencia al pensamiento
de Marx sobre las clases sociales. Para muchos fue su primer contacto con C.
Marx.
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Los estudiantes de Derecho los mirábamos con cierta envidia:
nosotros sólo habíamos tenido un contacto apologético con Marx, el cual dicho
sea de paso es mucho más relevante para el estudio de la sociedad que del
derecho. Todos, sin embargo, desconocíamos que en esos mismos años, mientras
nosotros seguíamos a Dahrendorf como gran “izquierdista”, Willy Brandt procedía
a expulsarlo del partido Social Demócrata alemán (SPD) por sus posiciones
liberales.
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Las ideas llegaban a América Latina patas para arriba. No
había internet y nadie se preocupaba por entender el significado cultural de
las obras que leíamos afanosamente. Teníamos una facilidad enorme para huir de
la realidad y refugiarnos en un cómodo debate de ideas generales, cada uno en
su casillero.
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Pensé que con el desarrollo del país esta mala costumbre
había terminado. Pero el caso Piketty me demuestra lo contrario. De nuevo una
obra económica es tratada como arma ideológica. ¡Pareciera que el debate
tributario estuviera poniendo en juego el sistema económico!
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Su propósito es bien diferente: busca contribuir en forma gradual a la
reducción de las desigualdades de ingresos y abrir paso a una mejoría en el
sistema educacional, amén de financiar un mayor gasto público que pueda
contribuir a mejores servicios por parte del Estado.
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Se podrá discutir el contenido y oportunidad de la reforma
tributaria, los mecanismos que utiliza y los efectos sobre el ahorro y la
inversión. Todo ello es lógico y necesario. Para eso está el Parlamento y, a
fin de cuentas, un sistema democrático que se funda en la deliberación pública.
Pero para eso no es necesario recurrir a argumentos de autoridad tomados de
autores que no han sido cabalmente asimilados por la academia y menos por la
política.
Las ideas sociales, económicas o políticas se vuelven
ideológicas cuando escamotean la realidad y se revisten de autoridad. Y para
ello, con facilidad y desparpajo, se recurre al peso o la fama de intelectuales
de moda. Es como un baile de máscaras en que no se quiere reconocer las
coincidencias y se exacerban las contraposiciones.
(*) – La tasa Tobin fue anuncia en 1972 y presentada en 1978
por el Premio Nobel de Economía de 1981. Consiste en la imposición de un
impuesto a cada una de las transacciones financieras que atraviesan las
fronteras nacionales de entre 10 y 25 centávos por cada cien dólares en cada
transaccion. Esta tasa se dirige al desestímulo del flujo de capitales a muy
corto plazo pues estos obtienen un por ciento de ganancia muy reducido y el impuesto
t prácticamente haría desaparecer esta especulación.
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