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jueves, 8 de mayo de 2014

8-5-2014-KRADIARIO-Nº 896

EL PAIS IDÍLICO DE LA CAMPAÑA ELECTORAL SE ESFUMA POR LA POLITIQUERÍA Y EL TRABAJO CHAPUCERO DEL GOBIERNO

Por Walter Krohne

Nadie espera que el Gobierno de Michelle Bachelet sea revolucionario, porque la revolución en Chile ya la hemos experimentado a un alto costo y con resultados terriblemente desastrosos y amargos para muchas familias que fueron aplastadas por la bota militar. Lo que espera la gran mayoría es un gobierno de grandes y contundentes cambios sociales que permitan mejorar considerablemente la calidad de vida, pero sin reformas radicales en lo que concierne a la democracia,  a los derechos y libertades personales.
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El chileno es en general un ser pacífico que  busca satisfacerse con determinados aspectos fundamentales como son la familia, las amistades, un trabajo que le permita darse ciertos gustos, un sistema de salud adecuado y ojalá gratuito, como también una educación fiscal y de calidad superior. Igualmente, aparte del  trabajo, se inclina por tener un automóvil o similar, al margen de contar con un buen servicio de transporte público. La casa, bien equipada,  es también un elemento esencial  dentro  de  este esquema “ideal” para disfrutar con la familia y los amigos y compadres. Irse de vacaciones al menos una vez al año y ver crecer a los hijos de año en año son puntos que igualmente componen esta lista de la felicidad.
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Es el pensamiento del chileno medio o de clase media que busca contar con un trabajo adecuado, donde sea bien tratado, sin verse amenazado por explotaciones laborales o injusticias internas en las empresas  que le impidan seguir construyendo el esquema esencial que hemos descrito e imaginado en este artículo.
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Hay que pensar que el único objetivo final importante en la vida es el hallazgo de la felicidad, porque muchos seres humanos contentos y satisfechos  forman una sociedad fuerte, solidaria, digna y emprendedora,  capaz de mover montañas al ir cumpliendo los objetivos fundamentales de vida. Es una fuerza inmensa que hace realidad sueños increíbles.
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Sin embargo, la “realidad” descrita es un cuadro muy idílico en Chile, ya que lo que en este país ocurre es precisamente todo lo contrario,  describible como una lucha diaria interna, donde se salvan sólo los más “avispados”, pero que tampoco llegan a ser felices.

El revuelo político actual es inmenso y las esperanzas de un mundo mejor se van diluyendo de día en día. Los políticos forman  una casta social sin ideologías que hace y deshace en el marco de su propio esquema y donde el ciudadano nada tiene que decir o hacer. Las cosas buenas del gobierno anterior (porque todo gobierno puede hacer cosas buenas y malas)  han sido rápidamente eliminadas, como la atención de los usuarios de Fonasa en clínicas privadas cuando faltan cupos en los centros asistenciales estatales o la eliminación del etiquetado en los productos alimenticios.  Es que de esta forma la clase gobernante puede decirle al que considera  “un enemigo” que "ustedes no supieron hacer las cosas". Esto es útil para ganar elecciones, pero no para mejorar la vida del pueblo chileno.
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Sin embargo, la inoperancia está en ambos lados, y esto es precisamente lo preocupante. Los del Gobierno actual se empeñan en lograr una reforma tributaria que le dará mayores ingresos al fisco por 8.200 millones de dólares, pero no hay claridad aún en cómo se va a gastar este monto,  cuándo comenzará este gasto y dónde se invertirá realmente. Lo que se ha explicado es que este fondo se destinará a reformas de la educación (creación de un sistema fiscal gratuito en todo Chile), reforma en el sistema de salud y reforma de las pensiones. Muchos economistas sacan cuentas y no logran hacer coincidir las sumas que se necesitan  para dichas grandes reformas con el dinero que se llegaría a recaudar. Desde ya el gobierno actual debe considerar un gasto fiscal de por lo menos 1.100 millones de dólares para superar los desastres de los dos terremotos en el norte y del gigantesco incendio en Valparaíso, lo que será una reconstrucción que no estará libre de complicaciones.

Es una reforma que tiene más "cara a reformita” que otra cosa. Con tantas promesas electorales el déficit fiscal podría llegar a elevarse a las nubes . Desde ya los expertos estiman que este  déficit en 2014, por menores ingresos e incremento de los gastos, podría alcanzar a 1,9 por ciento del Productos Interno Bruto (PIB).

Pero lo peor de todo es que se ha puesto "la carreta delante de los bueyes", porque las grandes reformas que prometió Bachelet en su campaña no pueden llevarse a cabo con el estilo desordenado y precipitado en que se está trabajando actualmente en La Moneda. Muchos aspectos de estas reformas requieren de cambios en la Constitución y lo más cuerdo hubiese sido haber partido por una reforma constitucional.  Hoy se están dando “palos de ciego”, especialmente en el Ministerio de Educación, donde los expertos trabajan en una gran reforma y con proyectos aislados,  como la capacidad ministerial de nombrar interventores en planteles educacionales que incumplan las normas y objetivos de la enseñanza superior, técnica y profesional,  pero lo que exponen en un texto entregado al Congreso queda rápidamente obsoleto tras ser  declarado inconstitucional por algunos especialistas (ver nota separada con entrevista de Carlos Peña en este edición de Kradiario).
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Lo mismo ocurre con la reforma tributaria que tiene como uno de sus objetivos que quienes ganan más paguen también más para los gastos y reformas sociales, lo que significa no cargar a la clase media, el resultado será  exactamente lo contrario porque se verán afectados los impuestos de viviendas económicas; las pensiones (a través de las ganancias que se obtengan en los fondos de inversión); la construcción será más cara por eliminación de franquicias tributarias;  los alimentos subirán de precio porque los empresarios intentarán recuperar con alzas de precios los nuevos tributos que deberán pagar; y  el impuesto verde hará subir el precio de la energía eléctrica (se estima en un 25%)  al prohibirse en el futuro el uso del carbón  en las plantes productoras de electricidad (se cambiará por gas natural).

Así avanza esta carreta por un sendero muy alejado del país idílico que está buscando el chileno medio desde hace ya muchas décadas.

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