8-5-2014-KRADIARIO-Nº 896
EL PAIS IDÍLICO DE LA CAMPAÑA ELECTORAL SE ESFUMA POR LA POLITIQUERÍA Y EL TRABAJO CHAPUCERO DEL GOBIERNO
Nadie espera que el Gobierno de Michelle Bachelet sea
revolucionario, porque la revolución en Chile ya la hemos experimentado a un
alto costo y con resultados terriblemente desastrosos y amargos para muchas
familias que fueron aplastadas por la bota militar. Lo que espera la gran
mayoría es un gobierno de grandes y contundentes cambios sociales que permitan
mejorar considerablemente la calidad de vida, pero sin reformas radicales en lo
que concierne a la democracia, a los
derechos y libertades personales.
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El chileno es en general un ser pacífico que busca satisfacerse con determinados aspectos
fundamentales como son la familia, las amistades, un trabajo que le permita darse
ciertos gustos, un sistema de salud adecuado y ojalá gratuito, como también una
educación fiscal y de calidad superior. Igualmente, aparte del trabajo, se inclina por tener un automóvil o
similar, al margen de contar con un buen servicio de transporte público. La
casa, bien equipada, es también un
elemento esencial dentro de este esquema “ideal” para disfrutar con la
familia y los amigos y compadres. Irse de vacaciones al menos una vez al año y
ver crecer a los hijos de año en año son puntos que igualmente componen esta lista de la felicidad.
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Es el pensamiento del chileno medio o de clase media que
busca contar con un trabajo adecuado, donde sea bien tratado, sin verse
amenazado por explotaciones laborales o injusticias internas en las empresas que le impidan seguir construyendo el esquema
esencial que hemos descrito e imaginado en este artículo.
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Hay que pensar que el único objetivo final importante en la
vida es el hallazgo de la felicidad, porque muchos seres humanos contentos y
satisfechos forman una sociedad fuerte, solidaria, digna y
emprendedora, capaz de mover montañas al ir cumpliendo los objetivos fundamentales de vida. Es una fuerza inmensa que hace realidad sueños increíbles.
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Sin embargo, la “realidad” descrita es un cuadro muy idílico
en Chile, ya que lo que en este país ocurre es precisamente todo lo contrario, describible como una lucha diaria interna,
donde se salvan sólo los más “avispados”, pero que tampoco llegan a ser felices.
El revuelo político actual es inmenso y las esperanzas de un
mundo mejor se van diluyendo de día en día. Los políticos forman una casta social sin ideologías que hace y
deshace en el marco de su propio esquema y donde el ciudadano nada tiene que
decir o hacer. Las cosas buenas del gobierno anterior (porque todo gobierno
puede hacer cosas buenas y malas) han
sido rápidamente eliminadas, como la atención de los usuarios de Fonasa en
clínicas privadas cuando faltan cupos en los centros asistenciales estatales o
la eliminación del etiquetado en los productos alimenticios. Es que de esta forma la clase gobernante puede decirle al que considera “un
enemigo” que "ustedes no supieron hacer las cosas". Esto es útil para ganar elecciones, pero no para mejorar la vida del pueblo chileno.
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Sin embargo, la inoperancia está en ambos lados, y esto es
precisamente lo preocupante. Los del Gobierno actual se empeñan en lograr una
reforma tributaria que le dará mayores ingresos al fisco por 8.200 millones de
dólares, pero no hay claridad aún en cómo se va a gastar este monto, cuándo comenzará este gasto y dónde se
invertirá realmente. Lo que se ha explicado es que este fondo se destinará a
reformas de la educación (creación de un sistema fiscal gratuito en todo Chile),
reforma en el sistema de salud y reforma de las pensiones. Muchos economistas sacan
cuentas y no logran hacer coincidir las sumas que se necesitan para dichas grandes reformas con el dinero que se
llegaría a recaudar. Desde ya el gobierno actual debe considerar un gasto
fiscal de por lo menos 1.100 millones de dólares para superar los desastres de
los dos terremotos en el norte y del gigantesco incendio en Valparaíso, lo que será una
reconstrucción que no estará libre de complicaciones.
Es una reforma que tiene más "cara a reformita” que otra
cosa. Con tantas promesas electorales el déficit fiscal podría llegar a elevarse
a las nubes . Desde ya los expertos estiman que este déficit en 2014, por menores ingresos e
incremento de los gastos, podría alcanzar a 1,9 por ciento del Productos Interno
Bruto (PIB).
Pero lo peor de todo es que se ha puesto "la carreta delante de
los bueyes", porque las grandes reformas que prometió Bachelet en su campaña no
pueden llevarse a cabo con el estilo desordenado y precipitado en que se está
trabajando actualmente en La Moneda. Muchos aspectos de estas reformas
requieren de cambios en la Constitución y lo más cuerdo hubiese sido haber partido
por una reforma constitucional. Hoy se
están dando “palos de ciego”, especialmente en el Ministerio de Educación,
donde los expertos trabajan en una gran reforma y con proyectos aislados, como la capacidad ministerial de nombrar interventores en planteles educacionales
que incumplan las normas y objetivos de la enseñanza superior, técnica y
profesional, pero lo que exponen en un
texto entregado al Congreso queda rápidamente obsoleto tras
ser declarado inconstitucional por
algunos especialistas (ver nota separada con entrevista de Carlos Peña en este
edición de Kradiario).
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Lo mismo ocurre con la reforma tributaria que tiene como uno
de sus objetivos que quienes ganan más paguen también más para los gastos y
reformas sociales, lo que significa no cargar a la clase media, el resultado
será exactamente lo contrario porque se
verán afectados los impuestos de viviendas económicas; las pensiones (a través
de las ganancias que se obtengan en los fondos de inversión); la construcción
será más cara por eliminación de franquicias tributarias; los alimentos subirán de precio porque los empresarios
intentarán recuperar con alzas de precios los nuevos tributos que deberán pagar; y el impuesto verde hará subir el precio
de la energía eléctrica (se estima en un 25%) al prohibirse en el futuro el uso del carbón en las plantes productoras de electricidad
(se cambiará por gas natural).
Así avanza esta carreta por un sendero muy alejado del país
idílico que está buscando el chileno medio desde hace ya muchas décadas.
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