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viernes, 19 de octubre de 2012

Ricardo Torres Ramírez,
periodista penquista,
dirigente sindical,
detenido después del
golpe por reclamar
libertad de sus colegas
presos. Prisionero
durante meses en
Chacabuco. Fallece el
año 2004.
Foto de Jo Schwartz




Crónicas de Gabriel Sanhueza Suárez
"SURAZO", UN VIENTO DE DIGNIDAD 
En octubre de 1972, hace la friolera de 40 años, nos tomamos el Diario El Sur de Concepción en medio de la huelga nacional que habían iniciado los empresarios para derrocar a Salvador Allende, elegido democráticamente por los chilenos.
El periódico, acérrimo opositor, había publicado por lo menos seis avisos llamando a paralizar el comercio, a apoyar la huelga de los camioneros, sumándose así a la sedición en marcha en contra del gobierno. Paralelamente se oponía a publicar noticias, ni siquiera publicidad pagada, que diera cuenta del apoyo de los sindicatos y de las organizaciones sociales al gobierno de la Unidad Popular. El Sur era un medio de comunicación al servicio del golpe en ciernes y trataba desesperadamente de invisibilizar al gran movimiento social progresista.
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Poco ha cambiado desde entonces, el rol de la prensa frente a los movimientos sociales de hoy y sus demandas. Sigue en mano de los empresarios, para los cuales la libertad de expresión no significa nada.
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Durante la toma, periodistas y trabajadores editamos “Surazo”, el que remplazó a los dos diarios de la empresa y que en pocos días se ganó el apoyo y el respeto de todas las organizaciones sociales de la provincia. Más aún, lo convirtieron en su vocero.
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Fue una experiencia de comunicación ciudadana, donde no eran los periodistas quienes interpretaban la realidad, sino que Surazo abrió sus páginas a los trabajadores y a sus organizaciones, los que hacían llegar sus crónicas por centenas.

Al término del paro de los empresarios, que muy a su pesar no logró entonces derrocar al gobierno, el periódico fue restituido a sus dueños y nosotros, los trabajadores del diario fuimos despedidos.
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Mucho después de estos hechos, me encontré con un suplementero de Concepción, un hombre sencillo y honesto, quién me reconoció a pesar de los años pasados y me abrazó emocionado.
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“Yo repartía Surazo en las calles", me dijo. "Era nuestro diario, era el diario que la gente quería, que despertó un cariño, que nunca ninguno otro logró”.
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Once meses más tarde de esta historia, llegó el golpe. Los que participamos en hacer el Surazo terminamos presos, relegados, exiliados, otros cesantes y perseguidos. Sin embargo, todos demostramos una altivez y una decencia increíble. La vida nos envió por distintos caminos, pero el recuerdo de octubre del 72 es más grande y cuando nos encontramos nos abrazamos con fuerza y nos miramos a los ojos, sin ninguna turbación.
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Muy distinto a los otros periodistas, algunos de los cuales salieron el 11 de septiembre vestidos de militares a perseguir por Concepción a partidarios del gobierno de Allende. Otros, salvo honrosas excepciones, empezaron sin rubor a trabajar en diarios intervenidos, en radios del ejército y sobre todo empezaron a mirar para el lado para no querer ver los horrores que la gente vivía bajo la dictadura militar.
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Esos, cuando me los encuentro, no me abrazan y nunca me miran a los ojos. Por algo será.

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