BORGHI, EL QUIJOTE Y LOS PERROS
Por Enrique Fernández
- Estoy cansado ya de las mentiras de todos ustedes…
“De todos ustedes”. Así de categórico fue Claudio Borghi para descalificar a los periodistas. A todos quienes lo escuchaban. De su furia no se libró ninguno de aquellos que colmaban la sala donde el técnico de la selección de fútbol ofrecía su esperada conferencia de prensa.
Si hubiera confirmado su renuncia, muchos habrían despachado de inmediato la noticia a sus medios. Pero en lugar de eso, don Claudio aseguró que seguirá al mando del buque, a cargo del “proceso” para que el equipo representativo de Chile entre a la etapa clasificatoria del próximo mundial.
- Y no tengo ningún tipo de dudas de que hay gente que se prepara para criticarme. Cosa que me pone orgulloso porque quiere decir que soy importante –explicó el técnico.
Borghi tiene razón: hay gente que se prepara para criticarlo. No cualquiera es comentarista deportivo. Si no, que lo diga Bonvallet. Pero eso también debería ser motivo de orgullo, porque muchos escritores acusan a los críticos literarios de no tener preparación. Lo mismo ocurre con los artistas del cine y el teatro que se quejan de la superficialidad con que los trata la prensa.
Lo que ocurre con don Claudio, en cambio, es que considera injusta la crítica. Tiene la certeza de que lo está haciendo bien y en su inventario no hay lugar para la autocrítica.
Mientras los muchachos de la prensa escuchaban su recriminación, resignados o desconcertados, el entrenador extrajo de su sombrero un nuevo argumento. Invocó a Miguel de Cervantes y Saavedra y al Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, cuando afirmó con total naturalidad:
- El Quijote decía: “Los perros ladran sí, señal de que llegamos”.
A esa altura de su arenga afloró el buen humor que a veces caracteriza a don Claudio, porque dijo que los perros que le están ladrando a él son sólo “chihuahuas” insignificantes. De todos modos el lío ya estaba armado con la alusión al Quijote, para pasar del terreno deportivo al espinoso campo de la sensibilidad cultural. Fue así como una distinguida periodista radial no pudo contener su indignación:
- Señal que cabalgamos dijo el Quijote, no “que llegamos” –corrigió ella en tono didáctico, para enmendarle la plana al profe Borghi.
- Los perros ladran, señal que cabalgamos –insistió, para que no quedara ninguna duda.
Otro versátil periodista de radio y televisión calificó de “espuria” la cita de Borghi. Pero además se creyó en el deber de precisar que el Quijote dijo: “Deja que los perros ladren… Sancho”.
Ésta sí que es prueba, pensó alguien, al evocar sus tiempos de estudiante de enseñanza media cuando tuvo que leer el libro de Cervantes. Sin embargo, por más que buscó entre sus recuerdos literarios, en ningún capítulo, en ninguna página y en ninguna línea del voluminoso tomo aparecía don Quijote con la sentencia aquélla de los perros que ladran porque cabalgamos o porque vamos llegando… Sancho…
¿Entonces de dónde sacó don Claudio su quijotesca alusión a los perros? ¿Y de dónde extrajeron sus conocimientos aquellos cultos representantes del Cuarto Poder que corrigieron al entrenador? Desde luego, no del libro de Cervantes sino de algún texto posterior inspirado en el Caballero de la Triste Figura. Ejemplos abundan, como el ensayo de Miguel de Unamuno “La vida de don Quijote y Sancho” (1914). O la pieza teatral “El hombre de la Mancha” (1965), llevada al cine con Peter O´Toole y Sofía Loren. O la película “Don Quijote Cabalga de Nuevo”, con Mario Moreno, Cantinflas, en el papel de Sancho Panza (1973).
En Chile, el dramaturgo Sergio Vodanovic escribió una pieza dramática que tituló “Deja que los Perros Ladren” (1959), donde describe los signos de corrupción de la sociedad. La obra también fue llevada a la pantalla cinematográfica a comienzos de los años 60.
Pero hay en la historia del cine una versión del Quijote que no alcanzó a ver la luz. Su guionista y director fue Orson Welles –el mismo de “La Guerra de los Mundos”-, que murió en 1985 sin concretar su proyecto. La frase que quiso citar Claudio Borghi, si nos atenemos a la leyenda, aparece en este guión inconcluso, cuando don Quijote y Sancho entran al territorio de El Toboso en medio de los ladridos de los perros, según asegura el escritor uruguayo Eduardo Galeano.
A don Quijote los ladridos no lo perturbaban, como al entrenador. Por el contrario, lo estimulaban a seguir cabalgando para llegar al lugar donde cumpliría su sueño: encontrar a Dulcinea.
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