Por Jessika Krohne
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Hay que reconocer que Chile ha avanzado mucho en los temas relacionados con la igualdad de género. Solo si nos trasladamos a las elecciones municipales recientes, podemos percibir que la mujer está ganando terreno en nuestro país. En varias comunas muy importantes de Santiago fueron elegidas alcaldesas para seguir con la labor de la comuna y también en regiones se puede percibir esa tendencia y eso habla de un país que está cambiando y teniendo otras ideas, mucho más abiertas frente al género.
Pero aún falta mucho en esta materia y hay muchas cosas que los chilenos tienen que cambiar; seguimos siendo un país muy machista. Si nos trasladamos al ámbito del trabajo, las mujeres siguen ganando muchas veces bastante menos que los hombres y cuando se trata de contratar a una mujer, si postulan dos hombres y dos mujeres a un cargo, lo más probable que el contrato se firmará con uno de los dos postulantes masculinos.
Reflexionemos sobre algo tan fundamental como el lenguaje. En español, es habitual que un hombre se refiera a su esposa como: “mi mujer”, lo que da una connotación muy posesiva al referirse a su cónyuge, como si fuera una pertenencia; pero una mujer no puede referirse a su marido como “mi hombre”. Sin embargo en otros idiomas, como en alemán una mujer puede referirse a su marido como “mi hombre” y un hombre puede decir “mi mujer”, es decir podemos hablar de algo mucho más equitativo. En ese sentido le falta mucho a nuestra sociedad y a nuestro país.
Si retrocedemos 15 años, la mujer tenía que optar por el apellido de su marido, que también se imponía como una connotación de pertenencia, como por ejemplo María Pérez de Soto. Eso ha cambiado hoy en día, ya que la esposa mantiene su apellido y solo usa el del marido en asuntos sociales y en muy pocas oportunidades.
En la televisión aún es muy explotado el cuerpo del sexo femenino y mientras más piel y desnudez se muestre, más sube el rating. Esa forma de exhibir los programas en los canales nacionales, no le hacen ningún favor a las mujeres, ya que las muestran como un objeto sexual.
Si bien, se ha logrado la emancipación de género como ya dicho, aún se sigue mostrando a la mujer como el sexo débil y como una persona con menor inteligencia, habilidades y capacidades.
La actividad laboral de la mujer aún sigue siendo muy baja, porque a la mujer y madre le cuesta desprenderse del hogar por la escasa ayuda que recibe de su marido en los quehaceres domésticos y si logra trabajar remuneradamente fuera del hogar, tiene una doble carga de trabajo, ya que la crianza y los asuntos domésticos siguen estando muy ligados a ella y el hombre se involucra muy escasamente en esas labores y prácticamente no aporta en el hogar y mucho menos cuando es el sostén económico fuerte de la familia.
En la nueva ley del postnatal, está la posibilidad de que el hombre también haga uso de su permiso postnatal, donde la mujer le puede ceder al hombre parte del beneficio. Es decir, si la madre decide tomar 12 semanas a jornada completa puede traspasar hasta un máximo de seis semanas al padre. En cambio, si la mujer toma 18 semanas a media jornada puede traspasar un máximo de 12 semanas en media jornada al padre. En ambos casos, el subsidio se calcula en base al sueldo del hombre. Los padres además tendrán derecho a fuero por el doble periodo que se tome a jornada completa o a un máximo de tres meses si lo utiliza a jornada parcial.
Pero esa normativa ha quedado prácticamente solo escrito en la ley y no se aplica en la práctica, ya que son muy pocos los hombres que han hecho uso de ese derecho.
Como país nos falta mucho todavía, para cambiar la forma de pensar de los chilenos y convertirnos en un país más equitativo.
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