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martes, 3 de abril de 2012

CHILE: LA DEUDA DE LOS VALORES

Por Wilson Tapia Villalobos

La sociedad chilena tiene una gran deuda con los valores. Y en algún momento, las deudas se pagan. De alguna manera, pero se pagan. Aunque sigamos jugando la carta hipocritona de la mesura y de lo políticamente correcto.

La historia nuestra está plagada de ejemplos en que nos hemos saltado los márgenes de lo humanamente respetable. Y los sátrapas, los comerciantes, los políticos -como quiera que se les llamare-, siguieron adelante como si nada. Siempre recurriendo a la muletilla de que “hay que dar vuelta la página, no se puede vivir en el pasado”.

La revolución del ´91 no sólo dejó un presidente mártir, también deudas sin saldar. Con el tiempo, se fueron mimetizando con la epidermis nacional. Pero jamás hubo un cierre real. Lo mismo ocurrió en 1973. Esa vez tampoco se hizo una asepsia completa a la cabeza nacional.

Y día a día nos saludan episodios en que vemos que nuestra corteza espiritual, nuestra solidez ética, más bien parece tramoya. Esta vez fue el asesinato de Daniel Zamudio. Se le condenó a una muerte atroz por ser homosexual. El episodio -porque ya pasó a ser sólo eso- sirvió para que se encendieran las luces de los escenarios. Y se anunciara, con bombos y platillos que se apresuraría el despacho de la Ley Anti Discriminación. La iniciativa lleva siete años durmiendo en el Congreso. Poco, si se mira como ha avanzado el mundo en materia de DD.HH. Mucho si, pese a los atrasados que estamos, las rémoras -de todos los colores- son capaces de frenar el avance de la lucidez y el humanismo.

Ojalá que esta vez esa deuda se pague. No va a ser fácil. Siempre existirá un resquicio por el que pueda filtrarse algún freno, algo que haga que las cosas parezcan que son, pero no son. La Corte Suprema se ha pronunciado cuatro veces contra este proyecto. Entre otras, una de las razones que ha esgrimido es que la igualdad ante la Ley ya está asegurada en la Constitución. ¡Y lo dicen ellos! Los señores de la Suprema que durante la dictadura última, se olvidaron de que la Justicia alguna vez fue ciega y auparon al sátrapa sin siquiera ruborizarse.

Esta fue la Justicia que dio origen a la famosa frase que el ex presidente Patricio Aylwin lanzó a la posteridad entre sonrisas melifluas: “Se hará justicia, en la medida de lo posible”. Estaba hablando, nada menos, que de delitos de lesa humanidad, de atropello a los Derechos Humanos durante la dictadura.

Y la Justicia chilena es una anécdota más en este muestrario de basura que se esconde debajo de la alfombra. Han pasado más de veinte años y seguimos con el mismo sistema político que dejó la dictadura. Eso es responsabilidad de los políticos. De los de derecha, de centro y de izquierda. Los ciudadanos continuamos sin poder pronunciarnos sobre temas trascendentales para nuestra vida. Y cada día se nos desinforma más, con una construcción comunicacional que no muestra fisuras ni alternativas. Inmersos en un sistema económico que no da respiro y que es guiado con mano férrea por los descendientes de aquellos que vencieron en la Guerra del ´91. Pero si hasta el que consiguió fondos con los ingleses se llamaba Agustín Edwards Ross. A su descendiente le tocó hacer el mismo papel, pero en Washington, ocho décadas más tarde.

En esta vuelta de la historia, la imagen de Zamudio es el ícono. Su causa es del humanismo actual, pero para nosotros es del futuro. Y no es que estemos atrasados en esto solamente. Nuestra cultura ha debido avanzar a trompicones. Saltando obstáculos cada vez más complejos. Y enfrentándonos siempre son esas sonrisas melifluas que hacen el eco a frases como las del ex presidente Aylwin.

Esta vez, vino de la boca de monseñor Ricardo Ezzati. El jefe da la Iglesia Católica chilena se pronunció a favor de la ley Anti Discriminación. Pero agregó que, claro, habría que ver algunos aspectos para evitar daños -colaterales, me imagino. Como si la lucha contra la discriminación también pudiera ser “en la medida de lo posible”.

El conservadurismo está dando una de sus luchas más denodadas. Está en su derecho. Pero los que batallan por ayudar a construir una sociedad más acogedora, más digna, con menos hipocresía y más contención, también tienen algo que decir. Esas voces hoy se encuentran desperdigadas.

Quizás buscan donde pagar la deuda.

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