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lunes, 9 de abril de 2012

CHILE: ¿CUÁNTOS AÑOS DEBE DURAR UNA CARRERA UNIVERSITARIA? - LAS ACADEMIAS DESENFOCADAS

Por Hugo Latorre Fuenzalida

El ministro de educación ha puesto en la mesa el tema de lo prolongado de las carreras universitarias en Chile. Es evidente que si los estudiantes deben cursar 5 años mínimo, y en promedio se demoran más de 7 años, eso hace que el estudiar acá sea bastante más costoso que en esos lugares donde al pregrado es de tres años, y luego los profesionales se van directo a su especialización.

Esa fórmula es, además, mucho más racional en el uso de recurso y de inteligencia, pues es muy diferente entregar a presión una información mamotrética y enciclopédica, que se ha de olvidar a poco andar, en vez de que el estudiante vaya armando su malla curricular en función de sus intereses finales.

La fórmula que siguen muchos países que buscan formar estudiantes creativos y no burócratas del saber estacionario, permite los cursos de actualización, de complementación en los temas que desee luego de recibido el cartón. Esto es bastante más atractivo y deja mucho más marca creativa en el profesional que estar llenando años con materias que nunca ha de revisar siquiera en el futuro.

Tengo un amigo investigador japonés que siempre discute en la academia la forma de entregar formación de pregrado en Chile. No puede resultar de ahí un profesional competitivo en otro espacio que no sea Chile, con sus estándares acartonados de profesiones y roles rigidizados.

En Japón, señala, se forma para preguntar, para crear, para progresar; en Chile se enseña para asentir, para repetir conocimientos no buscados. En Japón se llega al trabajo para integrarse a equipos creativos de competencia interna; en Chile se instalan a rutinizar un oficio del cual otros ya han dejado el timbre, la marca y el modelo, y sobre el cual poco o nada se debe hacer.

En fin, las universidades tienen una sobrecarga de materias, estudios, profesores, tiempo y costos que supera en 30% al de los países más avanzados. Eso no es justo ni necesario. Se pudo corregir hace tiempo y todos saldrían ganando: el Estado y los privados, los estudiantes y los padres; la sociedad en general, pues se tendría mejor desempeño de profesionales y un sistema de absorción de saber mucho más atractivo y eficiente, tanto para los estudiantes como para los profesionales.

El estar ingresando a la sociedad del conocimiento impone una serie de cambios sustanciales en todo el aparataje de educación y de trabajo. Pertenecemos aún a la sociedad de “chimenea”, al decir de Alvin Toffler, opuesta a la sociedad sistémica descrita en la obra “El cambio de poder”.

En esta nueva estructura cultural de la humanidad el conocimiento se integra aceleradamente y se especializa también de manera exponencial. Estas dos corrientes, que parecen incongruentes, se deben articular en una síntesis de operatividad integrada, desde lo global directamente a lo micro o especializado, lo que demanda un tráfico de información ascendente, descendente y transversal enorme, en contrapunto muy revolucionario.

Los paradigmas científicos y las plataformas de conocimientos serán cambiados en corto tiempo por nuevas bases de saber más profundo, lo que impone un entrenamiento de la mente y de la institucionalidad dirigido hacia la flexibilidad máxima y la conectividad total.

Frente a todo este fragor de cambios, nuestra sociedad ha permanecido distante y lejana, nuestras aulas escolares y universitarias aún no despiertan y nuestros programas de estudios permanecen congelados y con vista de retrovisor.

En ese sentido la pregunta del Ministro de Educación va por la línea correcta, pues está llegando la hora de abandonar el vehículo que camina a paso de jumento, toda vez que las carreteras del conocimiento permiten viajar a otras velocidades.

Claro que importa dilucidar algo: si el Ministro de Educación no está disparando esta propuesta para distraer la atención de los otros grandes temas pendientes del sector y que son los que movilizaron a los estudiantes en el 2011. Tenemos derecho a plantear la sospecha, luego de ver todo lo que acontece en estos tiempos.

2 comentarios:

  1. La duración de las carreras en Chile (y en muchos otros países del mundo) depende de varios factores.
    1. Una especie de infantilización del estudiante universitario: pretender que un adulto joven requiere de 20 a 16 semanas de vacaciones por año es absurdo. Eso determina costos a las familias y/o al estado que son inaceptables y aumenta el llamado factor elitista. Asisten los que pueden y de acuerdo a sus fuentes de financiamiento. Especialmente privadas y personales. Un año lectivo de 32 semanas es simplemente anti-pedagógico.
    2. Con años lectivos tan cortos se impide que los estudiantes puedan tener períodos de práctica profesional. "Los niños están de vacaciones"
    La educación centrada en el docente, de clases impartidas y de estudiantes que toman apuntes, los estudian y aprenden de memoria para exámenes y pruebas que no tiene valor predictivo sino en lo que se refiere a pasar pruebas pero ni un sólo elemento de valor predictivo profesional.
    3. Los programas educacionales centrados en el estudiante, es decir en quien debe aprender y demostrar sus competencias profesionales (y no en su habilidad de pasar de cursos, repitiendo información raramente basada en evidencia sino en información raramente enfrentada de modo crítico y aplicada en lo que deben ser los campos de capacitación integral (situaciones reales que enfrentará en su vida profesional, con apoyo de quienes ejercen ese campo y no simples repetidores de información que muchas universidades tienen como modelo central educacional: meros repetidores de información cuyas "clases"no permiten, para nada, llevar adelante procesos educacionales que permitan un aprendizaje real, objetivo, basado en competencias profesionales que, de no ser demostradas en la práctica, simplemente no tiene valor para una formación profesional eficiente.

    Las universidades deben moverse hacia la formación profesional basadas en competencias reales (las hay que dicen que lo hacen pero eso no sucede, siguen con clases magistrales, pruebas basadas en memoria pero no en la integración crítica de conocimientos basados en la práctica, con evidencias y con un claro compromiso social para las realidades y necesidades nacionales.

    Un tema que da para mucho y sobre el que he trabajado por décadas, en la Universidad de McMaster y en América Latina. Los estudiantes exigen lo que deben exigir: gratuidad, calidad y compromiso social. Y eso ni se improvisa ni se puede desarrolla en sistemas basados en el lucro y, cuando eso crea problemas, en la represión y el crecimiento de fortunas (no tan) silenciosas y sí muy dañinas para el desarrollo real del país entero..

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  2. Un dato que se quedó en el tintero...
    Las carreras de Medicina,enfermería y otras, al aumentar los tiempos lectivos y al ponerlas en una metodología basada en el estudiantes, con aprendizaje basado en problemas y que deben conformar los principios de evaluación por competencias (conocimientos y habilidades demostrables!)han sido "acortadas" a tiempos más eficientes y responsables: Entre 3 y 5 años, dependiendo de los antecedentes de los diversos países. (Argentina, Universidad del Bahía Blanca: 5 años, Marilia, Brasil, 5 años, McMaster, Canadá 3 años, varias universidades australianas: 4 años. Y estas universidades demostraron ponerse inmediatamente a la cabeza en la calidad y resultados de sus países.

    No podemos pretender ser perfectos que es lo que los dueños del país dicen. Pero podemos intentarlo y mejorar la equidad, calidad y eficiencia de nuestras universidades y abrir los campos profesionales para todo los que quieren. Usar, incluso, los criterios de "discriminación positiva" lo que implica que aquellos sectores postergados por siempre, tengan espacios preferenciales y el financiamiento y apoyo necesarios.

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