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lunes, 5 de enero de 2015

REGIONES LATINOAMERICANAS EN CRISIS

CENTROAMÉRICA: SIEMPRE UMBILICAL

Por Hugo Latorre Fuenzalida

El futuro de esta región se ve complicado por diversos factores económicos adversos. Las opciones de política no son muchas y el entorno mundial no viene muy auspicioso.

Bien sabemos que Centroamérica constituye una prolongación que une-como un cordón- a América del norte con América del sur. Se ubica entre los istmos de Tehuantepec y de Panamá.
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Los países que componen este subcontinente son: Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.
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Contiene una población de más de 46 millones de habitantes y una  superficie conjunta algo mayor que la de España, es decir 522.760 kilómetros cuadrados.
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La importancia mundial del istmo centroamericano está dada fundamentalmente por la presencia del Canal de Panamá, ruta marítima que une la parte Atlántica con el Pacífico, constituyéndose en la principal vía de comunicación para el transporte de carga.
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Este cordón montañoso, de gran inestabilidad tectónica, que se eleva hacia el Pacífico y desciende suavemente hacia el Caribe, posee una economía dominada fuertemente por los servicios: turismo, transporte y financiero, que ha venido a reemplazar lo que antaño fue dominado por la actividad agrícola.
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Guatemala es la economía mayor, pero no la más rica. Su PIB supera los US$ 80.000 millones, siendo Nicaragua la más exigua en términos de PIB, con apenas US$ 20.000 millones, dejando de lado a Belice que apenas se empina por sobre los US$ 3.000 millones.
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En cuanto al ingreso por habitante, derivado del PIB, tenemos a Panamá a la cabeza con  sobre los 18,000 dólares y Costa Rica con US$ 15.000. Con Honduras descendemos a cerca de los US$ 5.000 y Nicaragua poco más de US$ 3.000.
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Los países con menos pobreza son Costa Rica con un 21,3% y Panamá con un 26%. Los datos de desarrollo humano ponen en mejor posición a Panamá (0.765) y a Costa Rica con (0.725); mientras que Nicaragua anda por (0565) Gini.
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Sabemos que Centro América está fuertemente ligada a la economía norteamericana; la crisis de esa parte del mundo repercute fuertemente en esta Región. Centroamérica ha incrementado sus actividades económicas en la década de los 90, pero todas las esperanzadoras inversiones provenientes del coloso del norte y los acuerdos de integración comercial no han dejado en esta parte los resultados esperados. En esa época  se instalan, como inversión extranjera relevante, las plantas textileras destinadas a exportar su producción hacia el mercado de EE. UU.
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De las grandes expectativas señaladas en realidad apenas se tradujo en un incremento del 1.6% del PIB entre 1990-95.
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Pero lo complicado está en que frente a este magro crecimiento han aumentado mucho más los problemas y peligros derivados de la gran desigualdad, el narcotráfico y la violencia del clima.
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Los costos por la inseguridad interna forjada a partir de la pobreza y la desigualdad, además del narcotráfico (que se incrementa en la década de los 90), se cree que representa una carga del 4% de las ventas de las empresas privadas en Honduras, donde las empresas de seguridad surgen y se multiplica hasta llegar a más de 160, en esa década. Un informe del Banco Mundial señala que la merma productiva derivada de la delincuencia y la violencia es de alrededor del 8% del PIB de la subregión. Pero si a esto se le suma la violencia climática, que ha arreciado en las últimas décadas, se habla que estos daños  superan el 18% de la inversión púbica.
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Como se puede apreciar, si se suman ambas violencias: la delincuencial y la climática, por más esfuerzos que hagan los gobiernos  será imposible augurar mejores perspectivas económicas para la subregión centroamericana.
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Otro de los grandes problemas institucionales y estructurales que enfrentan estos países es la falta de recursos en manos del Estado para hacer frente a la delincuencia organizada.
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Los estados de la región carecen de capacidad represiva y la delincuencia organizada acumula más presupuesto que las fuerzas armadas para desarrollar sus actividades. Los empresarios de la región se niegan a aportar más tributos para la mantención del sector público. Recordemos que el promedio de carga tributaria en esta área es de apenas un 10%; también se sabe que se necesita urgentemente duplicar esa carga para comenzar a tener alguna luz de solvencia para sostener  un estado de cosas constructivamente esperanzador.
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Si los empresarios no pactan con los gobiernos, tendrán que pactar con la delincuencia, lo que habla ya de un proceso disolutivo de la sociedad en términos muy peligrosos, pues la violencia al interior de muchos de estas sociedades  ya supera la violencia fronteriza del norte de México.
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Hasta ahora sabemos que los empresarios se niegan a pagar más impuestos para resolver el tremendo drama de la pobreza y de la desigualdad extrema.
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Si los empresarios de la región no aportan, la esperanza provendría de la ayuda externa, donde EE.UU.  se anota como el principal interesado, pues se trata de su denominado “patio trasero”. Sin embargo, desde el “documento de Santa Fe”, que  fue el programa de Reagan, EE.UU. alimenta la política de “rascarse con las propias uñas”, es decir de disminuir la ayuda a los gobiernos hasta dejarla sustentada en los puros intereses económicos de las empresas norteamericanas. Europa, que tradicionalmente ha sido un colaborador más atento con los problemas del subdesarrollo, nunca aportó más del 0.3% de su PIB, incluso cuando en los años 70 del siglo XX la ONU definía una meta mínima deseable del 1%  del PIB de los países ricos.
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Esta posibilidad de ayuda exterior se ha reducido, ahora, a la nada misma.
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El drama de Centroamérica radica, entonces en que la violencia imposibilita la gobernabilidad, que la estrechez económica y el caos incrementa la pobreza, que más de seis millones de centroamericanos han emigrado y que las remesas, que tanta ayuda prestaban a las familias pobres de esta subregión, han decaído fuertemente debido a la crisis interna de EE.UU.
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El futuro no es muy auspicioso para esta subregión. La recuperación de la economía norteamericana es más aparente que real y muy inestable. La construcción del nuevo canal interoceánico en Nicaragua puede aliviar un tanto la caída, pero dependerá mucho de las formas en que China implemente las inversiones que realizará en esa magna obra. Los chinos hasta ahora han privilegiado sus intereses más estrictos y demuestran ser unos negociantes muy hábiles en función de sus intereses.

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