TERRORISMO
LOS VENGADORES DEL PROFETA
Por Abraham Santibañez
LOS VENGADORES DEL PROFETA
Por Abraham Santibañez
Lo que ocurrió en Oslo, en 2001, durante la entrega del
Premio Nobel de la Paz, lo he contado más de una vez. No es majadería, sino el
alucinante recuerdo de un momento histórico. El premio lo recibieron Kofi
Annan, entonces secretario general de Naciones Unidas, y la propia ONU.
El discurso de Annan fue emotivo y realista. En vez del
burócrata internacional que uno habría esperado, se mostró como un estadista
visionario preocupado por el terrorismo: “Hemos entrado al nuevo milenio por
una puerta de fuego”, advirtió. Imposible no recordarlo después
del ataque contra la redacción del Charlie-Hebdo en París.
El terrorismo no se ha extinguido en el mundo. Por el
contrario, como los incendios de bosques en el verano, reaparece una y otra
vez. En las últimas semanas, la violencia se ha centrado en civiles inocentes y
en periodistas. Algunos reporteros han sido degollados por los seguidores del
Estado Islámico. En el caso del semanario satírico francés, que ha sido
implacable en su crítica a los fanáticos de todos los credos, nunca hubo dudas
de que se trataba de un ataque de fundamentalistas enceguecidos. Mientras
disparaban con las AKA 47, último recuerdo de la industria de armas de la
Guerra Fría, gritaban: “¡Vamos a vengar al Profeta!”
La policía los identificó como los hermanos Saïd y Chérif
Kouachi, nacidos en París en 1980 y 1982 y de origen argelino, y Mourad Hamyd,
nacido en 1996.
Nadie, en el mundo entero, tiene dudas de que el blanco del
ataque, más allá de la redacción de Charlie Hebdó, son los periodistas y
caricaturistas, obvios representantes de la libertad de expresión. Ello explica
la impresionante reacción de condena en diversos países, pero en especial en
Francia, bajo la consigna de que “sin libertad de expresión no puede haber
democracia”,
Lo que preocupa ahora es el efecto a largo plazo de la
opinión pública. Antes de este atentado, en la propia Francia y en Alemania se
estaban produciendo negativas manifestaciones contra los inmigrantes árabes,
asimilados casi inevitablemente al fanatismo islámico. Como una positiva
respuesta, se han multiplicado las declaraciones de distintos organismos
islamistas y de organizaciones interconfesionales condenando enérgicamente los
atentados.
Pero en este caso, el odio reactivo puede ser más fuerte.
¿Seremos capaces los periodistas de aprovechar el apoyo
recibido para convertirlo en las indispensables herramientas de discernimiento
que se necesitan hoy?
Mientras no haya una reflexión serena y positiva, la “puerta
de fuego” de Annan seguirá sin cerrarse.
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