En una misma semana,
separados por tres días, Henry Kissinger desde Nueva York y Joschka
Fischer desde Berlín, coincidieron en
una evaluación crìtica de la idea occidental de orden entre estados-naciones y regiones, vigente desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial.
Terminado el mayor conflicto bélico en la historia de la
humanidad, los imperios coloniales europeos exhaustos debieron aceptar el fin
de un orden colonial imperante por mas de dos siglos; recayó en Los Estados Unidos la doble tarea
de mantener un orden mundial de predominio occidental afianzado en el
capitalismo de la segunda Revolución Industrial, y a la vez contener al comunismo
representado por la Unión Soviética y su imperio en Europa Central y Oriental.
Los acuerdos financieros de Bretton Woods, el tratado de la OTAN, y el fin del régimen
colonial inglès en India dando lugar a la mas populosa nación democrática, parecieron marcar el comienzo de un período
de prosperidad sin precedentes en las potencias occidentales; sin embargo, tanto Kissinger como
Fischer argumentan que importantes
regiones del mundo nunca aceptaron la
idea occidental de orden mundial, solo la toleraron reticentemente.
El fin de la Guerra Frìa con el fracaso y derrota final,
terminal, del comunismo soviético y de los socialismos marxistas de una parte,
y con la victoria de las democracias representativas occidentales bajo el
liderazgo de los Estados Unidos de otra,
pareció apuntar a una era unipolar con una sola superpotencia, pero tres
elementos de dispar desarrollo
incidieron en impulsar realidades
en conflicto especialmente con el proyecto americano.
A mediados de la década de 1950, Milton Friedman avanzò su idea del predominio futuro del
capital bancario financiero, y del manejo de la masa monetaria como factor
fundamental en el diseño y ejecución de políticas pùblicas económicas y
financieras. Diez años mas tarde,
durante el primer gobierno del Presidente Richard Nixon, los Estados Unidos
terminaban con la convertibilidad en oro del dólar, de manera casi
imperceptible empezó una dinámica marcada por el aumento de las ganancias de los tenedores del capital financiero, por
sobre las del capital productivo y de trabajadores en sus mas variadas gamas.
Hacia fines de la década de 1970, después de la muerte de
Mao ZeDong, China iniciò su ensayo, hasta hoy exitoso, de combinar el
régimen político totalitario heredado del comunismo con un dirigismo capitalista
de rasgos fascistas mussolinianos, buscando incorporar a mas de mil millones de
habitantes a la segunda Revolución Industrial,
proyectando poder comercial y financiero a escala global, y de paso
lanzando un desafío geopolítico a la presencia de mas de medio siglo de los
Estados Unidos en los mares del Océano
Pacìfico en Asia Oriental.
En los años finales del siglo XX, tendencias extremas en la interpretación de la teología musulmana
empujaron a las márgenes a las iglesias islàmicas establecidas ante la mirada
estupefacta de sus respectivos cleros; la revolución islàmica del Ayatola
Khomeini en Iran culminò en la instalación de un régimen teocrático
culturalmente hostil a Occidente. A
comienzos del Siglo XXI, las fuerzas extremas del Islam iniciaron su asalto a los regímenes autoritarios y
dictatoriales seculares inspirados en Jammal abd-il-Nassir; las potencias occidentales malentendieron el
asunto como una especie de "primavera árabe", pero no había
demócratas, liberales, moderados ni pro-occidentales en esa primavera. En un par de años, aquel Cercano Oriente cuidadosamente
delimitado en el primer cuarto del Siglo XX por Francois Georges Picot y Sir
Mark Alan Sykes, està siendo reducido a
ruinas.
Los variados enfrentamientos armados simultáneos y guerras
civiles en Cercano Oriente; el surgimiento de un conflicto clásico de intereses
de estados-naciones europeos en Ucrania, enfrentando a Rusia con la Unión
Europea, los Estados Unidos, y su alianza geoestratégica, la OTAN; y el potencial para un serio conflicto
geopolítico en el Mar de la China y alrededores; llevan a Kissinger y a Fischer a sostener,
cada uno con sus propias razones, el cuestionamiento del orden mundial
establecido por Occidente.
De lo anterior fluye una compleja dualidad, mientras el comercio, la economía y las finanzas con predominio del sector
bancario financiero son globales, la
instantaneidad y simultaneidad de las comunicaciones electrònicas permiten
seguir haciendo negocios a toda hora, sin perjuicio de la ubicación física de
quienes ejecutan las transacciones; las
estructuras políticas siguen organizadas en torno al estado-nación, y a las
instituciones intergubernamentales
integradas por estados-naciones, bajo el imperio lógico de la razón de
estado.
Occidente todavía tiene óptima
posición para reposicionarse manteniendo su liderazgo, sin embargo deberá
considerar realidades històricas y culturales diferentes al intentar reordenar
los andamiajes en el primer cuarto del Siglo XXI, particularmente los líderes
occidentales deberán prescindir de cualesquier intento por imponer a otras
regiones, sus propias concepciones geoestratégicas y de seguridad.
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