LA TRAGEDIA DE PALESTINA
Por Camilo Escalona
Por Camilo Escalona
No hay palabras para describir el sufrimiento y la
desolación que se ha instalado en la tierra de Palestina. Paradojalmente, su
huella, la de los pueblos y razas que durante milenios sobrevivieron allí a las
inclemencias del tiempo y la naturaleza, marca hoy a la civilización humana. La
cultura de nuestra época tiene en esas distantes aldeas y comarcas una parte de
sus raíces esenciales.
Sin embargo, el militarismo que domina y ordena la acción
del Estado de Israel ha desencadenado una invasión devastadora en el territorio
de la llamada Franja de Gaza, en el cual según todas las negociaciones y
contactos internacionales, debiese asentarse un futuro Estado independiente de
Palestina.
Como se sabe, las víctimas fatales y los refugiados se
cuentan por decenas de miles, son niños, ancianos y adultos sin armas, que no
tienen ni cómo protegerse ni menos como defenderse. No hay fuerzas bélicas
contendientes. Se trata, en consecuencia, de una agresión militar criminal y
cobarde.
Israel aduce querer instalar una zona de protección que
blinde sus campos y ciudades de los ataques terroristas del grupo Hamas. Con
ello se ratifica que esté al ejecutar irracionalmente el lanzamiento de misiles
y bombas sin destino ninguno, sólo lleva municiones y argumentos al poderoso invasor
que deseoso de las mismas, las utiliza en beneficio de su estrategia de
agresión.
Ante el reino de la desolación no hay excusa que valga. La
agresión debe detenerse de inmediato.
Ahora bien, el rol de la comunidad internacional ha sido
simplemente lamentable. De simple testigo impotente. El papel del gobierno de
Estados Unidos aún peor, de un inexcusable respaldo a la agresión militar
israelí.
Naciones Unidas debiese salir del estupor y retomar un
conjunto de iniciativas de paz, que detengan ahora las acciones armadas y
apunten al reconocimiento de ambos Estados, Israel y Palestina, como el pilar
de la estabilidad futura en la región.
Insisto en que razas, etnias, religiones y creencias
milenarias que están allí, los pueblos depositados en ese rincón del planeta,
debiesen ser capaces de coexistir y entenderse para bien de si mismos y de la
humanidad en su conjunto.
Los militaristas y terroristas tendrán que ser aislados,
para que se reinstale el valor de la política como instrumento civilizador, de
paz y entendimiento.
No hay otro camino ni otra solución que no sea la paz, que
cuesta encontrarla, pero una vez lograda es la base de la cultura y la
sabiduría que permite crecer y progresar a las naciones.
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