Por Gonzalo Aragonés (*)
A Vladímir Putin no le hace falta forzar la máquina de
las emociones o las amenazas para ganar la partida geopolítica en San
Petersburgo. La mayoría de los países presentes en la cumbre del G20, que
termina hoy viernes en la antigua ciudad
imperial rusa, o está en contra de “castigar” al régimen de Bashar el Asad o
apuestan decididamente por una “solución política” a la guerra civil de Siria.
En la segunda jornada del G20, las espadas siguen en todo
lo alto. Divididos, sería el titular más corto, como señaló en un Twitter el
primer ministro italiano, Enrico Letta, enviado esta madrugada, al término de
una cena de los líderes mundiales: “El G20 acaba de terminar la sesión de la
cena, en la que se han confirmado las divisiones sobre Siria”. Ni el presidente
de Estados Unidos, Barack Obama, ni su mejor apoyo en esta aventura, el francés
François Hollande, han conseguido que sus socios europeos apoyen un ataque
contra Siria como respuesta al uso de armas químicas el pasado 21 de agosto en
un barrio de Damasco, que Washington atribuye a las fuerzas regulares de El
Asad.
El rechazo de la cúpula de la Unión Europea, Herman van
Rompuy y José Manuel Durao Barroso, a una solución militar en Siria ha causado
malestar en el presidente Hollande. Y mientras tanto, el bando anti-ataque gana
en firmeza en su posición. Enrico Letta dijo que no participará en un ataque
que no esté bendecido por el Consejo de Seguridad de la ONU. La canciller
alemana, Angela Merkel, también rechaza una acción militar.
El secretario general de las Naciones Unidas, el
surcoreano Ban Ki Mun, se ha reunido este viernes con los líderes de Francia y
Turquía, dos de los apoyos de Obama, y con Angela Merkel, para tratar, entre
otros pero sobre todo, la situación en Siria.
Según Martin Nesirky, portavoz de la ONU, Ban habló con
Merkel de la situación humanitaria y de los refugiados (más de dos millones en
otros países y 4,25 millones de desplazados internos, según ACNUR). Más
significativo puede ser el encuentro del ministro de Exteriores francés,
Laurent Fabius, con el enviado especial de la ONU y la Liga Árabe, el
diplomático argelino Lajdar Brahimi. La conversación versó sobre el impulso a
una nueva conferencia de paz, conocida como Ginebra-2 porque sería la
continuación de la celebrada el año pasado en la ciudad suiza.
La mesa del diálogo se presenta como el principal
argumento de la ONU para evitar que Estados Unidos y los aliados que pueda
encontrar terminen lanzando un ataque armado contra Siria.
La posición contraria al ataque de Rusia, el principal
aliado de Siria, ha recibido el apoyo de China. El veto de ambos a las
sanciones contra Damasco en el Consejo de Seguridad de la ONU ha obligado a
Estados Unidos a buscar un apoyo amplio fuera de este foro. Moscú argumenta
que, fuera del Consejo, el ataque sería una “injerencia ilegítima”.
.
También se han unido a la posición rusa importantes
miembros del grupo de los emergentes, como Sudáfrica o Argentina, que se han
manifestado claramente en contra de una solución militar. Brasil y México, por
su parte, no están ahora para estos trotes y han llegado a San Petersburgo con
una hoja de descargos que han presentado a Washington. Encabezados por la
presidenta brasileña, Dilma Rousseff, los países latinoamericanos están
molestos por el espionaje de que han sido víctimas por las agencias estadounidenses,
según han desvelado las filtraciones del ex analista de la NSA y la CIA, Edward
Snowden, ahora refugiado en Rusia.
.
Además de Francia y Turquía, Obama cuenta con el apoyo de
David Cameron, el premier británico, aunque sólo sea moral, ya que el
Parlamento de Londres rechazó el ataque.
(*) - Corresponsal del diario La Vanguardia de España en San Petersburgo
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