LA VERGÜENZA NACIONAL DE
LOS MILITARES CHILENOS QUE
TORTURARON Y MATARON A
MUJERES Y NIÑOS
Por Walter
Krohne
El cierre
del penal especial de Cordillera marca una potente señal que permite vislumbrar
en un futuro cercano la creación de un sistema de castigo para los criminales
de la dictadura que esté mucho más acorde con la igualdad de derechos y
obligaciones que debe imperar en el sistema penal chileno.
Nunca hubo una explicación
lógica para la creación de los penales de Cordillara y Punta Peuco, salvo
el profundo miedo que tenían los presidentes
y gobiernos de la Concertación cuando se les amenazaba con levantamientos
militares si las cosas no se hacían como lo deseaba el alto mando del Ejército.
Los dos principales “constructores” de este sistema carcelario especial para los asesinos
de Pinochet –en los Gobiernos de los presidentes Eduardo
Frei Ruiz Tagle y Ricardo Lagos Escobar- deben estar concentrados ahora en una profunda
reflexión frente a los acontecimientos, cuando un Presidente de centro
derecha, como Sebastián Piñera, borra de un plumazo una concentración carcelaria-militar
de diez condenados de la ex Dina y otros servicios secretos del régimen militar
y deja abierta las puertas para que en el futuro esa extraña mezcla de democracia
y pinochetismo desaparezca definitivamente de la política chilena.
Los que
protestan contra esta política proteccionista y de permanente acomodo, vociferan
preguntando ¿el por qué en Chile hay
presos de primera y de segunda? Si esos militares fueron tan o más criminales
que los asesinos que deambulan en
barrios como La Legua o la Pintana, ¿por qué los soldados condenados pueden
vivir en recintos equipados con parques, canchas de tenis, piscinas, servicio médico
permanente, cine e internet, teléfono celular y hasta pueden hacer un asado con
amigos o familiares cuando se les
antoja? ¿Tienen derecho a una vida "vip" después de las barbaridades múltiples que cometieron?
Indudablemente
que esto no debe ni puede ocurrir o seguir ocurriendo. Estos presos deben estar
en cárceles comunes como los restantes delincuentes privados de toda libertad y
derechos y hacinados en celdas oscuras y húmedas, como es la realidad
carcelaria actual chilena.
Cada vez que
se toca este tema surgen voces militares que piden “una mayor lealtad” para
compañeros de armas que “libraron a Chile de la hoz y el martillo”, cuando
justamente fueron ellos los que quebraron la democracia, “contratados” por
los acomodados de siempre y con la complicidad de EE UU, utilizando todo tipo de armas para atacar a un
“Ejército rojo" invisible o inexistente.
Fueron estos soldados los que vieron en su
imaginación a gigantes surgiendo en lo
alto de la cordillera de Los Andes, como la mentira del Plan Z, porque quienes opusieron algún tipo de
resistencia tuvieron sus horas contadas, como fue el caso del médico Miguel Enríquez, en 1974, o desaparecieron de la “faz de la
tierra chilena” asilándose en alguna embajada o cruzando a lomo de mula la
cordillera para hallar una puerta de salida hacia la libertad o al menos evitar
el genocidio.
Lo que los militares hicieron –chilenos que
mataron a chilenos- está muy lejos de lo que ellos califican como “patriotismo” o "valentía";
lo que hicieron fue cobardía extrema, especialmente cuando violaban a mujeres
embarazadas, torturaban a niños delante de sus padres o asesinaban a sangre fría por la espalda a
hombres y mujeres cuyo único pecado era pensar diferente.
Simplemente
me avergüenzan las FF AA después de todos los documentos que hemos visto por
televisión durante la conmemoración de los
40 años del golpe militar.
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