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El rescate necesario de la
sensibilidad ecológico-social
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Por Leonardo Boff
Del 19 al 23 de
agosto se celebró en la ciudad de Copenhage el XIX Congreso internacional de la
Psicología Analítica de C.G. Jung, en el cual participé. Había cerca de 700
junguianos, venidos de todas partes del mundo, hasta de Siberia, China y
Corea. En su gran mayoría analistas experimentados, muchos de ellos autores de
libros relevantes en este área. Predominó una tónica: la necesidad de la
psicología en general y de la analítica junguiana en particular de abrirse a lo
comunitario, a lo social y a lo ecológico.
Esta preocupación sale al encuentro del propio
pensamiento de C.G. Jung, Para él la psicología no tenía fronteras entre cosmos
y vida, entre biología y espíritu, entre cuerpo y mente, entre consciente e
inconsciente, entre individual y colectivo. La psicología tenía que ver con la
vida en su totalidad, en su dimensión racional e irracional, simbólica y
virtual, individual y social, terrenal y cósmica y en sus aspectos sombríos y luminosos.
Por eso le interesaba todo: los fenómenos esotéricos, la alquimia, la
parapsicología, el espiritismo, los platillos voladores, la filosofía, la
teología, la mística occidental y oriental, los pueblos originarios y las
teorías científicas más avanzadas. Sabía articular estos conocimientos descubriendo
conexiones ocultas que revelaban dimensiones sorprendentes de la realidad. De
todo sabía sacar lecciones, hipótesis, y abrir posibles ventanas sobre la
realidad. Por eso, no cabía en ninguna disciplina, motivo por el cual muchos lo
ridicularizaban.
Esta visión holística y sistémica necesitamos hacerla hoy
hegemónica en nuestra lectura de la realidad. En caso contrario, quedamos
rehenes de visiones fragmentadas que pierden el horizonte del todo. En esta
diligencia Jung es un interlocutor privilegiado, particularmente en el rescate
de la razón sensible.
Suyo fue el mérito de haber valorizado e intentado
descifrar el mensaje escondido en los mitos. Estos constituyen el lenguaje del
inconsciente colectivo. Este posee relativa autonomía. Nos posee a nosotros más
de lo que nosotros lo poseemos a él. Cada uno es más pensado de lo que
propiamente piensa. El órgano que capta el significado de los mitos, de los
símbolos y de los grandes sueños es la razón sensible o la razón cordial. Ésta
ha sido colocada bajo sospecha en la modernidad pues podría oscurecer la objetividad
del pensamiento. Jung siempre fue crítico del uso exacerbado de la razón
instrumental-analítica pues cerraba muchas ventanas del alma.
Es conocido el diálogo que en 1924-1925 mantuvo Jung con
un indígena de la tribu Pueblo en Nuevo México. Este indígena pensaba que los
blancos estaban locos. Jung le preguntó por qué los blancos estarían locos. A
lo que el indígena respondió: “Ellos dicen que piensan con la cabeza”. “Claro
que piensan con la cabeza”, replico Jung, “¿cómo piensan ustedes?”, preguntó. Y
el indígena, sorprendido, respondió: “Nosotros pensamos aquí” y señaló el
corazón (Memórias, Sonhos, Reflexões, p. 233).
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Este hecho transformó el pensamiento de Jung. Entendió
que los europeos habían conquistado el mundo con la cabeza pero habían perdido
la capacidad de pensar y sentir con el corazón y de vivir a través del alma.
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Lógicamente no se trata de abdicar de la razón –lo que
sería una pérdida para todos– sino de rechazar el estrechamiento de su
capacidad de comprender. Es preciso considerar lo sensible y lo cordial como
elementos centrales en el acto de conocimiento. Permiten captar valores y
sentidos presentes en la profundidad del sentido común. La mente es siempre
incorporada, por lo tanto, impregnada de sensibilidad y no sólo cerebrizada.
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En sus Memorias dice: “hay tantas cosas que me llenan:
las plantas, los animales, las nubes, el día, la noche y el eterno presente en
los seres humanos. Cuanto más incierto me siento sobre mí mismo, más crece en
mí el sentimiento de mi parentesco con todo” ( 361).
El drama del ser humano actual es haber perdido la
capacidad de vivir un sentimiento de pertenencia, cosa que las religiones han
garantizado siempre. Lo que se opone a la religión no es el ateísmo o la
negación de la divinidad. Lo que se opone es la incapacidad de ligarse y
religarse con todas las cosas. Hoy las personas están desenraizadas,
desconectadas de la Tierra y del ánima, que es la expresión de la sensibilidad
y de la espiritualidad.
Para Jung el gran problema actual es de naturaleza
psicológica. No de la psicología entendida como disciplina o solamente como
dimensión de la psique. Sino de la psicología en sentido integrador, como la
totalidad de la vida y del universo en cuanto percibidos y articulados con el
ser humano. Y en este sentido escribe: “Es mi más profunda convicción que, a
partir de ahora, hasta un futuro indeterminado, el verdadero problema es de
orden psicológico. El alma es el padre y la madre de todas las dificultades no
resueltas que lanzamos en dirección al cielo” (Cartas III, 243).
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Si no rescatamos hoy la razón sensible, que es una dimensión esencial del alma, difícilmente nos movilizaremos para respetar la alteridad de los seres, amar a la Madre Tierra con todos sus ecosistemas y para vivir la compasión con los que sufren en la naturaleza y en la humanidad.
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Si no rescatamos hoy la razón sensible, que es una dimensión esencial del alma, difícilmente nos movilizaremos para respetar la alteridad de los seres, amar a la Madre Tierra con todos sus ecosistemas y para vivir la compasión con los que sufren en la naturaleza y en la humanidad.
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