Allende: demócrata y revolucionario
Por Roberto Pizarro (*)
El 11 de septiembre de 1973 se clausuró un ciclo de largas
décadas de lucha y auge del movimiento popular en Chile. La clase obrera, los
campesinos, los intelectuales y la gente humilde de nuestro país fueron
derrotados. Los errores propios y la resistencia de los dominadores, nacionales
y extranjeros, impidieron que se materializaran los anhelos de Allende: que el
poder económico y político se distribuyera más equitativamente en nuestra
sociedad.
La experiencia de los tres años de la Unidad Popular y la
figura de Salvador Allende se han instalado de forma indeleble en la memoria
colectiva de los chilenos. Nuestros hijos y nietos saben hoy día que hubo un
hombre que llenó de dignidad a nuestra patria, que nos engrandeció con su
lucidez política y que nos estremeció con su valentía. Los asesinatos, el
exilio, la represión y el neoliberalismo no podrán borrar de nuestra historia
la vida plena que alcanzaron los desamparados durante los mil días de la Unidad
Popular.
Los trabajadores hablaron de igual a igual con los patrones.
Los campesinos pudieron sembrar sus propias tierras. Los estudiantes obtuvieron
el derecho a participar en las universidades. Los músicos cantaron a la vida
nueva. Ese periodo de felicidad no será olvidado. Se lo debemos a Salvador
Allende.
También los demócratas del mundo entero reconocen en Allende
al líder que se propuso transformar la sociedad chilena por medios pacíficos y
con respeto a las libertades públicas. El pequeño país que en el extremo del
mundo quiso construir una sociedad más igualitaria se conoció en los lugares
más recónditos de la tierra, gracias a la originalidad, consecuencia y valentía
de un verdadero demócrata y revolucionario. Ello explica en gran parte el
aislamiento internacional de Pinochet durante la dictadura y luego su debacle
definitiva con la detención que sufrió en Londres. Sólo el salvavidas que le
otorgó el gobierno de Frei Ruiz Tagle le permitió respirar en libertad algunos
años más.
Allende trascendía el pensamiento de su época. Mientras la
guerra fría dividía al mundo y las empresas norteamericanas habían expoliado
nuestras riquezas básicas, el Presidente pudo comprometer a toda la clase
política en la nacionalización de las minas de cobre, mediante una ley en el
Parlamento. Por otra parte, mientras la revolución cubana empujaba a las
juventudes latinoamericanas a adoptar la lucha armada para transformar las
estructuras oligárquicas, Allende insistía en sustituir el capitalismo por el
socialismo sin violencia, mediante el ejercicio pleno de las libertades
democráticas y el respeto a los derechos humanos. Transformar radicalmente,
pero en el marco de las instituciones vigentes: esa era su consigna y convicción.
En el Pleno Nacional del PS, el 18 de marzo de 1972, cuando
los socialistas endurecen sus posturas, el Presidente Allende llama a la razón.
Rechaza los conceptos leninistas ortodoxos sobre el Estado, desplegando
argumentos teóricos y prácticos sobre la vía chilena al socialismo: “No está en
la destrucción, en la quiebra violenta del aparato estatal el camino que la
revolución chilena tiene por delante. El camino que el pueblo chileno ha
abierto, a lo largo de varias generaciones de lucha, le lleva en estos momentos
a aprovechar las condiciones creadas por nuestra historia para reemplazar el
vigente régimen institucional, de fundamento capitalista, por otra distinto,
que se adecue a la nueva realidad social de Chile.”
Allende fue perseverante en su lucha por la transformación y
en defensa de la democracia. Construir una nueva sociedad en que se
redistribuyera el poder, se desplegaran el pluralismo, las libertades
individuales, las elecciones, pero con los mismos derechos para todos y en la
que los trabajadores participasen en las decisiones del país. Por ello es que
durante el gobierno de Salvador Allende la democracia y las libertades públicas
se potenciaron como nunca antes había ocurrido en la historia republicana.
Lamentablemente, las transformaciones en favor de la
igualdad, participación y libertad que caracterizaron el gobierno de Allende
terminaron abruptamente. El golpe del 11 de septiembre fue realizado con la
fuerza de las armas de los militares; pero, promovido, organizado y financiado
por la derecha política y económica, así como por gran parte del Partido
Demócrata Cristiano y la infaltable Central de Inteligencia Americana. El golpe
no fue sólo militar, sino civil-militar, con un papel destacado de los
economistas, bajo la tutela intelectual de Milton Friedman y Arnold Harberger,
los que elaboraron el programa económico de gobierno de Pinochet, caracterizado
por el más extremo neoliberalismo.
Así las cosas, a partir del golpe, se instauran en el país
un sistema político excluyente (con la Constitución de 1980) y un modelo
económico de desigualdades que han hecho retroceder a nuestro país en muchas
décadas. El aumento del crecimiento no puede ocultar que durante los últimos
cuarenta años, unos pocos grupos han monopolizado la riqueza que producen todos
los chilenos. Las desigualdades en la salud, la educación y previsión social se
manifiestan a diario en las filas de los hospitales, en el deterioro de las
escuelas, en universidades que educan en la ignorancia y en una prensa que
informa sólo lo que interesa a la clase dominante para su reproducción. El
poder económico y político concentrado en una minoría ha convertido a nuestro
país en un sistema oligárquico.
Resulta una comedia que la misma generación, comprometida
con el proceso de transformaciones que impulsó Salvador Allende, haya aceptado
administrar disciplinadamente el modelo económico y el régimen político que
instalara el gobierno de Pinochet. Ello revela que la responsabilidad para
asumir las transformaciones, que demanda la ciudadanía, se encuentra en la
juventud actual, la que ya ha abierto el camino con las protestas del 2011.
Allende, el demócrata y el revolucionario, lo anunció en su discurso de
despedida.
(*) Economista de la Universidad de Chile, con estudios de
post grado en la Universidad de Sussex (Reino Unido). Fue decano de la Facultad
de Economía de la Universidad de Chile, ministro de Planificación y rector de
la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Integra el Grupo Nueva
Economía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario