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miércoles, 25 de septiembre de 2013

25-9-2013-KRADIARIO-EDICIÓN N° 871

CANDIDATURAS CON Y SIN  PROYECCIONES
Por Hugo Latorre Fuenzalida

Hay candidaturas presidenciales de personalidades , otras de proyectos y otras con proyecciones. La diferencia está en que las primeras se sostienen en una personalidad que tiene o ha adquirido cierto reconocimiento público. Creo que en este primer grupo caen Marco Enríquez-Ominami (ME-O) y Franco Parisi.

En los segundos, que se caracterizan por afincarse en un partido, movimiento o grupo,  que tienen una postura ideológica restringida o temporal, pero su ubicación  y pertinencia no tiene mayor proyección, ya que su discurso es  de reducto estrecho o de tendencias menguantes en la opinión y la realidad. Creo que en esta categoría caen: Michelle Bachelet, Evelyn Matthei (partidos declinantes) Alfredo Sfeir (ecologistas), Ricardo Israel,  Tomás Jocelyn Holt (Grupos partidarios  periféricos).
Una candidatura de proyección es aquella que se instala entre un momento histórico  que se agota y otro que  despierta; entre una generación social que envejece y otra que asoma. Es decir, se pone en la encrucijada. Por tanto, el diagnóstico abarca lo que el tiempo pretérito deja pendiente como deuda y como desfase; la propuesta define las vías de superación, los caminos de salida para enrostrar una nueva etapa.
El diagnóstico de quien se pone en la encrucijada debe ser global, definiendo una propuesta integral. Pero no sólo está la propuesta en el papel, deben estar los agentes históricos, los actores relevantes que se encargarán de llevar adelante esa propuesta en el tiempo por venir.
La propuesta debe ser realista y futurista. Es decir, debe atenerse a las fuerzas y posibilidades reales existentes al momento de hacer su propuesta, pero debe tener la capacidad y voluntad de elaborar viabilidad para las etapas más adelantadas de sus programas.
ME-O y Parisi tienen propuestas de reformas, pero no de transformaciones. Uno la instala dentro de las vertientes de derecha y el otro desde el lado de un progresismo morigerado. Esa característica de corto plazo  y de elementos no sustantivos de la estructura es lo que hace a esas propuestas intrascendentes o sin proyección, pues su timidez los deja agotados al poco andar y   ser sobrepasados.
En un modelo, como el instalado en Chile, tan profundamente enraizado,   una semilla superficial sembrada en medio de su espesor, es rápidamente envuelta  y absorbida por el tupido enjambre de intereses centrípetos, y luego se le agotan las fuerzas, los recursos y las estrategias, antes de haber logrado remover las raíces de un sistema tremendamente invasivo.
El modelo debe ser vencido ideológicamente, y no sólo argumentativamente; luego debe ser abordado sobre una estrategia multifacética y de continuidad estructural (viabilidad de largo plazo) y coyuntural (legitimación cotidiana), todo lo cual exige una voluntad y razón argumental de largo plazo, además de una energía humana que supera lo presente y remonta hacia lo transgeneracional.
Marcel Claude y el movimiento estudiantil,  contienen estos dos elementos fundamentales: un proyecto de largo plazo e integral y las energías humanas para un relevo necesario del liderazgo. El que Marcel no gane en esta oportunidad, no agota su proyección. Todos sabemos que los estudiantes del 2011 constituyen una esperanza de relevo político, de la llamada “circulación de las elites” (Pareto), porque lo que hemos tenido los últimos 30 años ha sido una “circularidad” y no una “circulación” de las elites. Estas elites circulares ya agotaron sus recursos; de hecho, los partidos del sistema prácticamente carecen de juventud y eso habla de su inviabilidad futura.
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El arrastre electoral de Bachelet, corresponde todavía a un padrón envejecido y conservador, pero es dable pensar –por las ambigüedades  propositivas y las retractaciones de la candidata respecto al entusiasmo inicial- que la suya será la última presidencia de la Concertación.  Podemos hablar aún de la Concertación, dado que la incorporación del PC no ha impuesto una variante  de fondo a las políticas practicadas por la antigua coalición durante sus 20 años en el poder.
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Sería una aberración que el movimiento juvenil crecido en torno a los estudiantes del 2011 y de la candidatura de Marcel no dieran inicio a un proyecto de relevancia histórica. Tiene todo para hacerlo: una propuesta coherente y profunda y una nueva generación preparada y con bríos. 
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Luego de estas elecciones debe lanzarse un movimiento, no en torno de una personalidad, sino de las ideas centrales de una propuesta global, pero  también soportada en una nueva generación humana. La debilidad de MEO estuvo, justamente en que no logró superar a MEO mismo, es decir a su persona. Por eso los convocados son por su persona y para servir a esa persona, y eso es levantar castillos de arena, que no resisten el tiempo, como de hecho lo vienen demostrando las encuestas, que lo reflejan no sólo sin crecer, sino descendiendo a la mitad del caudal de votación  obtenido el 2009.
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El de Marcel es un caudal nuevo, de gente joven y de personas que tienen una postura frontal ante el sistema; gente toda que sabe que  a esta realidad no se le derrota con paños tibios ni reformando con maquillajes de esteta.  Hay que atacar el centro de la injusticia y al corazón del poder: es decir la estructura jurídico- institucional y las bases de la acumulación económica; se debe transferir el núcleo de las decisiones al pueblo soberano, rescatándolo de las oligarquías y de las cúpulas políticas y de facto.
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Esto no se hace sin un espíritu superior, sin un empoderamiento generacional, sin una claridad preclara y sin una voluntad insobornable.
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Lo de ahora, los que ganen medrosamente e intenten gesticulaciones de aprendiz de brujo, conforman la precipitación en la fase decadente de un fin de tiempo. Para esta situación el maestro Jesús dio con una frase brillante. “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”.

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