LA ÉLITE DE CHILE HA “NINGUNEADO” Y DESPRECIADO AL 50% MÁS
POBRE POR DÉCADAS O TAL VEZ POR CENTURIAS”
Por Mario Waissbluth
Comienzo
a escribir con sensación de tristeza mezclada con impotencia. La educación
pública continúa desmoronándose. Estudiantes del Liceo Darío Salas queman los
muebles y destrozan la oficina del Director. Me cuentan jóvenes dirigentes - en
quienes confío plenamente - que en las marchas, un pequeño grupo de estudiantes
encapuchados, que SI eran estudiantes, provocaba deliberadamente a Carabineros
para iniciar la violencia… hasta que lo lograron.
Aclaremos:
la gran mayoría de los estudiantes no tiene estas actitudes, y marchan de
manera pacífica y alegre. Tampoco se trata de
que los Carabineros sean santas palomas, y han demostrado en ocasiones
violencia injustificada. Hay incluso versiones de montajes deliberados. No lo
sé.
Pero
tomemos debida nota: es claro que para una cierta fracción de los estudiantes
(y sus padres), especialmente en la jungla urbana de Santiago, las cosas ya
fueron más allá de la mera reivindicación por educación pública, gratuita y de
calidad. Ya no se trata sólo de peticiones para cambiar el modelo educativo o
socioeconómico. Esto es violencia pura y simple, inducida por rabia acumulada.
Mucho
me temo que no se va a detener, cualquiera sea el candidato que gane, sin
importar las políticas públicas que proponga y le apruebe el Congreso, al menos
en varios años. La olla ya comenzó a
hervir y el vapor no vuelve a la olla por mero decreto legislativo. La polarización
trae más polarización, adquiere su propia dinámica, y comenzamos todos a ver al
otro con cara de maligno enemigo. El objetivo de las tomas ya son… las tomas.
Educación
2020 trabaja con muchas escuelas y liceos vulnerables. Nuestro equipo está
casi todos los días dialogando con
directivos, profesores, apoderados y estudiantes. Les pregunté, al grano: no
entiendo bien, explíquenme la rabia. No vacilaron, su respuesta fue breve y aún
más al grano: "el ninguneo".
Se
sienten “ninguneados” desde que nacieron, por las condiciones de pobreza en que
viven, por las condiciones de violencia en el barrio o en su propio hogar, o
tal vez son algunos de los 219 mil niños que hacen trabajo infantil. Una verdad
inconveniente: según el 4º Estudio de
Maltrato Infantil UNICEF 2012, “el 71% de los niños y niñas recibe algún tipo
de violencia de parte de su madre y/o padre; un 51.5 % sufre algún tipo de
violencia física; el 25.9% de los niños y niñas sufre violencia física grave”.
Estamos de veras creando un lindo país esquina con vista al mar.
En
algunas ocasiones, los jóvenes liceanos también se sienten ninguneados por
ciertos profesores, o directores burocráticos, que a su vez ya se encerraron
ellos mismos en un círculo de desesperanza aprendida, perdiendo cualquier
expectativa de educar a esos chicos que les resultan indomesticables. En
ocasiones, son incitados por otros jóvenes aún más anarcos, que encuentran
terreno fértil en el cual desarrollar la ira.
Mientras
escribo, leo un reportaje: “Los niños-hombres de los jardines en las
poblaciones”. Se relata entre otras la historia de un chico de tres años en un
Jardín Infantil de La Legua Emergencia. Alvarito, en sus días malos, amenaza
con matar a los compañeros, se envuelve el brazo en un polerón y simula una
pelea cuerpo a cuerpo a cuchillazos. “Como en la Peni”, dice.
Claro,
obvio. En “las Peni” hoy tenemos 110.000 personas, el triple que hace 10 años,
más personas en las cárceles que personitas en salas cuna. Otro reportaje de
jardines infantiles muestra “tías” que deben enseñar a los chicos cómo
esconderse bajo la mesa cuando se escuchan balaceras. ¿Alvarito será
encapuchado cuando grande? Hagan sus apuestas.
Una
de las principales formas en que se detona la violencia se da por la
internalización de sucesivas experiencias de vergüenza, humillación y violencia
familiar o barrial. Se acumulan sentimientos de hostilidad y rabia, que
imprevistamente explotan. Eso es lo que está ocurriendo en Chile. Hemos creado
guetos urbanos. A través de nuestras subsidiarias políticas de “apartheid
educativo”, muy autóctonas e inéditas en
el mundo, también hemos creado guetos socioeducativos desde jardín infantil
hasta enseñanza media, aún más segregados que la segregación barrial.
La
mayoría de los integrantes de la elite, los orgullosos “tigres
latinoamericanos”, presumen de las magníficas y sostenidas tasas de crecimiento
en el PIB per capita. Nuestro exitoso modelo, nos dicen. Pero… la línea
divisoria entre el 50% más rico y el 50% más pobre, según CASEN 2011,
corresponde a un ingreso monetario de $4 mil pesos diarios por persona, y las
gráficas descienden suavemente, con esa perfección que dan los dibujitos del
computador, hasta $2 mil pesos diarios en el 10% más pobre. Algunos estudiosos me dicen, “no te
preocupes…. con los subsidios monetarios y el gasto en salud y educación
pública la cifra mejora. La pobreza absoluta ha disminuido”. Sí, es verdad, ha
disminuido.
Reviso
los datos, y sí, efectivamente es mejor. Los $4 mil suben a $5 mil, y en el 10%
más pobre sube de $2 a $4 mil pesos diarios… para vestirse, alimentarse,
jubilarse, educarse, comprar medicamentos, estar en la lista de espera del
hospital, taparse de la lluvia y sobrevivir en general. Réstele luca diaria
para pagar el Transantiago y quedamos casi igual. Ya pues, hagamos el intento
de sobrevivir así sin enrabiarnos.
Digamos
las cosas como son: la elite de Chile ha “ninguneado” y despreciado al 50% más
pobre por décadas, o tal vez por centurias. No me interesa si tiene más culpas
la Alianza, la Concertación o la abuela de Tarzán.
Es
sencillamente repelente que en Chile cada hombre, mujer y niño del 1% más rico
de la población, computando ganancias de
capital, tenga un ingreso per cápita de $2 millones de pesos diarios (sí, dije
diarios, no mensuales) y que traten a los niños descarriados del 50% más pobre
como delincuentes y anarquistas que hay que meter a la cárcel. Ni siquiera
entienden ni hacen la conexión entre el país que han creado y lo que está ocurriendo.
Están estirando el elástico hasta que un día se va a romper.
¿Tienen
algunos de estos chicos conductas delictivas y anárquicas? Por cierto. ¿Es
reprobable? Por cierto. ¿Desapruebo la toma de recintos electorales? Por
cierto. Pero… ¿hasta cuándo no se da cuenta nuestra elite de lo que está
haciendo? ¿Hasta cuándo va a ir el cántaro al agua? ¿Hasta que se rompa de
veras? Al terminar de escribir esta nota ya no siento tristeza, no siento
impotencia, yo también siento rabia.
(*)
Presidente de la Fundación Educación 2020
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