VIVIR (¿MORIR?) CON
PARKINSON
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Por Otto Boye Soto
Por Otto Boye Soto
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Lea los capítulos anteriores en el compacto
publicado por Kradiario en su Edición N° 850 del
22 de abril de 2012, el capítulo 5 publicado el 1
de mayo pasado; el capítulo 6 publicado el 7 de
mayo; el capítulo 7 del 14 de mayo; y el capítulo 8 del 21 de mayo.
Capítulo 9
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Sin
embargo, estamos entrando en un terreno que ningún ser humano se libra de
recorrer. Es la única realidad ciento por ciento democrática que existe en el
planeta. Nadie puede eludirla, sea de la condición que sea, tenga el poder que
tenga. Y eso no está mal, porque establece una situación igualitaria real entre
todos los seres humanos y relativiza realidades como la riqueza y el poder, que
muchos ven como absolutos. ¡Una que sea! Pese a ello, tratamos de posponer la
muerte lo más que se puede.
De hecho, en el siglo XX la perspectiva vital
aumentó considerablemente. Y esta tendencia continúa en ascenso. ¿Hasta qué
punto se podrá llegar? No lo sabemos, pero ya no resulta impensable lograr la
meta de los 100 años promedio. Mi generación no verá ese momento, aunque
algunos lleguen a cumplir esa edad, pero tal vez los hijos o los nietos lleguen
a él y puedan disfrutarlo, si se preparan bien para ello.
El hecho es que cuando
se tiene una enfermedad declarada “incurable” se reflexiona más sobre la
muerte, pues se la se siente más cercana, lo que no deja de ser un espejismo,
puesto que hay una enorme cantidad de enfermedades curables, que en
determinadas circunstancias terminan siendo fatales. Y esto no hay que tomarlo
en forma trágica, porque estamos hablando de un momento por el que
atravesaremos, tarde o temprano, todos. En ese sentido es, también, un hecho
natural, normal. ¿Por que lloramos entonces los sobrevivientes?
Producida la muerte de
una persona se derraman lágrimas entre los que la rodeaban, básicamente porque
desaparece una presencia a la cual estaban acostumbradas. Se hacen recuerdos y
se rinden homenajes en que se destaca lo positivo y se olvida lo negativo.
Finalmente, se llevan los restos mortales al cementerio para su sepultura. Hoy
existe también el camino de la cremación. Realizada esta etapa cada uno tendrá
que asimilar a su manera la separación sufrida y en cierta forma prepararse
para la siguiente o para su propia partida de este mundo.
El que se va, en
cambio, deja atrás todos los problemas que tenía en vida y entra en una
dimensión que hasta ahora desconocemos. ¿Qué sucede aquí? No lo sabemos y sigue
siendo un misterio. Tal vez por eso muchos le temen. Y por eso hacen esfuerzos
desesperados -incluso descabellados- por retardar la llegada de la hora final
al costo que sea.

Personalmente creo que
lo que muere es la parte física del ser humano, lo perecible, su expresión
material, pero que existe una dimensión
espiritual que no muere, imperecible, su expresión inmaterial, instalada fuera
del tiempo y del espacio, misteriosa pero real.
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