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viernes, 24 de mayo de 2013

24-5-13-N°854

LOS RICOS CREEN QUE POR
 TENER DINERO TIENEN EL
 DERECHO  DE MANEJAR A SU
 ANTOJO LOS DESTINOS DE
 UN PAIS COMO CHILE 
Por Walter Krohne
El mensaje presidencial  entregado al país por el Presidente Sebastián Piñera fue una pieza  de oratoria que impactó a algunos sectores, no tanto por lo que dijo o anunció, sino por los mensajes electorales y politiqueros  que aprovechó de enviar, siendo aplaudido a todo dar por las bancadas del oficialismo, mientras las de la oposición se dedicaron más bien a escuchar y permanecer en silencio y sin hacer grandes aspavientos.
Quien no quiso ni escuchar ni opinar fue la ex Presidenta Michelle Bachalet,  lo que fue criticado por algunos analistas.  Son críticas que tienen que ver con el papel  que está jugando  la ex mandataria en la actualidad y que en el fondo la obligan a participar en ciertos encuentros donde está el meollo de lo que pasa o no pasa en la política chilena. Y el día del mensaje había que estar allí para escuchar,  hacerse notar y luego opinar con mucha acuciosidad lo que ella piensa realmente sobre el actual capitalismo desenfrenado que es el que se aplica en Chile como una continuación del modelo iniciado por el pinochetismo y seguido a pie juntillas por los cuatro gobiernos de la Concertación.
Quizá la Presidenta tenga miedo de caer en errores o explicarse mal o no esté completamente segura de lo que debe contestar ante una delicada pregunta que podría dejar tambaleando su candidatura. Pero si fuese así ella misma debería comenzar a superar este pesado clima con ayuda de asesores.  La gente no sólo quiere saber por quién va a votar sino también conocer el pensamiento del candidato o candidata por la cual quisiera sufragar. Lo demás, creo yo, es faltarle el respeto al pueblo mismo porque parece que estuviera jugando a la escondida  o a mostrar una política estratégica del silencio, sin transparencia, lo que evidentemente sería muy poco democrático.  Si ella desea presentarse porque realmente tiene  las posibilidades y capacidad para hacer un gran cambio en Chile, entonces adelante, pero si quiere “repetirse el plato”, como ella misma ha dicho, sólo por el poder, sería poco ético.
Por ejemplo, a los chilenos nos gustaría saber lo que piensa realmente Bachelet  frente a la situación actual de inseguridad en que vive mayoritariamente el chileno, especialmente el trabajador de bajos ingresos que no sabe bien hacia donde ir para proteger a su familia. Igualmente nos gustaría conocer de ella misma  las alternativas que ofrece para resolver este y muchos otros problemas y no tener que escuchar a cada momento al senador Ricardo Lagos Weber  o al Presidente del PS Osvaldo Andrade para conocer las respuestas.

En otras palabras, Bachelet “¿representa realmente la figura que pueda impulsar un gobierno de cambios profundos que puedan hacer de Chile el país que quiere la mayoría de los chilenos?
Chile es un país donde el que gobierna es el dinero. Nos faltan buenos políticos.  El Papa Francisco se refirió justamente a este asunto este mes de mayo en una homilía muy profunda y significativa, en que señaló que los ricos creen que  por tener dinero tienen el derecho de manejar a su antojo los destinos de un país para tener más y más dinero y no para resolver problemas tan graves y amargos como es la desigualdad.

El Papa argentino dijo, analizando la economía mundial y la crisis, que La alegría de la vida es cada vez menor, la indecencia y la violencia van en aumento, la pobreza es cada vez más evidente y la gente tiene que luchar para vivir y, con frecuencia, vivir de una manera indigna.
Este desequilibrio viene de las ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, y por tanto niegan el derecho de control de los estados, encargados de salvaguardar el bien común.

El Papa dijo todo esto y mucho más en el Vaticano, en Roma,  pero parece que hubiese hablado en  la Plaza de Armas de Santiago de Chile, la capital de un país afectado justamente por el problema del “gobierno de los ricos”, modelo que se aplica desde la dictadura en una población de 16 millones de habitantes, sabiendo todo el mundo que nos hundiremos tarde o temprano junto a los bien pagados teóricos que defienden a brazo partido un modelo que no tiene salvación, basado  en la exportación de materias primas como el cobre con ingresos inestables, que pueden terminarse en cualquier momento como ocurrió con el salitre.
Pero al gobierno de los ricos le interesa sólo los ricos y no los pobres o el 70 o más por ciento que no percibe lo que logran los ricos, donde "los propios seres humanos son considerados como bienes de consumo que pueden ser utilizados y desechados o donde la corrupción generalizada y la evasión fiscal egoísta que existe plenamente, adquiere  enormes dimensiones”.
La opinión del Papa impacto a algunos políticos mundiales que se sintieron comprometidos con lo que está ocurriendo.  La canciller  alemana Angela Merkel viajó a Roma días después para  saludar al Pontífice y hablar sobre estos temas.

¿Por qué tenemos que aceptar una estrecha relación con  el dinero, si no lo aceptamos como forma de gobierno o de vida?
En Chile, la existencia de una élite poderosa, que tiene la misión de preservar el actual modelo político–económico chileno implantado durante la dictadura, aparece como el principal impedimento para que los chilenos podamos llegar a tener un país democrático moderno en el cual todos los seres humanos tengan las mismas posibilidades de avanzar y poder desarrollarse.  Hoy, esta élite controla el gran capital y maneja la política y la economía. Claves de este modelo son mantener también el control de la educación y los medios de comunicación de masas para impedir desviaciones que puedan ir canalizándose “peligrosamente” en contra de  los sucesores de Pinochet (ver libro Las dos caras de la libertad de expresión en Chile, 2004 del autor de este artículo Walter Krohne).

Esto explica el discurso politiquero de Piñera que está obligado a defender esta ideología como representante de la centroderecha y lo hace entregando pequeños regalos electorales, como el  kínder obligatorio o el bono por el tercer hijo, cuando en realidad lo que debería hacer es fortalecer al máximo los servicios hospitalarios y de maternidad en Chile evitando que estos sean un negocio de los privados, y ofrecer una gama amplia de posibilidades laborales y educacionales con fuerte asistencia económica estatal. No creo que los cincuenta dólares que reciba una mujer pobre por un tercer hijo le sirva de mucho.
En el caso de Bachelet le sugeriría que hablara y diera a conocer lo que podría ser su propia “revolución” apartándose de la política del silencio.

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