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VIVIR (¿MORIR?) CON PARKINSON
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Por Otto Boye Soto
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Entregamos hoy el capítulo 8 de la serie sobre el Parkinson "Una bitácora muy personal", escrita especialmente para KRADIARIO por el destacado investigador, cientista político, ex diplomático y ex académico Otto Boye Soto, quien padece la enfermedad. Son reflexiones personales de un mal conocido en los medios como la “dolencia hipócrita” y que están destinadas a ayudar a otros pacientes y lectores directa o indirectamente y a sus familiares.
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Lea los capítulos anteriores en el compacto publicado por Kradiario en su Edición N° 850 del 22 de abril de 2012, el capítulo 5 publicado el 1 de mayo pasado; el capítulo 6 publicado el 7 de mayo; y el capítulo 7 del 14 de mayo.
Entregamos hoy el capítulo 8 de la serie sobre el Parkinson "Una bitácora muy personal", escrita especialmente para KRADIARIO por el destacado investigador, cientista político, ex diplomático y ex académico Otto Boye Soto, quien padece la enfermedad. Son reflexiones personales de un mal conocido en los medios como la “dolencia hipócrita” y que están destinadas a ayudar a otros pacientes y lectores directa o indirectamente y a sus familiares.
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Lea los capítulos anteriores en el compacto publicado por Kradiario en su Edición N° 850 del 22 de abril de 2012, el capítulo 5 publicado el 1 de mayo pasado; el capítulo 6 publicado el 7 de mayo; y el capítulo 7 del 14 de mayo.
Capítulo 8
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El humor y la risa son una buena terapia contra el parkinson y, presumo, contra cualquier enfermedad, comprometa, o no, el cerebro, como en este caso. Sé de talleres que se hacen sobre esto: la risoterapia o curación por medio de la risa se va convirtiendo poco a poco en una disciplina con perfiles propios. Yo tengo suerte, porque creo haber heredado -¿de mi abuelo materno, de mi madre, de los dos? no lo sé- una cierta propensión al buen humor y a reirme un poco de todo, y, antes que nada, de mi mismo. Creo haber enriquecido esta capacidad con el aporte de algunos amigos -especialmente uno con su esposa- buenos para reirse y hacer reir a medio mundo.
Ciertas imágenes, se prestan para crear algunas frases divertidas. Por ejemplo, hoy vivo cerca de Olmué, en una zona llamada Cajón Grande. Con algo de humor negro he comentado que después de vivir allí, quedaré mejor preparado para aterrizar en el cajón chico…
También suelo decir que estoy convertido en un jarrón chino, objeto valioso, pero delicado, que siempre se procura instalar en algún rincón seguro que disminuya el riesgo de dañarlo. Todos los que rodean al enfermo quieren encontrarlo físicamente fuera de peligro. Se parece a dicha pieza china que merece cuidados especiales…
Estos dos ejemplos son apenas un botón de muestra de la realidad cotidiana. A mi, como creo que a todo el mundo, el humor me relaja. Y eso hace bien a cualquier enfermo, pues calma los nervios, combate la depresión, le quita incluso dramatismo a situaciones complicadas, -que no voy a detallar para no entrar en campo minado…-, es capaz de convertir en positivo lo que se ve negativo, etc.
Ya he identificado varias conductas que tienen efectos terapéuticos en el terreno psicológico, que tanto influye en lo físico: el no aislamiento total, música seleccionada por el propio enfermo, humor en general, vida cotidiana sin tensiones… En suma, se trata de una verdadera obra de arte enfrentar con algún éxito la tarea de reducir, cuando no eliminar, los daños que causa una enfermedad. Se necesita mucha creatividad y fuerza de voluntad. No es fácil, sobre todo tratándose de enfermedades neurodegenerativas que afectan el cerebro. Pero no es imposible y se puede avanzar todos los días un poco. Doy fe de esto.
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