Jules
Michelet: “El calor está abajo”
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Este historiador clásico francés, que vivió casi todo el siglo XIX y fue autor de obras importantísimas como
“Historia de Francia” o la “Historia de la Revolución”, también escribió una
obra menor que tituló “El pueblo”. Aquí,
expone un argumento que sería muy válido en nuestros días, dada la condición de
nuestra burguesía y de nuestro pueblo. Veamos algunas de sus partes:
“En la nacionalidad como en la geología, el
calor está abajo. Bajad y encontraréis que aumenta; en las capas inferiores,
quema.”
“Los pobres aman a Francia, como quien le está
obligado, como quien tiene deberes con ella. Los ricos la aman como si les
perteneciera, como si Francia estuviera obligada con ellos. El patriotismo de
los primeros es el sentimiento del deber; el de los demás, la exigencia, la
pretensión de un derecho.”
“El campesino casó con Francia en legítimo
matrimonio; es su mujer, para siempre; él y ella son una sola y única cosa.
Para el obrero, es como su hermosa amante; no posee nada, pero tiene a Francia,
su noble pasado, su gloria. Libre de ideas locales, adora la gran unidad. Debe
ser muy miserable, estar sometido por el hambre, por el trabajo, para que ese
sentimiento se debilite en él; con todo, nunca se extingue.”
“La malhadada servidumbre de los intereses
aumenta aún si subimos hasta los fabricantes y los comerciantes. Siempre se sienten
en peligro, caminan como en la cuerda floja. Para evitar la quiebra, en parte,
antes se arriesgarían a hacerla general….Ellos hicieron y deshicieron julio.”
“Si subo más alto ¡Qué frío! Es como en los
Alpes. Llego a la región de las nieves. La vegetación moral desaparece poco a
poco, palidece la flor de la nacionalidad. Es como un mundo presa una noche de
un frío súbito de egoísmo y miedo….Si subo un grado más, incluso ha cesado el
miedo, sólo queda el egoísmo del calculador sin patria: ya no hay hombre, sólo
cifras…..Verdadero glaciar abandonado de la naturaleza….Permítaseme apearme
aquí, el frío es demasiado para mí, ya no respiro.” (El Pueblo, cap. 8, 1846).
Para Michelet el pueblo son todos, no separa
clases ni sexos. Lo único que les separa
a las distintas partes del pueblo es la temperatura que cada uno posee como
cuerpo social. El pueblo es un elemento con calidez diferente, por su potencial
de calor, por su capacidad de “incubación”. El pueblo más bajo es incubador, de
palabras y de seres, de fidelidades y de historias. Ahí hay fermento….Por
simple factor de temperamento.
Sin embargo, para Michelet, las clases más
bajas, los desvalidos o pobres cristianos, no son prometeicas. Todos viven en
un promedio pequeño burgués de cultura. Los últimos no serán los primeros de la
historia; simplemente permanecen con una temperatura más caliente que la
burguesía y son más amantes de la patria.
Incluso al desear el bienestar que
remeda a la burguesía, todavía permanecerá como goce agradecido. Por eso en el
pueblo la vida reconoce siempre un principio; en la burguesía, en cambio se ha
congelado la vida.
Por eso, para Michelet hundirse en el pueblo, absorber al
pueblo, hacerse pueblo, equivale a ingerir la sustancia mágica que impide
morir. “En el pueblo las ideas se pueden “incubar”, porque las ideas para
“incubar”, debe ser acogida por la cálida tibieza del amor y así puede germinar
fecundada por la fuerza del corazón. Entonces, y sólo entonces, ya no es una
idea o una palabra, es una cosa viva; como tal, se la ama y se la abraza, como
a un hijo recién nacido, que la humanidad recibe en sus brazos.” (“Las mujeres
de la revolución”).
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