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jueves, 5 de abril de 2012

LA SOLUCIÓN DE LOS RICOS ANTE LA CRISIS


Por Hugo Latorre Fuenzalida

Cuando vienen las crisis en los países desarrollados y comprometen los fondos de los ricos, el FMI ofrece soluciones diferentes a cuando las crisis acosan a las naciones pobres donde no existen fondos comprometidos de los ricos.

Cuando las crisis se dan en países pobres, entonces el garrote asoma de inmediato, la guadaña y el hambre se ofrecen como soluciones. En cambio cuando estas crisis se dan en países ricos, la solución es mágica: se echa a andar la máquina del dinero, y san se acabó.

Los fondos de los ricos quedan asegurados y los pobres pasarán por el Purgatorio, un tiempo, pero al tercer día serán recuperados de las fauces avernales por la milagrosa función papelera de de esa Deus ex machina que se llama imprenta de monedas.

La inflación que desatará la devaluación de la moneda irresponsablemente impresa la pagarán los tenedores de esa fraudulenta divisa, es decir el resto del mundo que consume transando con dólares o manteniendo reservas en dólares, como los fondos de pensiones de los países pobres.

Tres punto cinco trillones de dólares en el caso de la deuda financiera-inmobiliaria norteamericana y cifra que se acercará en el caso de la crisis europea, prometen un futuro incierto para los pobres, pero no la quiebra de los ricos, que volverán por sus fueros especulativos y verán acrecentadas sus partidas succionadas desde el Estado y de los impuestos, de los muchos que pagan, para que pocos los gocen.

En nuestra América Latina, con la crisis de la deuda externa, por los 80, se nos aplicó la receta del rigor sin piedad. En Chile, debido a la política de ajustes decretada desde el FMI, más de 800.000 chilenos debieron emigrar para no morir de hambre y más de la mitad de los puestos públicos fueron eliminados. En Argentina y Uruguay pasó algo similar.

La bota militar pudo imponer ese rigor extremo sin levantamiento social y las riquezas que eran de todos los chilenos fueron transferidas a los privados amigos del régimen, configurando el peor desfalco a la cosa pública de que se tenga memoria, más si se toma en consideración la transferencia de la riqueza minera a las transnacionales que ya es algo digno de relato fantástico.

En la crisis del capitalismo central, tanto el de Norteamérica como el de Europa, esta receta de hambrear al pueblo no se podrá llevar a cabo. Esas sociedades contienen una armazón social y una cultura participativa mucho más antigua y sólida que la de los países en vías de desarrollo. Por tanto es muy complicado, porque los más afectados por las políticas de ajuste son los jóvenes y esta generación viene con otra mentalidad. Ellos son mucho más iconoclastas, no creen en pajaritos preñados, son pragmáticos y es difícil dorarles la píldora con restricciones de las que ellos no se sienten responsables.

Ya hemos presenciado las protestas en esos países y es de esperar que estas no cesen en el futuro, ya que la solución tenderá a victimizarlos de manera específica. En España la derecha no tiene propuestas de salida más que la contracción económica y eso se llevará por los cuernos al gobierno; Portugal pasará por la misma pasión y Grecia ya lo vive de manera casi caótica. Francia e Italia están en la antesala de la crisis, la que es probable que se profundice en el tiempo.

América Latina ha podido emerger de la crisis de los 80 gracias a los dineros de las privatizaciones y por el relevo que ante el agotamiento de los mismos significó el alza de los precios de las materias primas. Sin esos dos elementos, aún estaríamos en la carraplana. Europa no tiene esos recursos providenciales, por tanto se verá en la obligación de reformular sus estrategias de crecimiento a largo plazo.

Eso no es fácil en un momento en que los países de reciente desarrollo (Asia) vienen cubriendo casi todas las áreas de expansión productiva a bajo costo. Pero como un hambriento suele discurrir más que cien letrados, las restricciones del presente pondrán a Europa en el dilema de crear o decaer.

Venecia vivió su “crepúsculo” luego que dejó de ser el centro comercial desde el Mediterráneo; Europa entera deberá evitar ese destino y tendrá que inventar una fórmula de salida, pero hasta ahora no se vislumbra cuál pueda ser.

El mundo que viene, el orden global que tenemos, será muy diferente en las próximas generaciones, pero la cuenta la seguirán pagando los pobres, pues los ricos seguirán asegurando sus recaudos vía el expediente de imprimir dinero inorgánico.

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