Por Walter Krohne
Director-Editor de Krohne Archiv
Hay materias de Estado que no pueden dejarse en manos de privados ni menos en quienes buscan sólo el lucro como objetivo de vida. Es lo que ocurre en salud y en educación, dos temas altamente sensibles en los que el aporte estatal debería ser realmente contundente o total.
Cuando vemos que las isapres, como entidades privadas que comercian con la salud, tienen ingresos millonarios, que según el último balance llegaron a 67.867 millones de pesos en 2011 (un 33 por ciento más que el año anterior, cuando obtuvo 51.035 millones), nos estamos enfrentando a una situación tremendamente difícil porque los usuarios están obligados a desembolsar una cantidad de dinero mensual, que no es menor y que se paga además en UF (unidades de fomento), que en parte se convierten a lo largo del año en beneficios netos para los propietarios de estas empresas.
Sin embargo, lo más grave de todo es que las isapres hacen lo que quieren. El Gobierno de turno y todos los gobiernos, también los anteriores, parece que les tuvieran miedo a estos empresarios, emitiendo siempre declaraciones muy cuidadosas como queriendo evitar todo tipo de irritaciones entre las partes, sin tomar medidas drásticas que hicieran de este servicio un beneficio real para todos los chilenos.
Sin embargo, a pesar de estas ganancias aseguradas por todos lados, estas empresas se dan el lujo de subir los planes en el porcentaje que les plazca una vez al año y ha habido también años en que el reajuste ha sido el doble de lo normal o dos veces en 365 días. Este 2012, a pesar de las ganancias obtenidas, las isapres subirán de todos modos los planes entre 2 y 2,5%, a pesar que el Gobierno pidió no alzar los precios.
Las isapres son entidades que conforman el sistema de salud chileno impuesto por la dictadura sin consulta previa a la población. Los llamados “Chicago boys” fueron contratados por Pinochet para dar ideas destinadas a soslayar las responsabilidades propias e históricas del Estado, como dejar la salud y la educación en manos de empresarios escrupulosos o inescrupulosos, daba lo mismo, que se entendieran como pudieran con la clase laboral o los trabajadores. A esta gran masa se les explicó que cada trabajador, como miembro de un Estado “moderno”, tenía que ordenar sus finanzas personales y repartir sus ingresos entre la isapre, la educación de los niños y el resto para lo que alcanzase. Es el llamado "servicio" que reemplazó a los derechos de los ciudadanos.
Es cierto, que lentamente el sistema de isapres se ha hecho menos draconiano de lo que fue en un comienzo cuando mucha gente perdió casas, autos y todos sus bienes cuando las isapres no respondían en casos de emergencias de alto riesgo. Hoy tampoco responden como debería ser y, en casos graves un paciente debe disponer de al menos unos 5 a 10 millones de pesos en capital para “pagos hospitalarios no contemplados”.
Con razón los chilenos consideran que las isapres son las industrias menos confiables, lo que indica que tienen una reputación por debajo de todos los límites aceptables como es 17 por ciento de confiabilidad (Ipso). Casi en el mismo nivel están las compañías de seguros y las multitiendas.
Es decir, todas las instituciones chilenas privadas que prestan servicios y que están relacionadas con pagos, cobros obligatorios o intercambios aparecen mal evaluadas y carentes de confiabilidad, lo que significa que hay escasa aceptación de nuestro sistema estatal privado, contrario a lo que ocurre en otros países, donde el control y la oferta estatal es real y no “un chiste” como ocurre en Chile.
Esta situación, a través de los años, se ha ido convirtiendo en un lastre mayor que recién está dando señales verdaderas de explosión y la gente sale a las calles para pedir cambios, porque la verdad es que ya ni siquiera sabemos ¿para qué pertenecemos a un Estado si de él no recibimos absolutamente nada de vuelta?
Como no es posible renunciar a "una membrecía" en un Estado nacional, el camino para resolver estos conflictos debería ser a través de una reforma estatal amplia, seria y contundente. La salud y la educación deben ser gratuitas, lo que sería el único aporte real del Estado a sus miembros, los ciudadanos, porque antes teníamos también otros servicios que se fueron terminando, como son los estacionamientos en vías públicas y las carreteras sin peaje, sólo dos para no entregar una lista más larga.
Todo esto causa insatisfacción e infelicidad, como también lo revelan las encuestas. Hay que volver al Estado de bienestar que es el único que deja contenta a la gente y donde la repartición de la riqueza es realmente efectiva y no desigual como ocurre ahora, salvo a los ricos que son los principales beneficiados con este sistema neo liberal capitalista.
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