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lunes, 2 de abril de 2012

AL CUMPLIRSE 30 AÑOS DE LA GUERRA DE LAS MALVINAS ¿CÓMO VIVEN HOY LOS ISLEÑOS?

La bandera británica sigue flameando en Puerto Stanley
 a pesar de la historia y de la guerra
Todos tienen casa y al menos un empleo. El Estado se hace cargo de la educación y la salud. No tienen cine, teatro y escasea la fruta y la verdura, pero viven sin sobresaltos. Las fiestas de casamiento, en el salón de la Asamblea Legislativa.

Las 9 de la mañana sobre Ross Road, la calle principal de la isla, y no se observa ningún movimiento.

No hay gente, no hay autos. Nada se mueve. Sólo algunos gansos transitan alrededor de un cañón ubicado en la bahía, que se utilizó para resistir el intento de desembarco alemán durante la Primera Guerra Mundial. Parece extraño que esta geografía en apariencia desangelada sea un centro de tensión política.

De todo lo que se habla sobre Malvinas, pareciera que no ocurriera en Malvinas.

Los tres mil isleños viven el “día a día”. Es difícil que suceda algo imprevisto o un acontecimiento altere el rumbo natural de cada día. Cada familia tiene al menos dos empleos con el que se asegura su ingreso, manda a sus chicos al colegio, la salud está cubierta por el gobierno local.

Nadie duerme fuera de su casa



Puerto Stanley (Foto de Krohne Archiv)
Todos alquilan o son propietarios. Y duermen tranquilos. Por la noche, los isleños suelen dejar las puertas de su casa sin llave, o la bicicleta de montaña en la vereda, que todo permanecerá como lo habían dejado. En ese aspecto, incluso en el bar Victory, donde los argentinos son recibidos sin sonrisas, y hacen chanzas sobre nosotros en tazas que venden de souvenirs, cualquier visitante que olvide su equipo fotográfico lo tendrá al otro día en su hotel.

La vida en las islas acaba muy temprano. La mayor “congestión” de tráfico sobre Ross Road se produce al mediodía, cuando la gente vuelve a su casa para almorzar. En esa hora se puede ver circular 20 ó 30 camionetas.

A las cinco de la tarde ya nadie responde el teléfono en ninguna oficina. Las siete, o las siete y treinta, es la hora de la cena. Es muy difícil que alguien que llegue una hora más tarde de lo establecido logre un cubierto. Pero hasta las 9, en el Tasty Treat, la empleada puede calentar una porción de tarta antes de cerrar el local e irse a su casa.

Por las noches los isleños se reunen con turistas en los
 pubs de Puerto Stanley Foto Krohne Archiv
A partir de entonces, la vida nocturna se traslada a los bares The Globe, Deano’s, Narrows y el citado Victory, u a otro emplazado a unas quince cuadras del “centro”, detrás de la residencia de gobierno, el “Stanley Arms”, que representaría la frontera entre “el conurbano” y el campo. En el “Stanley Arms”, los jueves a la noche, se juega al bingo.

Isleños no tienen lugares con “fronteras sociales”


Monumento en homenaje a los
caídos en la guerra de 1982 entre
el Reino Unido y Argentina
Foto Krohne Archiv
No hay clubes más distinguidos que otros -porque no hay clubes-, u hospitales mejores -todos se atienden en el único-, ni barrios más exclusivos. Sí hay casas más modernas que otras, pero la mayoría son espaciadas, calefaccionadas y confortables. Hay pocas fiestas de casamiento: las parejas tienen a disposición el salón de actos de la Asamblea Legislativa para la fiesta. En ese mismo lugar, cada dos meses, también se habilita un “mercado de pulgas” en el que los isleños venden y compran objetos usados por pocas libras.

Cualquier persona que trabaje -y todos trabajan- puede contar con la asistencia del único banco para comprar un vehículo en cuotas. En la pared de salida del supermercado The West Store se ofrecen usados. No hay agencias de auto (tampoco canchas de tenis).

El único signo de diferenciación social podría marcarlo una cena en el restaurante del hotel Malvina House, a 60 dólares por persona, aunque no es una cifra que suene disparatada para el isleño. “La mayoría de la gente trabaja para el gobierno o las Falklands Islands Company (FIC) -explica Naomi, que nació en las islas y prefiere permanecer anónima-; La FIC paga 6 libras la hora (1 libra = $780 chilenos)  y el gobierno 8.

Con dos ingresos (unas 2.500 libras) se puede vivir en una casa muy bonita, de cuatro habitaciones. El alquiler de una casa para una familia, con 4 habitaciones, se puede conseguir por 750 libras. Todas las semanas hay ofertas de trabajo en el periódico”.

La residencia oficial del Gobernador británico
Foto Krohne Archiv 
La alimentación es un punto deficitario en Malvinas.

“La gente no está habituada a hacer deportes, y tiene mucho sobrepeso. La comida sana escasea, la fruta y la verdura son muy caras. Una banana puede costar hasta 2 libras, tampoco se acostumbra a comer pescado; en febrero, por ejemplo, no se consiguen huevos ...” Los isleños perciben su progreso económico de manera gradual y sostenida. Cuentan con empleos, educación y salud con una cooperación mínima descontada del salario, vehículos, visitas al campo los fines de semana, para cazar, pescar o ir a playas con pinguinos. En el verano, se van de vacaciones a Inglaterra, Australia o Sudáfrica. Excepcionalmente a la Patagonia.

Puerto Stanley (la capital que los argentinos llaman Puerto Argentino) se parece poco al de aquellas imágenes en blanco y negro del año 1982, con sus calles agrestes y opacas.

Ahora es más parecido a un barrio acomodado de Londres, aunque sin una sala de cine, ni de teatro y con apenas una banda de rock que cada tanto se presenta en un local sobre la ruta, casi al borde del fin del mundo.

Crónica-reportaje de:  Marcelo Larraquy publicado en la página web del diario Clarín de Buenos Aires.

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