Por Felipe Portales
El liderazgo de la Concertación debiera explicarle también a sus bases y al país por qué, bajo sus gobiernos, TVN se autocensuró sistemáticamente respecto de la generalidad del cine chileno desarrollado en el exilio y del conjunto de los documentales nacionales con una mirada crítica hacia la dictadura y el período de “transición”.
Particularmente llama la atención que decenas de documentales sobre las violaciones de derechos humanos del régimen pinochetista; sobre personalidades que fueron víctimas de su represión; y sobre la discriminación histórica sufrida por el pueblo mapuche –muchos de los cuales han tenido galardones en festivales internacionales y han sido exhibidos en numerosos canales de televisión de América Latina y España- fueron completamente excluidos por TVN hasta 2008, que más tarde exhibió algunos de ellos, especialmente en horarios de madrugadas y en días domingos.
Particularmente llama la atención que decenas de documentales sobre las violaciones de derechos humanos del régimen pinochetista; sobre personalidades que fueron víctimas de su represión; y sobre la discriminación histórica sufrida por el pueblo mapuche –muchos de los cuales han tenido galardones en festivales internacionales y han sido exhibidos en numerosos canales de televisión de América Latina y España- fueron completamente excluidos por TVN hasta 2008, que más tarde exhibió algunos de ellos, especialmente en horarios de madrugadas y en días domingos.
En este sentido, TVN –bajo los gobiernos de la Concertación- llegó al extremo de censurar virtualmente La batalla de Chile de Patricio Guzmán (1972-1979), que está considerado entre los 10 mejores documentales de tipo político de la historia; además de otros muy exitosos documentales del autor: La memoria obstinada (1996-1997); En nombre de Dios (1985-1986); El caso Pinochet (1999-2001) y Salvador Allende (2004). Asimismo, ha censurado los documentales del connotado realizador chileno Patricio Henríquez, El último combate de Salvador Allende (1998); Imágenes de una dictadura (1999) y El lado obscuro de la dama blanca (2006); referido este último a las detenciones y torturas efectuadas por la dictadura en el buque-escuela Esmeralda luego del golpe de Estado.
Asimismo, TVN se negó a exhibir varios documentales referidos a la tragedia de las personas que sufrieron detenciones seguidas de desaparición después del 11 de septiembre, como Patio 29, historias de silencio (Esteban Larraín; 1999); Huella de sal (Andrés Vargas; 1990) y Mi hermano y yo (Paula Sánchez y Sergio Gándara; 2002). También, impidió en la práctica que viésemos –por lo menos hasta 2008- diversos documentales relativos a la represión posterior al golpe, como La flaca Alejandra (Carmen Castillo; 1993); Estadio nacional (Carmen Luz Parot; 2001); Chacabuco, memoria del silencio (Gastón Ancelovici; 2001); Circunstancias especiales (Marianne Teleki y Héctor Salgado; 2006); El hombre de la foto (María José Martínez y Gonzalo Ramírez; 2006) y Una vida verdadera. El sacrificio de Miguel Woodward (Andrés Brignardello; 2007).
Incluso, TVN no quiso exhibir documentales referidos a las organizaciones de defensa de los derechos humanos, como Solidaridad: Fe, Esperanza y Santuario (Gillian Brown y Edgardo Reyes; 1988) sobre la Vicaría de la Solidaridad; y Recado de Chile (Pedro Chaskel; 1978) sobre la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
Tampoco pudimos ver en “el canal de todos los chilenos” documentales referidos a las protestas nacionales, como Hasta vencer (Pablo Salas; 1984) y La ciudad de los fotógrafos (Sebastián Moreno; 2006); o referidos a personalidades como Víctor Jara (El derecho de vivir en paz; Carmen Luz Parot, 1999) o Clotario Blest (Nuestro Quijote, Clotario Blest; Gloria Camiroaga, 2005).
Por otro lado, TVN -bajo los gobiernos concertacionistas- se negó sistemáticamente a exhibir obras que trataban del despojo y la discriminación histórica sufridas por el pueblo mapuche. Entre ellos cabe mencionar a Wirarún (1998), Punalka: El Alto Biobio (1995) y Wallmapu (2001), de Jeanette Paillán; El velo de Berta (2004) y Ralco (1999), de Esteban Larraín; El despojo (2004), de Dauno Tótoro e Italo Retamal; y El juicio de Pascual Pichún (2007), de María Teresa Larraín.
También fueron víctimas de la autocensura documentales sobre Pascua Lama (Apertura de una migaja, 2005; de Jean Cid); sobre la historia de las organizaciones y los derechos de la mujer (Calles caminadas, 2006; de Eliana Largo y Verónica Qüense) y sobre el Opus Dei (Opus Dei, una cruzada silenciosa, 2006; de Marcela Said y Jean de Certeau); entre muchos otros.
El Programa de Libertad de Expresión del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile desarrolló entre 2007 y 2008 -a través de su Boletín de Libertad de Expresión – una campaña de denuncias de aquellas autocensuras, lo que finalmente llevó a TVN a programar la difusión de varios de esos documentales, aunque en un horario de poca audiencia como es la madrugada del domingo.
Ciertamente que aquellas censuras sistemáticas de TVN no fueron el producto de órdenes gubernamentales ni, menos, de una legislación restrictiva. Se debieron a una autocensura voluntaria, del mismo modo que las otras formas que hemos visto en los capítulos anteriores; y en el contexto de las políticas comunicacionales de los diversos gobiernos de la Concertación orientadas a restringir al máximo todas las voces que pudiesen desnudar el giro copernicano experimentado por el liderazgo de la Concertación.
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