Por Wilson Tapia Villalobos
Se supone que los procesos de autoanálisis sirven para sanar. Es lo que uno entiende, como lego en el asunto, buscan las terapias psicológicas. Y por extensión, como se trata de organizaciones humanas, tal criterio podría aplicarse a los Partidos políticos. Pero, no. Los dirigentes responsables de los procesos de autocrítica y evaluaciones, parecieran guiarse por otros parámetros. Tengo la sensación de que se hacen trampa. Que dicen que están haciendo una cosa y, en realidad, están haciendo otra. Es lo que, creo, ocurre hoy en la Concertación.
El presidente de la Democracia Cristiana (DC), senador Ignacio Walker, se ha vuelto locuaz en las últimas semanas. Le molesta que se pretenda expandir el conglomerado hacia otras fuerzas. Se declara acérrimo opositor de la derecha. Con igual decisión, deplora la posibilidad de un entendimiento más duradero que electoral con el Partido Comunista, “mientras éste no condene la dictadura cubana”. Se niega a incorporar fuerzas de izquierda -izquierdizarse, dice él- “porque ahí perdemos todos”, sostiene. En resumen, su postura para recuperar a una Concertación ganadora es hacerse fuerte en el centro.
En el otro rincón -el símil con un ring es mero vuelo imaginativo- el Partido por la Democracia (PPD) trata de erigirse como el adalid de las fuerzas progresistas. E intenta, precisamente, abrir la Concertación hacia la izquierda. No hay que ser una analista demasiado perspicaz para darse cuenta que eso incrementa las tensiones. Y razones para ello hay de sobra. No son precisamente ideológico-políticas. La DC trata de asegurarse que las fuerzas al interior de la coalición no le sean desfavorables. Y eso ocurriría si a la Concertación ingresaran los comunistas, el Movimiento Amplio Socialista (MAS), los ex democratacristianos del Partido Regionalista de los Independientes (PRI) y las fuerzas que se aglutinan alrededor del ex candidato presidencial Marco Enríquez Ominami.
Eso es estrategia electoral. Aquello de quedarse en el centro para ganarle los votos que la derecha supuestamente le quitó a la Concertación, no deja de ser una declaración. No es producto de un análisis más profundo. De un examen que vaya a la raíz del problema. Y ésta no es otra que saber qué están pensando los chilenos y en qué lugar de sus preocupaciones colocan a la política. No a la idea política, que en estos tiempos de exacerbada virtualidad es algo más bien difusa, sino a la acción política. Eso lo responden las encuestas y las elecciones. Las primeras dicen que los políticos tienen baja credibilidad. Y las elecciones señalan con toda claridad que el elector está buscando fertilidad en un terreno más bien árido.
Por eso es que la postura de Ignacio Walker, pese a que trata de presentarse como líder de nuevo cuño, me parece anquilosada. El ciudadano no se queda en el centro porque le asusten los cambios. Se cobija en él porque vive en una sociedad desequilibrada, en que los dirigentes tratan que nada cambie de manera sustantiva. Y ese desequilibrio lo pagan las clases medias y los sectores más humildes.
Por tanto, lo que intenta el líder DC es seguir pensando en un conglomerado que se quedó sin atractivos. Pero los argumentos que utiliza para ello son, a lo menos, discutibles. En la última elección, el candidato concertacionista fue democratacristiano, y no cualquier democratacristiano. Un ex presidente con probadas posiciones centristas. Así y todo, perdió. De ello debiera deducirse que el análisis no puede ser tan simplista. No fueron los DC del centro los que se corrieron hacia la derecha. Hubo otros factores. Creer que el electorado sigue reaccionando hoy como en el pasado, es no asumir que la realidad del mundo cambió. No sólo la de Chile.
Izquierda, derecha y centro, significan casi nada. O nada, derechamente, en el terreno político. Puede que en la nostalgia tengan todavía un rincón. Y eso los políticos lo saben, porque han sido ellos los que llevaron las cosas hasta tal punto. Por lo tanto, Walker está perdido o se hace el perdido para tratar de pescar incautos.
Y en la otra banda no pareciera haber mayor claridad. ¿Qué significa izquierdizar la Concertación? Obviamente abrirse hacia partidos que hoy no están en el conglomerado. Y eso se muestra como una excelente posibilidad. Más bien como la única destinada a crecer, según los autodenominados líderes progresistas. Pero las cifras son elocuentes. En la última elección presidencial, el postulante de la izquierda, Jorge Arrate, sacó sólo 6% de los votos, pese a ser un muy buen candidato. Y en la segunda vuelta eso no bastó para derrotar al actual presidente Sebastián Piñera.
Pareciera que la verdadera solución está en el recambio. ¿Pero quien quiere verdaderamente el recambio? El ex presidente Ricardo Lagos ha vuelto a levantar la voz. Y no puede ser exhibido como epítome del cambio, pese a su militancia socialista. Además ¿adonde están las ideas nuevas que aporta? Tal como Walker y Girardi traen más de lo mismo, no hay por qué esperar que Lagos vaya a exhibir algo nuevo. Y ese modo de hacer política fue el que pavimentó la derrota de la Concertación.
Aquí hay un falso dilema. No se trata de izquierdizarse o centrarse. Lo que la ciudadanía quiere es sentir empatía con la política. Y los canales para ello aún no aparecen.
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