Por Walter Krohne
Las posiciones más extremas han salido otra vez a la luz en Chile desde que la semana pasada fue presentado en el Congreso Nacional de Chile un proyecto de aborto terapéutico que hicieron los senadores Evelyn Matthei y Fulvio Rossi. En esta gestión legislativa se unieron el agua con el aceite, porque se trata de la parlamentaria que representa a la conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI) y al socialista Fulvio Rossi. Dos posiciones opuestas frente a las distintas formas de definir el desarrollo político y económico de Chile, pero que en este caso puntual, en un tema valórico ciento por ciento, se han coordinado y unido en una iniciativa que está originando explosiones en todos los rincones de la política, el gobierno, la oposición y de la Iglesia Católica.
Hay quienes piensan que resulta increíble que en el siglo 21, cuando el mundo está en un proceso de modernización forzada y de desarrollo, en un escenario difícil y cambiante, surjan voces que se opongan al aborto terapéutico con todo tipo de armas y amenazas y con escasa argumentación de fondo, cuando la afectada es la mujer junto a su bebé, especialmente cuando ella está en peligro de muerte y no es capaz de llegar hasta el parto.
Sobre el tema hemos escuchado las tendencias “fundamentalistas” que cuando se les pregunta ¿qué decidirían si la afectada fuera su propia esposa?, la respuesta es sorprendente, porque estas voces están dispuestas a dejarla morir para el caso que no pueda salvarse también el feto, porque cualquier otra medida, como un aborto, sería para ellas una violación a todas las reglas de la moral.
Lo peor es que una propuesta, que recién ha ingresado al Parlamento, ya es rechazada de plano a través de las redes sociales de internet. Además se trata de una iniciativa que no es nueva, porque ya fue Ley durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970) y luego anulada por el dictador Augusto Pinochet Ugarte.
Hay numerosas posiciones que determinan algunos caminos a seguir, como que el aborto terapéutico es el que se realiza solamente en caso de que la madre corra peligro de muerte y se esté seguro de que el bebé también morirá durante el parto, sin que el médico tenga otra alternativa. Cuando el embarazo es ectópico, es decir que se está desarrollando fuera del útero, generalmente en la trompa de Falopio, puede poner en riesgo la vida de la madre, aunque en algunos casos se logra salvar al bebé, a pesar de que no cumpla con el tiempo completo de gestación. Podría ocurrir también que el bebé, quizá, no logre desarrollarse y sobrevivir tras haber dejado el vientre materno.
Esta forma de analizar el problema es clasificado por algunos estudiosos, especialmente aquellos que están fuertemente inspirados en principios religiosos, como el aborto terapéutico indirecto, que distinguen del llamado aborto terapéutico propiamente tal. Este último es definido como el aborto directo porque mata directamente al bebé no nacido como medio para salvar presuntamente a la madre, cuando en realidad hay otras alternativas para salvarla a ella y a su bebé no nacido.
Distinto es el caso del "aborto indirecto", que en realidad no es un aborto en el sentido verdadero de la palabra: no es un aborto directamente provocado. Se trata del caso en el que la vida de la madre embarazada corre un peligro inminente, y la situación es tal, que si el médico esperara a que el bebe fuera viable, morirían tanto la madre como él.
En este caso, el médico tampoco tiene otra alternativa para salvar a los dos, si la hubiera, tendría que recurrir a ella. Entonces el médico no tiene más remedio que intervenir, tratando siempre de salvar a ambos (al bebé no nacido y a su madre).
Y...¿qué pasa cuando el feto no se desarrolla y puede nacer sin cerebro? ¿Someter a esa criatura por el tiempo que sea a vivir en horribles condiciones, no es acaso un camino equivocado porque en el fondo se le está obligando a un ser humano a vivir en permanente tortura?
Pero para definir estos planteamientos e ideas y ver si son aplicables en Chile, las partes tienen la obligación de sentarse a una mesa y dialogar. Y eso es justamente lo que nuestros políticos se niegan a hacer. Cuando un avezado hombre público como es Carlos Larraín, presidente del Partido Renovación Nacional (RN) dice tajantemente que “si el gobierno apareciera a favor del aborto terapéutico yo me paso a la oposición” o el diputado Gustavo Hasbún, de la UDI, que atacó por twitter con toda su fuerza diciendo que las declaraciones de su correligionaria Evelyn Matthei sobre aborto terapéutico, demuestran que no sabe nada del tema", a lo que la diputada de RN Carla Rubilar le contesto: “Que no compartas su vision, no la hace una ignorante en el tema. ¿Debatámoslo?".
Por el debate también está el ministro de salud, Jaime Mañalich, quien si bien cree que todavía es "muy prematuro" para que el Gobierno defina una postura frente al proyecto, "es un tema que genera enorme controversia en la ciudadanía y no sólo en Chile, en muchas partes del mundo, por lo tanto lo vemos como una cosa muy interesante que se discuta en el Parlamento y que se generen los consensos".
La idea de la senadora se desprende de los testimonios de la periodista Mónica Pérez de TVN, que contó su experiencia en la cual perdió a su hijo que tenía 14 semanas de gestación. Matthei, plantea un cambio al proyecto de derechos y deberes de los pacientes que está en discusión en la Comisión de Salud del Senado.
"He decidido presentar una indicación que permita que un equipo médico pueda decidir si un feto no tiene viabilidad de vida y el embarazo se pueda interrumpir", fueron las palabras de la senadora.
En todo caso, todo parece indicar que Chile seguirá sin resolver un tema valórico tan importante como es este, lo que significa que la discusión, como en muchos otros temas, seguirá vigente también en los años venideros. Es la política de "chutear" los problemas hacia adelante y no resolverlos.
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