El Presidente y parte de la derecha viene señalando que estudian para aplicar una reforma impositiva en Chile, donde se plantea un alza de los tributos a las empresas. Esta elevación de tasas será, cuando menos, el mantener 20% que ahora se ha pactado, como tasa transitoria, para la reconstrucción posterremoto; recordemos que antes de esta alza, la tasa que pagaban las empresas en Chile era del 17%.
Un trabajo clave que ayudó a aclarar las cosas fue el realizado a fines de los noventa por una comisión de expertos que asesoró al Servicio de Impuestos Internos (Engel 1998). Ese estudio concluyó, entre otras cosas, que los índices de distribución del ingreso en Chile permanecían casi inalterados antes y después de impuestos, incluso si se consideraban reformas bastante radicales al sistema. En contraposición, dichos índices mejoraban de manera muy significativa al considerar la ejecución del gasto público, financiado con los impuestos.
Esta realidad nos pone en la disyuntiva de tener que hacer algo más que elevar en dos o tres puntos porcentuales el impuesto, pues su repercusión final será anulada por la forma en que se ejecuta el gasto público, donde los grandes beneficiaros son las mismas empresas que, vía exenciones, estímulos, y elusiones pueden dejar las cosas tal cual estaban, aunque las tasas suban 10 puntos.
Tales beneficios en la tributación de los impuestos de primera categoría favorece al quintil más rico en hasta un 92,5%, mientras que de los tributos que pagan los más pobres el beneficio de la distribución del gasto fiscal (o la omisión del mismo) sólo beneficia a estos en un 1,40%.
Las exenciones en IVA para el quintil más rico llega al 71.4% y del impuesto a la renta alcanza al 98,4%. En cambio en el primer quintil la exención en IVA alcanza apenas a 2.02% y de Impuesto a la renta un 1.29.
Esto ya nos va orientando en el camino de las soluciones reales y no de esta engañifa que sería subir el tributo sin cambiar la modalidad de ejecución del gasto y del mecanismo de contribución.
Ese mismo estudio concluye que el sesgo al aporte de los impuestos indirectos alcanza al 65% (impuestos regresivos), contra los impuestos directos (progresivos) que solo llegan a contribuir con el 27%.
En la mayoría de los países la proporción se invierte, dando paso a un mecanismo de redistribución real. De hecho, las sociedades que mantienen elevados impuestos directos son más equitativas que las sociedades que hacen lo contrario.
Otro antecedente a tener en cuenta es que la participación del decil más rico en la renta no empresarial es nominalmente del 38%; el restante 62% del tributo lo aportan los otros deciles. Más aún, de la participación de las utilidades retenidas, el decil más rico se hace cargo de un 78%, lo que hace que la renta empresarial final no sea más del 5% al 8% del total que se aporta al fisco en el sistema tributario.
Esto que parece algo engorroso para quien se asome por primera vez a un tema tan elucubrado como es la tributación en Chile, en verdad parece un juego de prestidigitación que sólo los expertos en “ingeniería” tributaria de las empresas saben dilucidar con enormes ventajas para su gremio. El resto de los compatriotas sólo ponemos la confianza en los tecnócratas que aún pensamos que son serios y justos. Pero las apariencias engañan. Lo que señalan todos los informes internacionales sobre el tema (incluido la CEPAL y los informes de la OCDE), es que somos el país más asimétrico del grupo y uno de los peores del mundo, dado el nivel de desarrollo alcanzado.
Igualmente los informes de la CEPAL vienen señalando en estudios sobre tributación comparada en América Latina, que es una constante en la Región (y no se salva Chile) que la tributación está estructurada de tal forma que son la clase media y los pobres los que más tributan y dan sostenimiento al Estado, pero quienes se llevan las ventajas son el quintil más rico y algo del más pobre.
De hecho, señalan que de todos los tributos pagados, lo que aporta la clase media (trabajadores formales y declarantes efectivos sobre ingresos laborales) un 8% al 12 % va a parar en beneficio del quintil más rico y un 24% a 28% va a dar a manos del quintil más pobre. Pero a la clase media no se le otorga ninguna transferencia neta, sólo se le sacan recursos.
Este sistema debe ser desmontado y no simplemente maquillado como proponen algunos connotados dirigentes de los poderosos gremios empresariales que dominan a esta “dulce patria” con vista al mar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario