Desde el Perú
EL CAPITALISMO SOCIALMENTE RESPONSABLE
Por Roberto Mejía Alarcón
Las acciones realizadas y las palabras vertidas
durante la actual campaña electoral por Keiko Fujimori han puesto al
descubierto que carece del más elemental conocimiento de la realidad económica
y social del país.
No otra cosa se puede pensar al tomar conocimiento del
compromiso escrito que ha asumido con quienes explotan salvajemente la minería,
sin licencia, burlando las normas laborales, organizados mafiosamente,
depredando miles de hectáreas de los bosques y reservas naturales, promoviendo
la explotación sexual de menores de edad y condenando a miles de personas
indefensas a morir por causa de la contaminación ambiental.
No otra cosa se
puede creer al saber que está dispuesta a reponer el sistema de 24×24 impuesto
en la Policía Nacional, durante el régimen autocrático de su progenitor y que
dio lugar a que el personal uniformado, responsable de la seguridad ciudadana,
lejos de tomar descanso, se viera en la oportunidad de seguir trabajando de
manera particular, exponiendo así su vida y salud. Lejos de pensar en la
mejoría de las condiciones de trabajo y condiciones económicas, tal como
corresponde a quien tiene verdadera preocupación por quienes tienen menos
ingresos para sostener a sus respectivas familias, la candidata del fujimorismo
ha optado por un gesto cargado de demagogia, con la promesa de aumentar los
salarios, siempre y cuando la economía lo permita.
Bien se sabe que ésto será
muy difícil, dado que el país sufre las consecuencias de una severa recesión
por una serie de causales, tanto que el próximo gobierno se las verá negras para
aquietar el descontento originado por el aumento diario del costo de vida. Lo
anunciando por Keiko, en consecuencia, no pasa de ser una burla más y un engaño
adelantado tanto a la policía como a la propia ciudadanía, que reclama personal
apto académica y físicamente, capaz de enfrentar a una delicuencia cada vez más
avezada y asesina.
Las razones que la han llevado a tan penosa
conducta se explica. Quiere ganar a como de lugar. Pero lamentablemente juegan
en su contra otras perlas parecidas en su historial electorero. Sus actos
demuestran que ignora lo que significa ser trabajador. Y esto es comprensible
si se tiene en cuenta que la única “doctrina” que le acompaña, es la heredada
por quien la formó políticamente, nada menos que el culpable de que miles de
profesionales y empleados, hombres y mujeres, tanto al servicio del Estado como
de la empresa privada, perdieran el empleo y se convirtieran en ocupantes
precarios de la vía pública como vendedores informales, taxistas por necesidad
y sin licencia profesional y, muchos, llevados por el hambre y la ausencia de
empleo digno, orientaran sus pasos por los caminos del vicio, la delincuencia y
la prostitución.
En esos tiempos perversos, el tráfico ilegal de drogas se hizo
imparable, comenzaron a formarse los primeros cárteles, el contrabando tenía
las puertas abiertas por las fronteras del norte y del sur y la moral de la
policía estaba por los suelos, a tal punto que fueron numerosos lo que fueron
reclutados por bandas de asaltantes y secuestradores. Es necesario recordar
todo esto, porque fue durante el régimen autoritario que se adoptaron las
medidas de ajuste de la economía y se flexibilizaron las normas laborales en
perjuicio de los trabajadores, con las consecuencias ya anotadas y mucho más
¿Esto es lo que ahora se quiere repetir? La respuesta la tiene el electorado.
A la candidata del fujimorismo de quien un
entusiasta comentarista asegura que tiene bancada, partido y pueblo, olvidando
que tal bancada está conformada en gran parte por invitados, que tal partido es
propiedad de una dinastía, que carece de democracia y participación de la
supuesta militancia, y que el pueblo al que se refiere no es otro al que se ha
“trabajado” desde hace cinco años con dádivas de toda naturaleza, habría que
hacerle saber que la pobreza, la exclusión social, la injusticia y la
desigualdad social no son el fruto inevitable de leyes naturales e
irreversibles o de la mala suerte, o de la poca capacidad para saber enfrentar
el juego del mercado.
En realidad son la consecuencia de estructuras sociales,
económicas, políticas, éticas y culturales. Son la consecuencia de que unos se
hacen cada vez más ricos sobre la base de que otros cada vez más numerosos se
hacen más pobres. Es la consecuencia de una injusta distribución de los recursos,
de los ingresos, de la riqueza, de la acumulación del capital, del poder
económico, de la especulación, de la corrupción y de la mentira. Son la
consecuencia de decisiones políticas y anuncios demagógicos, de recetas
económicas dogmáticas, de imposiciones sociales. Esto es para desmentir y
desmitificar las falacias de que la pobreza y la exclusión social son
inevitables y forman parte de la modernización de la sociedad, que es el precio
fatal que hay que pagar para esta modernización. ¿Tendrá capacidad de decisión
política para poner fin a esta grave situación? Lo dudo.
Quizá le estemos pidiendo peras al olmo. Para
conocer, sin embargo, la personalidad de uno y otro candidato que participan de
la actual contienda electoral, basta como observar el comportamiento que
tuvieron durante el reciente recordatorio del “Día del Trabajo”. La candidata
del fujimorismo se fue a un restaurante limeño de comida criolla y allí, entre
cuchara y cuchara, disfrutó de una tarde alegre con la compañía de algunos de
los congresistas electos y como discurso de fondo no se le ocurrió mejor cosa
que criticar las propuestas laborales de su rival.
Pedro Pablo Kuczynski, en
cambio hizo todo lo contrario. Se reunió con diferentes gremios de trabajadores
en La Victoria, reconoció las condiciones en que se encuentra la clase obrera y
ante el serio problema de la falta de ocupación explicó cómo es posible crear
nuevos puestos de trabajo, cómo se puede dar paso al seguro de desempleo para
los nuevos trabajadores, protegiendo al mismo tiempo la compensación por tiempo
de servicios, incrementar la remuneración mínima vital, fortalecer el Consejo
Nacional del Trabajo y promover la igualdad salarial entre hombres y mujeres.
Fueron dos posturas totalmente distintas. Por un lado, una de quien al parecer
es candidata fruto de su frivolidad y el designio de su progenitor, gran
promotor del capitalismo salvaje y, por otro lado, otra de quien ya tuvo
delicadas funciones de gobierno y muestra un perfil de estadista en la linea de
un capitalismo socialmente responsable.
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