OPINIÓN DE UN SOCIÓLOGO
EL NEGRO DESTINO DE VENEZUELA
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Venezuela ha vivido crisis profundas, de tipo político y
también económicas; pero esta que sufre ahora es lejos la más riesgosa, pues se
suman tres crisis en una: económica, política y humanitaria.
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Esta última es tan peligrosa que se debe tomar como la más
urgente: esa nación tan rica y privilegiada en recursos, ahora se encuentra en
situación de no poder alimentar a su gente.
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Los ingresos y reservas no dan para financiar la importación
mínima de alimentos requeridos en el segundo semestre del año en curso; las
reservas internacionales en el Banco Central y en el FMI ya están agotadas; la
voluntad de prestar dinero por parte de China u otras naciones prestamistas, se
ven muy difíciles dada la inestabilidad política y social, por tanto, este país
que tanto se afanó en prestar a países como Cuba, Bolivia, Argentina,
Nicaragua, y otros tantos, hoy no tiene a quién recurrir para salir de este
atolladero.
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Este país que en sus tiempos de gloria importaba en avión,
desde Estados Unidos, el pan que consumía diariamente; que educaba a sus hijos
en los mejores colegios pagados de Europa o Estados Unidos; que importaba 6
millones de litros de whisky para las fiestas de Pascua y Año nuevo. Esta sociedad que acostumbraba a comprar
vehículos estadounidenses de alta cilindrada; viajar cada fin de semana a Miami,
mantener viviendas de veraneo en la Costa Azul, coleccionar obras de arte
costosas y dejar de trabajar los viernes a mediodía.
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Esta Venezuela que pagaba
dos y tres veces los costos iniciales en sus inversiones públicas, en aras de
las comisiones corruptas de políticos y funcionarios civiles y militares. Esta
Venezuela que financiaba becas por 2500 dólares mensuales a sus estudiantes en
el exterior, justo en los años 80, cuando se hablaba de la “década perdida”
para América Latina. Esta Venezuela que en pleno boom petrolero se endeudó en
más de 100.000 millones de dólares y permitió la fuga de otros 100.000 millones
de dólares, por los privados. Este país es el que hoy se encuentra ad portas de
una debacle humana y social, comparable sólo a las de Haití, Africa
subsahariana o la India colonial.
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El gobierno de Maduro no parece darse cuenta de lo grave de
la situación y permanece en una postura intransigente ante el adversario,
cuando lo único racional es llegar a un entendimiento de gobernabilidad para
una salida que se muestra extremadamente problemática, incluso llegando a acuerdo de gobernabilidad.
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Por otra parte, la oposición pareciera tener como estrategia
de salida el deshacerse del gobierno bolivariano y de sus políticas para
asumir una estrategia radicalmente
opuesta, es decir abrir las puertas a la inversión internacional, privatizar la
riqueza petrolera, energética, de la industria pesada (hierro y aluminio), los
servicios básicos, la salud, etc., etc.
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El problema de esa postura neoliberal extrema es que-como
sabemos en Chile y en la Argentina de Menem-, esas inversiones privadas
transnacionales incorporan algunos recursos en efectivo pero la mayoría se
impone como deuda con las casas matrices, lo que hace que se convierta en pan
para el hambre inmediata pero una pérdida neta para el futuro. Sabemos que esas
inversiones entran con trato preferencial tributario, que hace que finalmente
contribuyan en nada al sostén del gasto
fiscal y en una sociedad tremendamente asistencialista el gasto público
demorará su buen tiempo en alcanzar tasas de empleabilidad suficientes para
descargar las obligaciones perentorias del Estado. Por tanto, esa salida
neoliberal de abertura permisiva es poco viable para el futuro de Venezuela.
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Por otra parte, el clima político es tan antagónico que no
se ven sistemas de arbitraje para salir de la crisis sin traumas enormes. Los
militares podrían ser los árbitros indiscutidos de este impase, pero los
militares están tan cooptados por el chavismo, a través de prebendas y
corruptelas que les hace ser también un actor poco confiable para salir de la
crisis política.
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El colapso social y humanitario viene de manera indefectible
para Venezuela; cuando eso sucedió en la Argentina de Alfonsín y en la del
presidente De la Rúa (que en verdad fue
el colapso del menemismo), se pudo dar un relevo de la capa política dentro de
la misma estructura dirigencial tradicional; pero esta posibilidad, si se llegase
a dar, tiene la limitante de la gobernabilidad sobre un gran sector de
venezolanos que han sido privilegiados por el
bolivarianismo, y que no aceptarán perder todas sus granjerías;
asistencialismo que es en la gran mayoría de subsistencia, lo que hace difícil
su supresión por decreto.
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Como podemos ver, la salida es complicada y la
gobernabilidad futura es peor. Lo que se puede pedir es que los actores
políticos y militares de ese país entiendan lo que se juega y superen la visión
miope de lo inmediato pasional para entregarse a pensar seriamente en una
salida heroica que requerirá de la ayuda internacional, muy decidida y muy
generosa.
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